jueves, 30 de abril de 2015

585 La crisis de las religiones



585   LA CHISPA                      
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA CRISIS DE LAS RELIGIONES
            Ya hace tiempo empezó la lenta, agónica pero irreversible crisis de las religiones, debido a la intransigencia y monotonía del esquema que han propuesto desde la antigüedad, y el cual se mantiene invariable.   No hay modernidad, progreso ni nuevas interpretaciones de los escritos que fueron formulados para una gente que no tenía ni la más remota idea de la ciencia, historia, filosofía, lógica ni, mucho menos, de las sutilezas de la metafísica, principios básicos necesarios para hurgar en los misterios de la Divinidad.  Con el brutal y tosco lenguaje de la Biblia, pretendieron darles explicación a ciertos problemas que iban mucho más allá de las rústicas mentes de los rabinos.  Pero además de esas debilidades, el problema fundamental está en que la literatura en la que se basan las religiones occidentales se apoya en un libro dogmático y cerrado en un exclusivismo tribal de lo más bárbaro e inaceptable: la Biblia.  Pero como este manual resultaba insuficiente para atraer a más feligreses que no fueran judíos, surgió otra selección de burdas fábulas de milagrería conocida como el Nuevo Testamento.  Con esta obra se ha pretendido que la exclusividad del judío como pueblo elegido o de Yavé, se desvaneciera en una más amplia y ecuménica aceptación por parte del dios de Israel, sustituido en el N.T. por Jesús, y conocido por los creyentes como “el Hijo de Dios”. 
            Ese es el decorado de todas las religiones occidentales: un dios tribal que aborrece a todo el mundo que no sea judío, un montón de tribus bochincheras que hasta hoy se siguen exterminando entre ellas; un conjunto de leyendas milagreras que sirven para concitar la piedad de los creyentes, y un supuesto hijo de Dios que vino a hacer un Nuevo Pacto con todos los hombres de la tierra.  Pero eso no es lo peor, sino el trasfondo que constituye el sustento de la estructura formal de las religiones occidentales.  En ellas no hay filosofía, conocimiento, ciencia ni lógica; todo se reduce a una colección de cuentos ordinarios que ni siquiera son originales sino que son plagios deformados de las diversas mitologías de la antigüedad, especialmente de la griega.  La fuerza de estas está basada en varios pilares: la ignorancia, la fe, la tradición y, sobre todo, el miedo.  El dios bíblico es un ser malvado, asesino, envidioso, contradictorio y temible que se solaza en el terror que inspira a los “enemigos” de Israel, e incluso a su propio pueblo; es un dios cruel que mata a diestro y siniestro, que padece continuos ataques de ira (pasión insana e impropia de un dios ni siquiera de quinta categoría).
            La relación entre ese incomprensible y tiránico dios y sus seguidores se basa en el TEMOR.  Y para que este sea efectivo, es necesario el embrutecimiento de los feligreses en la enredadera de la fe.  Las religiones satanizan a la razón en la misma medida que enaltecen la FE como el más grande de los atributos de la feligresía.  Cualquier torpeza se permite si se tiene FE.  Contra la ciencia, astronomía, geología, evolución, lógica y sentido común, las religiones continúan sosteniendo como verdades de fe, algunos disparates que ya ni siquiera los niños ni las personas más brutas aceptan.  Pero las religiones siguen obstinadas en sus “verdades”, y esa es la razón por la que cada día van perdiendo adeptos en todas partes. 
            De cara al milenio que estamos empezando, las religiones TIENEN que modernizarse, sin que esto signifique la renuncia a los valores que siempre lo serán para el género humano.  Modernidad significa la aceptación de verdades que en los tiempos cuando se escribió la Biblia y el N.T. estaban fuera del alcance y la comprensión de aquella gente sencilla e ignorante.  La tierra NO puede tener cinco o seis mil años de “fabricada”.  En un tiempo sin historia ni cronología, eso podía parecer mucho, pero ahora sabemos que esa es una cifra ridícula.  Y así como ese, hay mil detalles que nada cuesta poner al día.  Deben hacer una modernización de su manual de fe, de manera que aunque este no se convierta en una colección de axiomas, por lo menos sea un libro de lectura razonable y sensata.  Sin “milagrería” como el eje de su fuerza.  En un mundo con sus leyes físicas, nadie puede caminar sobre el agua, a menos que sea menos denso que ella.  Nadie puede hacer un canal seco en una masa de agua con paredes verticales o inclinadas; eso es IMPOSIBLE.  Nadie puede revivir a un muerto de tres días de fallecido, ni de dos ni de uno.  Todos esos cuentos que fueron útiles para concitar la atención e interés de aquella gente rústica, pero ahora son el hazmerreír de las personas cultas.
            Dios NO PUEDE sentir ira.  Dios no mata por pura cólera.  Dios no atraganta con codornices a miles de hombres de “su” propio pueblo.  Dios no ordena revisar las vaginas de miles de mujeres para ordenar que maten a las no vírgenes.  Dios no se divierte asesinando primogénitos.  Dios no mata a un par de sacerdotes porque le enciendan “un fuego raro”.  Dios no ordena un diluvio mundial para vengarse de una humanidad a la cual NO le había prestado la menor atención.  DIOS NO TIENE HIJOS CARNALES, ya que tal cosa implica la blasfemia de un dios fornicario.  Tampoco comete el abuso de preñar a una mujer casada (María). Nadie puede parar la “carrera” del Sol.  Sin embargo, todos esos disparates están en la Biblia.  Claro que si le quitan a esta y al Nuevo Testamento esa sarta de patrañas, les quedaría muy poco, casi nada.  Pero es preferible reempezar con unas pocas verdades, que continuar con un cúmulo de mentiras, exageraciones y absurdos.
            En este siglo el hombre conseguirá grandes metas en el campo de la ciencia, el conocimiento y la filosofía en general, y si las iglesias continúan con el mismo programa, se quedarán desfasadas y se volverán fósiles inútiles.  ¿Por qué no empezamos con una Religión del Conocimiento y las probabilidades?  ¿Por qué en lugar de sostener dogmas ridículos no formulamos teorías que, partiendo de las realidades y hechos que conocemos científicamente, puedan proyectarnos una imagen de lo que podría ser el Supremo Arquitecto del universo?  Por ahí se podría empezar a construir una religión lógica, filosófica y dúctil; sometida a la razón y el sentido común.  Modernidad o desaparición          
Fraternalmente 
                                   RIS                                           Correo:  rhizaguirre@gmail.com
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