778 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL PROBLEMA DE LOS ABSOLUTOS Y LAS APARIENCIAS
Algunos
amigos me han contestado algo incómodos por lo que dije en “Chispas” anteriores acerca de la
sicopatía y de que todos participamos de esa anormalidad en alguna medida. Me encantaría poder rectificar, pero para
eso, tendría que tener pruebas que difieran de lo que he observado por mucho
tiempo en tantas personas. Se me ocurre
pensar que la negativa a aceptar esa conclusión se debe al hecho de que
involucramos emociones en los problemas que estudiamos y dejamos de ser
objetivos. Cómo la creencia que tenemos
en los “absolutos” y las apariencias de las personas que nos gustan o caen mal,
y basta que sintamos afecto o repulsión por alguien, para que se nos nuble la
visión acerca de lo que esta en realidad podría ser. Es por eso que, intencionalmente, cité a la
madre Teresa como una de esos sicópatas de los llamados carismáticos para
ilustrar este punto. Eso molestó a
algunos que tienen una imagen sublime de esta señora y que la han deificado;
tendencia a la que somos tan inclinados con todos aquellos que nos cautivan:
políticos, religiosos, artistas o deportistas.
A propósito ignoramos sus lados negativos y ponemos en un plano irreal
todo aquello que es de nuestro agrado. Y
este problema deriva de la tendencia que tenemos a razonar a favor de los absolutos.
Creemos en Jesucristo de esa forma irracional. Nada sabemos de él, si siquiera si fue real y
si solo es un invento de los profetas y de Pablo. O si de verdad fue hijo de algún dios menor
como Yavé, o si nunca existió. Basta
que nos seduzca para que le atribuyamos todos los absolutos del mundo. Pero resulta que todo lo que se encuentra en
el mundo de la manifestación es imperfecto y sujeto a la evolución y el
aprendizaje, incluso los más elevados dioses, según dicen los que saben. Así que
la lógica, con placer o sin él, debería conducirnos a aceptar la posibilidad de
que todo tuviera defectos. Sin
embargo, nuestro esquema mental, acostumbrado a esa pobre manera de colegir,
nos inclina a la atribución de superlativos a personas u objetos de los cuales
ni siquiera tenemos la certeza de su objetividad. Pero eso no es gratis ni sano, pues la
identificación con algo superior para participar de su calidad, es una manifestación
de sicopatía. “Si yo
estoy con Cristo y creo en él, seguramente participaré de sus atributos”. De
ese razonamiento se deriva infinidad de males que tienen que ver con multitud
de fanáticos religiosos que se creen parte de la divinidad o de algún plan
sagrado para la humanidad. La madre
Teresa puede haber sido uno de estos ejemplares, ¿por qué no? ¿Qué sabemos
de ella en realidad? Suponemos muchas cosas, pero nada SABEMOS.
Igual
nos pasa con Dios, Cristo, nuestros ídolos religiosos, sociales, políticos y
deportivos; a todos les hemos atribuido virtudes que no tienen (o talvez sí)
pero que nos gustaría que las poseyeran para que calcen con la imagen que de
ellos hemos creado. Y proceder así, es
indicativo de una sicopatía que puede ir desde una leve perturbación hasta la
más severa locura. Vean que enfadarnos con
alguien porque discrepe de una teoría de la cual no tenemos certeza alguna
(solo nuestro afecto y fe), constituye un verdadero disparate. ¿No es así?
Si yo mismo NO TENGO prueba
alguna de la existencia de algo (Cristo, Dios, el Paraíso o lo que sea), ¿cómo
puedo enojarme con alguien que no acepte estas propuestas religiosas como
verdades? Pero lo hacemos. Entonces, ¿no es eso una sicopatía? ¿Sería lógico y sano que alguien se encolerizara
contra nosotros porque no creamos que de verdad el pato Donald viva en
Disneylandia? ¿Y cuál es la diferencia
(lógica) entre esta propuesta y la existencia del “cielo”, Cristo, Yavé o la
santidad de la madre Teresa?
Lo
mismo pasa con otra serie de mitos que enaltecemos para luego utilizarlos como
“personas” (máscaras) según nos convenga a no.
La idealización de la amistad
es una de ellas; creamos un personaje
casi divino para imponérselo a los demás, pero el cual no estamos dispuestos a representar. Los sacrificios que impone el concepto ideal
de la amistad, es algo a lo que casi nadie se sometería. Pero inculcar la idea para que los demás sean
buenos amigos es una manipulación
conveniente; por eso se habla y pondera esta relación hasta lo indecible; sin
embargo, el sicópata no está dispuesto a cumplir con ella. A todos ellos les fascina la idea de que los
crean “buenos camaradas”. Fieles y todo
lo demás… aunque NO duden ante la
posibilidad de acostarse con las mujeres a sus amigos a la menor
oportunidad. Todos carecen de ética, y cuando
se trata de sus caprichos y conveniencia personal, dejan de ser compañeros,
pues en realidad nada les importa.
A
este le encanta que lo crean muy religioso y hombre de fe. Es un fanático de las apariencias y todo
aquello que le dé relevancia ante la comunidad.
Le gusta que lo crean confiable,
padre ejemplar, marido devoto, hombre de honor y de palabra, aunque estas cosas
nada signifiquen para él, pero que le sirven para controlar la voluntad de los
demás, incluyendo a sus familiares.
Matará si es preciso, para mantener la fachada de que es un ciudadano de
altos quilates. Miles, millones de
pillos sicópatas, hacen berrinches públicos alegando que son honestos, y con
todo el desparpajo del mundo, juran ante Dios y Jesucristo o la Virgen de los
Ángeles (objetos en los que tampoco suelen creer) que son inocentes de las calumnias que les han levantado.
Otro
de los grandes mitos sociales que hemos creado para controlar es el de la maternidad.
Recuérdese que la tendencia hacia la
manipulación es un fuerte indicio de diversas sicopatías. Y es por eso que el papel de ser madre se ha
ponderado de manera tan exagerada que va desde su valor social y humano, hasta
la divinidad de María. Este mito es tan
poderoso y excelso, que infinidad de mujeres jamás logran identificarse con él,
es decir, con la magnificencia del personaje al cual aluden todos los cuentos machistas
que se refieren a la maternidad. Nunca
olvidaré una anécdota que viví en una fiesta del día de la madre, después de
que un varón hizo un panegírico hermosísimo de la condición casi sublime de las
madres. Entonces, una joven y moderna
mamá que estaba detrás de mí, le dijo a una colega: “Yo no sabía que éramos tan carga”.
Estimados
lectores: piensen en este asunto sin apasionamientos distorsionadores y así,
talvez podamos encontrar algunas explicaciones a estas dudas nacidas al calor
de esas desviaciones de la personalidad.
Y recuerden, todos somos locoides en alguna medida… no lo olviden ni
traten de engañarse.
Fraternalmente
RIS rhizaguirre@gmail.com
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