sábado, 25 de abril de 2015

677 La vida post mortem



677   LA CHISPA                           
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA VIDA POST MORTEM,   ¿QUÉ OFERTA PREFIERE USTED?
            Cualquiera es buena, siempre que aceptemos el hecho de que en relación con la muerte nadie SABE NADA.  Creemos lo que nos gusta y que, de alguna manera satisface nuestras aspiraciones y miedos, pero acerca de lo cual no tenemos certeza alguna.  Cada grupo religioso ha inventado su propio programa para atraer fieles con las mejores ofertas paradisíacas.  Después de todo, jamás se toparán con el problema de que alguien les haga un reclamo por “false advertisement”.   Así que pueden prometer lo que sea sin limitación alguna, incluyendo vida eterna para gozar hasta hartarse de todos los placeres de una vida llena de gozo inefable en compañía de la familia y las mejores personas que hayan sido parte de nuestro círculo de amistades.  Pero la verdad es que NADIE nos puede dar la menor prueba de semejante Paraíso.  Y aunque la idea tiene millones de defensores furiosos, esta no es más que la expresión de un anhelo muy querido.  No importa la intensidad de nuestras convicciones; estas no convierten esos sueños en REALIDAD.  Pero una cosa sí es verdad: NO existe prueba científica alguna de la existencia de tales sitios ni de la condición de los muertos en ella.   La fe y las creencias NO SON PRUEBAS.  Solo la manifestación vehemente de nuestros deseos de una mejor vida.
            Por desgracia, la literatura que hay al respecto es bastante pobre; solo la cristiana ha sido enriquecida fuera de toda proporción con los propósitos más deleznables: búsqueda de poder y dominio sobre las masas son algunos de ellos.  La supuesta capacidad de curas y pastores para enviarnos al cielo o al infierno es un arma poderosa que produce inmensos beneficios a los que la poseen.   Solo es cuestión de que la gente se trague esos cuentos y, ¡listo!, están en manos de sus guías espirituales.   Y como la teoría general es tan absurda como bella, su aceptación está casi asegurada.   Es perfecta siempre y cuando todo se mantenga dentro del ámbito de la fe, y que no intervenga la RAZÓN.   Aunque la Biblia NO trata este asunto ni nos habla de infierno alguno, el Nuevo Testamento sí lo explotó como elemento intimidatorio para que la gente aceptara a Cristo y se portara bien.   En principio solo tenía fines educativos y morales, pero luego se fue desfigurando con las más aberrantes interpretaciones que la Iglesia hizo de esta argumentación.  Pero la cúspide de la trama se logró con Dante y su “Comedia”.   Allí quedaron sentadas las bases del mundo post mortem de las iglesias cristianas.   Y sin importar que creamos o no, después de leer al atormentado Alighieri, quedamos atemorizados para siempre, por el resto de nuestras vidas. 
            Tan fácil y barata es la oferta del Paraíso que nos hace la iglesia cristiana, que parece innecesario cualquier esfuerzo que hagamos para ser mejores personas.  Para “salvarnos” basta con arrepentirnos al final de nuestras vidas, aceptar a Cristo y llorar copiosamente.   Así nuestros pecados quedarán “más blancos que la nieve” como reza uno de los eslóganes más populares de esa gente.   Los hindúes no escribieron mucho al respecto; casi todo lo que dicen sus libros es sobre la Vida y el deber que tenemos con esta y el prójimo, todo resumido en la ley del karma como un continuo que abarca todo lo que ellos conocen como la Rueda de Samsara o ciclo de reencarnación.   Y al parecer, todo lo que podemos hacer para escapar de ella depende de lo que hagamos en nuestra vida física.  Lo que hace el individuo después del tránsito es algo que carece de importancia pues en nada altera lo que hizo en el mundo que ha dejado.   Y así, podemos deducir muchas cosas, pero todas siguen siendo especulaciones acerca de una religión de una complejidad extraordinaria.  El budismo no se ocupa de este asunto; para ellos todo termina con la aniquilación de la personalidad, lo cual significa el fin.  Así de simple.  El Islam participa de la idea cristiana y nos ofrece un paraíso lleno de huríes y todas las comodidades mundanas que podamos imaginar. 
            Es tan atractiva la idea de ese mundo post mortem humanizado y partícipe de cierta sensualidad, que ni siquiera los filósofos han podido apartarse por completo de esa creencia.  Con todas sus debilidades lógicas, continúa siendo muy atractiva y creíble.  Así que lo único que han tratado de hacerle es un maquillaje intelectualista que la haga tolerable a la razón.   Por su parte, los que más parecen saber del tema, los ocultistas, evaden de manera sistemática cualquier definición o explicación de cuál es la situación de los muertos, si es que estos van a algún lugar o si se acomodan dentro de un estado de consciencia.   Nunca se han atrevido a dar una respuesta acerca de lo que es el mundo de los muertos y cuál es la condición verdadera de los muertos.  No las fantasías ni las explicaciones agradables, sino la verdad.  Si es que hay alguna al respecto.  Aquí se sigue el principio de que es preferible el halago a la realidad ya que, después de todo, ningún muerto puede reclamar.
            Los creyentes hilvanan todo tipo de fantasías placenteras al respecto, incluso abrazan entusiasmados la abominable teoría del perdón de los pecados para garantizarse esa vida eterna que les han prometido sus religiones.  Su teoría puede ser muy fuerte y bien respaldada por la fe de millones, pero sigue siendo solo un deseo carente de pruebas.  Solo un bonito sueño.  Y por su parte, a los ateos les encanta la idea de la aniquilación budista porque así no corren el paradójico riesgo de enfrentar aquello en lo que no creen.  Así, su posición es mucho más consistente con la realidad que podemos palpar en el mundo físico.  Los muertos no vuelven; esa es una verdad irrebatible.  No importa lo que creamos o cuáles sean nuestros deseos o lo poderosa que pueda ser nuestra fe.  El que se fue… se fue.  Y desaparecen del todo, o cruzan un umbral de una sola vía que los ubica en un mundo del que no tenemos noticia alguna ni sabemos cuál es su propósito.  Solo conocemos la explicación de los poetas, mitólogos o religiosos.   Todas agradables o no, pero indemostrables.
            ¿Cuál oferta prefiere usted?  ¿La de ese cielo dudoso lleno de ángeles y gente buena tocando arpa y alabando por toda la eternidad a ese extraño dios que goza con la adulación?   ¿O la sencilla desaparición?   Cualquiera que sea su elección no importa, lo que cuenta es cómo ha decidido vivir su vida con la mayor plenitud posible, pues esa es la única realidad con la que puede contar.   Viva feliz, sin remordimientos, sin excesos y sin joder a los demás.   Después… ya veremos…       
            Fraternalmente
                                        RIS                                   E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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