lunes, 7 de junio de 2010

582 Los reyes de los techos

582               "LA CHISPA"
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS REYES DE LOS TECHOS
    Desde el balcón posterior de mi residencia (una tarima para tender la ropa) puedo ver hacia los techos del vecindario de mi barrio. Y desde esa privilegiada posición, he logrado descubrir un mundo maravilloso que no había querido saber que existe; con sus leyes, sus personajes, sus caracteres y mil cosas más que, por falta de atención, nos pasan inadvertidas. Yo empecé a conocerlo por medio de Corina, una dama blanca con manchas negras y unos hermosísimos ojos amarillentos; cuerpo alargado, ágil y sinuoso que mueve rítmicamente a medida que avanza cautelosa hacia mi atalaya. Me observa, me identifica, estudia el terreno en busca de mis zaguates, que son sus enemigos naturales, y luego salta hacia una tabla multiusos que coloqué en un pretil de cemento. Ahí tengo un par de plantas, un “comedero” para las avecillas que se atreven a llegar; pongo desperdicios de comida para las cucarachas y los ratones, también tengo dos trastos para agua. Uno es especial para Corina. Y ella parece entenderlo. ¡Hola! --me dice en lenguaje gatuno, con su mirada y ciertos movimientos coquetos que lleva a cabo en su ritual de saludo. ¡Hola! --le contesto en lenguaje humano. ¿Cómo van esos negocios, Corina? Normal –me responde--, todo en orden.
     Pero antes, déjenme decirles quién es Corina y por qué tengo amistad con ella. Nunca he sido aficionado a los gatos como mascotas, porque con ellos es imposible establecer una amistad “segura”; siempre son esquivos, huraños y, como son tan inteligentes, no confían en el hombre. Es decir, NUNCA se ponen en nuestras manos; conservan su independencia y libertad absoluta en el reino de los techos. Y eso no nos gusta a los humanos, que siempre buscamos vasallaje y sumisión para sentir que tenemos el dominio. Corina es el símbolo de esa actitud libérrima. Me visita y saluda cortésmente, y si puede, me “saca” algo, pero NO NECESITA nada de mí. Y eso me hace perder el aplomo. Es altiva, elegante y manipuladora. Es una auténtica reina en el mundo de los techos. El año pasado bajó de la parte más alta de mi casa y cuando vi el hueco de donde salió, oí dos maullidos diminutos de dos gatitos ídem, que me miraban fijamente, como tratando de entender las intenciones de ese enorme animal que dialogaba con su madre. Ella los tranquilizó diciéndoles: “Es un amigo, no hay que temer”.
     Durante meses la acompañaron, pero nunca se subieron al pretil, en donde serían vulnerables al ataque de mis perros (Pucho y Chiquitín). Solo ella lo hacía. Hasta que un día desaparecieron y se incorporaron plenamente al reino de los techos. Ya adultos, ya guerreros. Un día los vi con un grupo de amigos, hablando sobre política y fumándose unos cigarrillos, ya en el ambiente de los adultos e independientes de Corina. Pero bien, ¿cómo es que me relacioné con el mundo de los gatos? Fue por Renatita. Un día que llegué a ese patiecito suspendido en el aire, vi una escena insólita en relación con los perros y los gatos: Corina restregaba todo su ondulado cuerpo contra la panza de mi amiguita Renata, y cuando esta se dio cuenta de que la había descubierto en algo tan inusual, trató de simular que aquella gata no era su amiga y que eso era algo excepcional. Nunca supe ni sabré de qué modo hicieron amistad, pero eran grandes amigas. Tiempo después, Renata ya no se preocupaba ni sentía vergüenza de que yo la viera departiendo alegremente con Corina, en los tes que solían organizar por las tardes. Yo tenía mucho cuidado y cerraba la puerta de la cocina para que los perros no las importunaran. Y cuando esto sucedía, tres o cuatro gatos se situaban en el techo vecino a observar la inusual reunión entre estas dos damitas pertenecientes a grupos considerados como enemigo naturales. Hablaban de todo pero, principalmente, de los problemas de la maternidad y de la irresponsabilidad paterna, de los impuestos y del alto costo de la gasolina; de Bush y Osama; del Medio Oriente y de los crímenes en contra de la población de perros y gatos que mueren en los bombardeos sobre Irak, sin que nadie se acuerde de ellos.
    ¿Cómo y de dónde nació esta amistad tan extraña y espontánea? Nunca lo sabré porque Renatita ya me dijo adiós y ahora reside en el Paraíso de los perritos, y Corina se ha ido alejando de mi casa. Ahora la observo pasar de lejos, de techo en techo, siempre vigilante de los pajaritos que suelen posarse en los árboles de los patios vecinos. Siempre hermosa, altanera, dueña de sí misma y sin necesitar de nadie. Es una altiva reina de los techos; una matriarca conocedora de todos los secretos de la vida de los gatos. A veces me echa una mirada tolerante y me dice: “¡Hola, te veo muy bien!” Dicen que los gatos gozan del privilegio de la visión astral y que pueden ver el mundo de los muertos. ¿Será cierto? Me he sentido tentado a preguntarle…
Ahora se hace acompañar de Marcelo, un enorme gato color café, mirada hosca y fiera que me observa con menosprecio y desconfianza. Y cuando ella viene hacia mí en busca de algo, él se detiene en el borde vecino y me mira desafiante, al tiempo que musita unas cuantas imprecaciones en contra mía. Es un hermoso ejemplar del reino de los techos. Yo espero que a mediados de año pueda ver de nuevo a los retoños de Corina y ese elegante prototipo gatuno, rey indiscutible del barrio. Él es el que apalea a todos, el que ha impuesto su ley en el vecindario, el terror de las alturas, es enorme, dominante, poderoso, pero vencido irremediablemente por los dardos del amor que le ha lanzado Corina. El zahareño Marcelo es un complaciente y humilde minino ante los requerimientos de la reina de los tejados. Ellos forman la pareja real que domina ese ámbito social maravilloso; universo que nos resulta invisible porque nunca nos tomamos un minuto para observar las cosas mágicas que nos rodean, porque vivimos inmersos y anulados por nuestras miserias diarias a las que conferimos una importancia que no tienen ni nunca tendrán.
    Estamos rodeados de mundos infinitos llenos de colorido, lenguajes, música y amor; solo tenemos que abrir los ojos del interés, y ahí están, al alcance de nuestra fantasía. Los reyes de los techos son personajes reales, vivos, con virtudes y defectos, con caracteres diversos. Con ricas personalidades de las cuales podemos aprender infinidad de cosas. Gracias, Corina, gracias por todo lo que me has hecho imaginar.
Gatunescamente
RIS.

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