sábado, 26 de junio de 2010

207 Los palos del tren

207 “LA CHISPA” (10 enero 2007)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder

“LOS PALOS DEL TREN”

Se calcula que el ochenta por ciento de todos los productos agrícolas e industriales de los Estados Unidos se movilizan por ferrocarril; algo parecido es en Europa. Y ambas regiones están formadas por los países más ricos del mundo. Europa lleva la ventaja en cuanto al desplazamiento de personas por ese medio. En Inglaterra, país poderoso, es incontable la gente que va a sus trabajos en Londres y las grandes ciudades utilizando los “metros” o trenes. Lo mismo pasa en Alemania, Francia y España. Pero ¿qué sucede en Costa Rica? ¿Somos Kuwait o tenemos la certeza de que siempre podremos pagar la factura petrolera aun cuando el barril de esa “cosa” llegue a costar doscientos dólares?
Ayer 9 de enero del 2007 regresé de un viaje por Guanacaste y Puntarenas. Y apenas pasamos de Barranca, empezó aquella lerda procesión de furgones que hacen lento, difícil y exasperante ese trayecto. Así se explica la cantidad de muertos que hay en esa carretera siniestra. Cuando la gente llega al paroxismo de la impaciencia, se avientan en esas acciones suicidas que se conocen como “falsos adelantamientos” que acaban con la vida de tantos inocentes. ¿Cómo es posible, me pregunto, que en el siglo XXI, en una Costa Rica que ya fue excluida de la lista de países pobres, esa carreterita miserable sea la única vía que une a las riquísimas provincias del Pacífico con el Valle Central? Y digo “carreterita” porque es eso: una vía de carretas que se cubrió con asfalto. Una carreterita que vive en perpetuo estado de desintegración. ¿Cómo vamos a acceder al futuro con esa infraestructura vial? Con la riqueza que generan Guanacaste y Puntarenas deberíamos tener dos o tres carreteras de acceso a la capital; una de ellas solo para furgones y vehículos pesados. Los camioneros de este país, que ganan billones, bien podrían financiar su propia vía de explotación. Desde luego que es mejor que el gobierno remiende, con fondos del pueblo, la infame carreterita que nos une con Puntarenas. Realmente da vergüenza. ¿Pero a quién le importa? Parece que a nadie.
Costa Rica tiene la bendición de tener un régimen de lluvias abundantísimo; además, innumerables planos inclinados que permiten la construcción de un número increíble de represas para generar electricidad. Estamos en posesión del Santo Grial de la Energía. Gratis, limpia, casi ilimitada y eterna. ¿Y a qué nos conduce esta bendición del cielo? Pues a disponer de toda la energía que necesitamos para la electrificación total de un sistema ferroviario que una al Atlántico con el Pacífico, y que pase por San José y todas las ciudades importantes del Valle Central. Además, ramales que vayan de frontera a frontera en ambos mares. Con eso resolveríamos, PARA SIEMPRE, todos los problemas de transporte de mercancías y pasajeros por todo el país y hacia los puertos. Y a partir de ese momento, saldremos de la angustia de la factura petrolera y nuestra dependencia de esa “cosa”. El ferrocarril es la única salida. Por desgracia, contamos con la oposición mortífera de un grupo oligárquico al que poco le interesan los problemas del país; solo los de su grupo de intereses: “los camioneros”. Desde hace tiempo venían saboteando al ferrocarril; desde afuera y desde dentro, hasta que, un expresidente “camionero” le dio la estocada final a este medio de transporte, el cual había sido oficialmente abandonado a su suerte y a la rapiña de cuanto aprovechado tuvo relaciones con ese gobierno.
Incluso cometieron el crimen de cortar todos “los palos” (torres) de donde pendía el cable eléctrico que era la fuente de energía del ferrocarril al Pacífico, y que bien pudo haberse electrificado hasta Limón. Así se aseguraron de que nunca volvería, a menos que fuera con diesel, cuestión que sería del agrado de las multinacionales del petróleo. ¿Por qué cometieron ese delito monstruoso en contra de la economía nacional? Para que un grupo de poder, incluido el expresidente camionero, se asegurara el monopolio de todo movimiento de mercancías. Muerto el ferrocarril, empezó la fiesta de los transportistas, la destrucción de las carreteras, los bloqueos, los atascaderos y los gastos increíbles de combustible en esas procesiones en donde todos los vehículos suben al Valle Central utilizando solo la primera y segunda marcha de las máquinas. ¿Se imaginan cuánto combustible se DESPERDICIA en esas marchas de Puntarenas a San José? Debe ascender a millones de dólares ese gasto. ¿Y todo por qué? Porque no hay un ferrocarril que descongestione nuestras atiborradas carreteras. Porque los camioneros se opondrán hasta la muerte, valiéndose de lo que sea, para que el ferrocarril no vuelva a Costa Rica.
A los criminales que cortaron “los palos del tren”, en Estados Unidos u otra sociedad moderna, de seguro que les darían diez cadenas perpetuas sin posibilidad alguna de salir. Ese crimen contra la economía de Costa Rica es algo que no debe quedar impune, y los culpables deben responder ante la justicia por uno de los peores delitos que, amparados ante la impunidad oficial, perpetraron en contra de un pueblo que todavía no ha comprendido plenamente el alcance del daño que estos pícaros le hicieron a la nación. El ferrocarril TIENE que volver; no se trata de una cuestión de gusto o simple preferencia como escoger entre dos o más marcas de lavadora o televisor. Es una OBLIGACIÓN IMPOSTERGABLE E INEVITABLE. Solo es cuestión de tiempo, nos guste o no, lo quieran o no los camioneros; porque cuando esto se hunda, ellos también se hundirán con todo y sus camiones.
RIS

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