domingo, 6 de junio de 2010

361 La rutina de los pelos

361    “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA RUTINA DE LOS PELOS
    ¿Qué tienen en contra de los pelos los “rectores” de la moda? Los pelos son normales y por algo los puso la Naturaleza en su lugar. Y para algo deben servir, pues si no fuera así, nos habrían fabricado como lombrices: absolutamente pelones. Entonces, ¿cuál es la inquina en contra de los pelos? En la rutina de los pelos, los hombres tenemos una participación mínima: la barba y la cabeza. Pero muchos se los dejan crecer en ambas partes. Es cierto que nos hacen ver más viejos, pero también nos dan un cierto aire de misticismo e intelecto. Un viejo mechudo y barbón, aunque sea un burro, suele traernos una reminiscencia de los profetas del viejo Israel, de los brahmanes de la India o de los derviches de Persia. Solo es cuestión de acostumbrarse y nos liberamos de la rutina del corte de pelo mensual o de la afeitada cotidiana. Solo tenemos que cruzar la barrera del “mal aspecto” de los primeros días, cuando parecemos sucios y descuidados. Pero cuando ya crece para recortarla, adquirimos cierta majestad e importancia, pues hasta el más tonto impresiona con una barba bien arreglada.
    Pero para las mujeres la lucha contra los pelos es otra cosa. Los pelos son un fastidio para ellas, donde quiera que aparezcan; y aparte de los de la cabeza, son el enemigo a eliminar donde sea que se atrevan a asomarse. Y para mantenerlos a raya o fuera de la visión, las damas se someten estoica y voluntariamente a las más bárbaras y dolorosas rutinas en las cuales cualquier hombre perdería la vida.
Primero: los pelos de los sobacos. Estos suelen ser los más desagradables en el criterio femenino, pues las mujeres con pelos en el sobaco tienen aspecto de monas chimpancé. Por eso se los depilan con rabia y, de paso, les arruinan las maquinillas de afeitar a los maridos. Las mujeres los odian e intentan de todo para suprimirlos. Para eso disponen de pastas, ungüentos, tratamientos con rayos gamma, equis, ultravioleta, positrónicos y calóricos, pero ninguno logra hacerlo en forma definitiva. Siguen saliendo con vigor, no importa lo que les hagan, pues son tan tenaces y ásperos como los de la barba. Dicen ellas que son hediondos y tienen mal aspecto. Así que no merecen la menor piedad de parte de las damas, y forman una de las rutinas mediante las cuales el género femenino se atormenta diariamente. Sin embargo, muchos hombres piensan que tales pelos son un adorno muy sensual.
Segundo: los pelos de las cejas. Afeitarse las axilas es tedioso pero no constituye un suplicio; es una simple operación rutinaria y molesta pero indolora. En cambio, la eliminación de los pelos de las cejas nos introduce en los dominios del masoquismo o los terrenos de la Inquisición. Una vez intenté arrancarme uno, y sentí que el ojo entero se me había desprendido, se me hinchó toda la frente y eché lágrimas durante todo el día. Y eso que fue un solo pelo que ni siquiera llegué a arrancarme, tal era el dolor. Sin embargo, esa es una de las rutinas de belleza que las damas llevan a cabo con alegría y placer: todo sea por el “glamour”.
Tercero: los pelos de las piernas. Este es uno de los misterios de la sensualidad femenina y de las interpretaciones que hacen de algunos de sus atributos. Talvez sea fetichismo, pero a criterio de muchos hombres, los pelos en las piernas de las damas les da un encanto perturbador y sexy. Disparan la imaginación de los machos. Entonces, ¿por qué se depilan las piernas si a los hombres nos gustan peludas? Pero sin importar lo que nosotros creamos o nos guste, ellas se esmeran con feroz afán en destruir todo vestigio piloso que pueda observarse en sus piernas. Y como si se tratara de una plaga indeseable, dedican a ese objetivo todo un arsenal de productos, tratamientos y procesos que incluyen los más aterradores y dolorosos métodos de auto infligirse dolor. Desde desollarse mediante productos hirvientes, ceras, plásticos, gomas, lijas, piedras abrasivas y tratamientos electrolíticos, hasta la aplicación de tácticas alquímicas que incluyen la magia. También la consabida maquinilla de afeitar, de las cuales hay millones de modelos que afeitan “para arriba o para abajo” sin importar la gravedad.
Cuarto: los pelos de las orejas y la nariz. Por dicha esta rutina empieza con la edad brujeril, cuando ya las mujeres han traspasado la frontera de los cuarenta, lo cual las pone en el camino de la gloriosa ancianidad, época cuando empieza la tolerancia con ellas mismas. Esos pelos en las orejas y la nariz son simultáneos con la aparición de las verrugas en ese apéndice, y se da cuando han alcanzado la edad de ser suegras y ya tienen otras preocupaciones más importantes que la de los pelos. Entonces es una rutina casi pacífica, carente del frenesí con el que se martirizaron en la juventud.
Quinto: los pelos del bigote. Estos sí que son el verdadero terror de las mujeres. Ni la lepra las asusta tanto como tener “bigote”. Los de las piernas, sobacos y orejas puede que sean molestos, de mal gusto o feos, pero los del bigote constituyen la mayor afrenta que la Naturaleza le puede hacer a una fémina. Esos pelos son una bofetada en el rostro. Precisamente encima de la boca, en el centro mismo de la feminidad. Esa ofensa genética machista no tiene perdón. Y para combatirla, todos los suplicios imaginables son poca cosa.
Sexto: los pelos de la línea del bikini. Los hombres ni siquiera podemos suponer lo que esta rutina significa. Cuando pensamos en torturas, nos imaginamos tirando uñas, sacando ojos, quebrando dedos, aplicando electricidad y otras belleza semejantes; pero nunca hemos pensado en arrancar pelo púbico, uno por uno, lenta y dolorosamente, saboreando cada tirón de pinza… y solo por el placer de usar un bañador chiquitito. Claro que esta rutina es opcional y no tan apremiante y aterradora como la del bigote. Por dicha que lo del mostacho no es muy común.
Pilosamente
RIS

No hay comentarios:

Publicar un comentario