viernes, 24 de abril de 2015

694 ¿Hay alguna esperanza para los latinos?



694     LA CHISPA                                     
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿HAY ALGUNA ESPERANZA PARA LOS LATINOS?
            Los gringos llegaron después, y desde hace un siglo son la primera potencia mundial.  Y nosotros, después de cinco siglos de historia, no hemos podido consolidar NI SIQUIERA UN SOLO PAÍS DESARROLLADO.  Todos pertenecemos al tercero, cuarto y quinto mundo.  ¿Cómo se puede explicar tan pertinaz y absoluto atraso?  ¿Cómo es que en más de veinte países, por CINCO SIGLOS, no haya ni uno solo que pertenezca al primer mundo?  ¡Tiene que haber alguna explicación!  Sin política, sin ideologías, sin historietas y sin mentiras ni visión parcializada de grupos.  Tiene que existir una explicación racional que no esté teñida de prejuicios ni complejos de culpa.  Que no sea la versión oficial de los que siempre han tenido la sartén por el mango, ni la teoría de los pelagatos (revolucionarios, comunistas, nihilistas etc.).    DEBE HABER UNA RESPUESTA.  Veamos algunas de las probables causas de ese estado de calamidad eterna: analfabetismo, influencias religiosas, conformismo racial, composición étnica, falta de recursos, dependencia, minorías dominantes, ejércitos, democracia formal, dictaduras, indolencia, sumisión.
            Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica, Cuba y otros descartan la cuestión del analfabetismo.  Los mismos países anulan la teoría de la composición racial como causa del atraso.  No hay país latino que no tenga abundantes recursos.  Tampoco parece ser fundamental el conformismo racial pues nada importa que las poblaciones sean europeizadas, indias o mestizas.  Pero sí parece sustentable la teoría de las minorías dominantes apoyadas en los ejércitos.  O bien, asociadas con las dictaduras del pasado.  Y modernamente, como el resultado de la “democracia formal”, un tipo de gobierno diseñado para que el Poder solo permanezca en manos de la misma gente.  Y sobre este esquema local, se impone la dependencia internacional en la cual caímos desde el principio de nuestra vida “independiente”, lo cual nos ha llevado a la sumisión política y económica a determinados bloques; en el caso nuestro, de Estados Unidos como comprador y proveedor casi exclusivo.  El que nos tapa la manguera del aire cuando le da la gana o no “nos portamos bien”.
            Parece claro que las Oligarquías son la causa del subdesarrollo de la América Latina.  Pero como complemento a esa condición de dominio de las minorías, está la indolencia de los pueblos; el sentido de servilismo y la poca importancia que le dan a los asuntos del gobierno, como si no les importara, como si no les afectara.  El latino es indolente, cobarde, fatalista y con una mentalidad de esclavo.   Tiene miedo a la libertad y a hacerse cargo de su propio destino.   Ha aceptado, como los negros del sur de USA, que solo los amitos blancos tienen la capacidad para dirigir el gobierno y los asuntos de Estado.  No importa que sean blancos, indios o mestizos, la conducta es igual: de resignación y dejarnos arrastrar por la corriente.  Incluso cuando las dictaduras nos llevan a la desesperación y a tomar las armas en las interminables, inútiles y pintorescas Revoluciones latinas, apenas pasa la acción bélica, volvemos a entregar el poder a las mismas argollas de siempre.  Y los revolucionarios de ayer, pactan con las oligarquías de siempre y todo vuelve al punto de inicio.   Apenas cambia de manos el mecate y la jáquima.  Tenemos pánico al Poder y creemos que solo “otros” pueden ejercerlo.  En eso se resume el fracaso de todas las revoluciones latinoamericanas.  
            Dentro del esquema socioeconómico actual, ¿es posible que algún país latino llegue a convertirse en una nación desarrollada como Francia o Bélgica?  ¿Al menos como España o Portugal?  No aspiramos a ser como Alemania, Inglaterra, Suecia o Suiza.  Apenas como Italia o Grecia. ¿Qué nos hace falta para dar el salto final al mundo desarrollado?  Ni siquiera toda la América Latina; sería suficiente con unos dos o tres países de los nuestros que fueran capaces de hacer oír su voz en todos los foros mundiales.  Brasil, Venezuela, Colombia, México, Argentina como focos de otras naciones satélites que sientan el influjo benefactor de sus hermanos mayores, y no solo el aliento pestífero de los depredadores extranjeros.   Podría ser el Gran Brasil…
¿Es posible romper ese círculo vicioso sin que incurramos en las revoluciones tradicionales?  ¿Es factible que los pueblos tomen el Poder sin derramamiento de sangre?  Sabemos que las oligarquías JAMÁS lo soltarán por las buenas y harán  todo lo que saben hacer muy bien para conservarlo.  ¿Entonces?  Ya sabemos que nuestras revoluciones son inútiles y solo nos llevan a una situación peor.  América está llena de esos malos ejemplos que hacen la alegría de los poderosos.  Y la gente piensa con razón, ¿para qué vamos a ir a una guerra para estar peor?  Entonces, ¿cuál es el camino que debemos seguir para convertirnos en naciones desarrolladas?  Vean que ni siquiera los recursos naturales son indispensables; tampoco un gran territorio.  La prueba son Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Liechtenstein, Andorra, Mónaco.  Entonces, parece que la respuesta acertada  no está en cuestiones materiales externas al hombre sino en una NUEVA ACTITUD ante la vida.  Y solo en la medida en que cambiemos nuestra forma de pensar y ver el mundo, podremos cambiarlo.  Cuando tomemos la decisión de hacernos cargo del rumbo de nuestros países, sin dejarle la “carga” a los otros, estaremos en vías de transformar nuestras sociedades.  Cuando dejemos de ver la corrupción estatal y el enriquecimiento ilícito de los gobernantes como un chiste y motivo de comentarios frívolos, estaremos en la ruta.  Cuando NO permitamos que otros elijan por nosotros, nos estaremos acercando a una democracia verdadera y alejándonos del circo actual.  Cuando no permitamos que haya hombres que se consideren “dueños del Estado”, habremos dado un paso gigantesco hacia el crecimiento.  Cuando logremos la igualdad social y económica, estaremos en el portal del primer mundo, con buenas credenciales para ser incorporados a la sociedad de naciones cuyos pueblos eligen a sus gobernantes, determinan su destino y participan en el engrandecimiento de la humanidad.
Es posible que haya esperanza para los latinoamericanos; pero esta NO ES GRATIS ni nadie nos la va a facilitar.   Esa revolución que nos ubicará a la vanguardia de los pueblos empieza dentro de nosotros mismos, si recordamos que la sociedad soy yo, elevado a la enésima potencia.   Cuando yo me una a otro yo como yo, se iniciará el fermento que habrá de transformar a toda la sociedad latinoamericana, sin más armas que la voluntad terca de hacer que las cosas cambien.  Que cambien para bien de todos y no de unos pocos.
Fraternalmente                                                                      ¿Qué piensan de esto en su país?
                                   Ricardo Izaguirre S.              E-mail: rhizaguirre@gmail.com

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