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“LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿HAY ALGUNA ESPERANZA PARA LOS
LATINOS?
Los
gringos llegaron después, y desde hace un siglo son la primera potencia
mundial. Y nosotros, después de cinco
siglos de historia, no hemos podido consolidar NI SIQUIERA UN SOLO PAÍS DESARROLLADO. Todos pertenecemos al tercero, cuarto y
quinto mundo. ¿Cómo se puede explicar
tan pertinaz y absoluto atraso? ¿Cómo es
que en más de veinte países, por CINCO SIGLOS, no haya ni uno solo que
pertenezca al primer mundo? ¡Tiene que haber alguna explicación! Sin política, sin ideologías, sin historietas
y sin mentiras ni visión parcializada de grupos. Tiene que existir una explicación racional
que no esté teñida de prejuicios ni complejos de culpa. Que no sea la versión oficial de los que
siempre han tenido la sartén por el mango, ni la teoría de los pelagatos
(revolucionarios, comunistas, nihilistas etc.). DEBE
HABER UNA RESPUESTA. Veamos algunas
de las probables causas de ese estado de calamidad eterna: analfabetismo, influencias religiosas, conformismo racial, composición
étnica, falta de recursos, dependencia, minorías dominantes, ejércitos,
democracia formal, dictaduras, indolencia, sumisión.
Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, Cuba y otros descartan la
cuestión del analfabetismo. Los mismos
países anulan la teoría de la composición racial como causa del atraso. No hay país latino que no tenga abundantes
recursos. Tampoco parece ser fundamental
el conformismo racial pues nada
importa que las poblaciones sean europeizadas, indias o mestizas. Pero sí parece
sustentable la teoría de las minorías dominantes apoyadas en los
ejércitos. O bien, asociadas con las
dictaduras del pasado. Y modernamente,
como el resultado de la “democracia formal”, un tipo de gobierno diseñado para
que el Poder solo permanezca en manos de la misma gente. Y sobre este esquema local, se impone la dependencia internacional en la cual
caímos desde el principio de nuestra vida “independiente”,
lo cual nos ha llevado a la sumisión política y económica a determinados
bloques; en el caso nuestro, de Estados
Unidos como comprador y proveedor casi exclusivo. El que nos tapa la manguera del aire cuando
le da la gana o no “nos portamos bien”.
Parece
claro que las Oligarquías son la causa del subdesarrollo de la América
Latina. Pero como complemento a esa
condición de dominio de las minorías, está
la indolencia de los pueblos; el sentido de servilismo y la poca
importancia que le dan a los asuntos del gobierno, como si no les importara,
como si no les afectara. El latino es
indolente, cobarde, fatalista y con una mentalidad de esclavo. Tiene miedo a la libertad y a hacerse cargo
de su propio destino. Ha aceptado, como
los negros del sur de USA, que solo los amitos blancos tienen la capacidad para
dirigir el gobierno y los asuntos de Estado.
No importa que sean blancos, indios o mestizos, la conducta es igual: de
resignación y dejarnos arrastrar por la corriente. Incluso cuando las dictaduras nos llevan a la
desesperación y a tomar las armas en las interminables, inútiles y pintorescas
Revoluciones latinas, apenas pasa la acción bélica, volvemos a entregar el
poder a las mismas argollas de siempre.
Y los revolucionarios de ayer, pactan con las oligarquías de siempre y
todo vuelve al punto de inicio. Apenas
cambia de manos el mecate y la jáquima.
Tenemos pánico al Poder y creemos que solo “otros” pueden
ejercerlo. En eso se resume el fracaso de todas las revoluciones latinoamericanas.
Dentro
del esquema socioeconómico actual, ¿es posible que algún país latino llegue a
convertirse en una nación desarrollada como Francia o Bélgica? ¿Al menos como España o Portugal? No aspiramos a ser como Alemania, Inglaterra,
Suecia o Suiza. Apenas como Italia o
Grecia. ¿Qué nos hace falta para dar el salto final al mundo desarrollado? Ni siquiera toda la América Latina; sería
suficiente con unos dos o tres países de los nuestros que fueran capaces de
hacer oír su voz en todos los foros mundiales.
Brasil, Venezuela, Colombia, México, Argentina como focos de otras
naciones satélites que sientan el influjo benefactor de sus hermanos mayores, y
no solo el aliento pestífero de los depredadores extranjeros. Podría
ser el Gran Brasil…
¿Es posible romper ese círculo
vicioso sin que incurramos en las
revoluciones tradicionales? ¿Es
factible que los pueblos tomen el Poder sin derramamiento de sangre? Sabemos que las oligarquías JAMÁS lo soltarán por las buenas y
harán todo lo que saben hacer muy bien
para conservarlo. ¿Entonces? Ya sabemos que nuestras revoluciones son
inútiles y solo nos llevan a una situación peor. América está llena de esos malos ejemplos que
hacen la alegría de los poderosos. Y la
gente piensa con razón, ¿para qué vamos a ir a una guerra para estar peor? Entonces, ¿cuál es el camino que debemos
seguir para convertirnos en naciones desarrolladas? Vean que ni siquiera los recursos naturales
son indispensables; tampoco un gran territorio.
La prueba son Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Liechtenstein, Andorra,
Mónaco. Entonces, parece que la
respuesta acertada no está en cuestiones
materiales externas al hombre sino en una NUEVA
ACTITUD ante la vida. Y solo en la
medida en que cambiemos nuestra forma de pensar y ver el mundo, podremos
cambiarlo. Cuando tomemos la decisión de
hacernos cargo del rumbo de nuestros países, sin dejarle la “carga” a los
otros, estaremos en vías de transformar nuestras sociedades. Cuando dejemos de ver la corrupción estatal y
el enriquecimiento ilícito de los gobernantes como un chiste y motivo de comentarios frívolos, estaremos en la
ruta. Cuando NO permitamos que otros elijan por nosotros, nos estaremos
acercando a una democracia verdadera
y alejándonos del circo actual. Cuando no permitamos que haya hombres que se
consideren “dueños del Estado”, habremos dado un paso gigantesco hacia el
crecimiento. Cuando logremos la igualdad
social y económica, estaremos en el portal del primer mundo, con buenas credenciales
para ser incorporados a la sociedad de naciones cuyos pueblos eligen a sus
gobernantes, determinan su destino y participan en el engrandecimiento de la
humanidad.
Es posible que haya esperanza para
los latinoamericanos; pero esta NO ES
GRATIS ni nadie nos la va a facilitar.
Esa revolución que nos ubicará a la vanguardia de los pueblos empieza
dentro de nosotros mismos, si recordamos
que la sociedad soy yo, elevado a la enésima potencia. Cuando yo me una a otro yo como yo, se
iniciará el fermento que habrá de transformar a toda la sociedad
latinoamericana, sin más armas que la voluntad terca de hacer que las cosas
cambien. Que cambien para bien de todos y no de unos pocos.
Fraternalmente
¿Qué piensan de esto en su país?
Ricardo
Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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