677 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA VIDA POST MORTEM, ¿QUÉ OFERTA
PREFIERE USTED?
Cualquiera
es buena, siempre que aceptemos el hecho de que en relación con la muerte nadie
SABE NADA. Creemos lo que nos
gusta y que, de alguna manera satisface nuestras aspiraciones y miedos, pero
acerca de lo cual no tenemos certeza alguna.
Cada grupo religioso ha inventado su propio programa para atraer fieles
con las mejores ofertas paradisíacas.
Después de todo, jamás se toparán con el problema de que alguien les
haga un reclamo por “false
advertisement”. Así que pueden prometer lo que sea sin
limitación alguna, incluyendo vida eterna para gozar hasta hartarse de todos
los placeres de una vida llena de gozo inefable en compañía de la familia y las
mejores personas que hayan sido parte de nuestro círculo de amistades. Pero la verdad es que NADIE nos puede dar la menor prueba de semejante Paraíso. Y aunque la idea tiene millones de defensores
furiosos, esta no es más que la expresión de un anhelo muy querido. No importa la intensidad de nuestras
convicciones; estas no convierten esos sueños en REALIDAD. Pero una cosa sí
es verdad: NO existe prueba científica
alguna de la existencia de tales sitios ni de la condición de los muertos en
ella. La fe y las creencias NO SON PRUEBAS. Solo la manifestación vehemente de nuestros
deseos de una mejor vida.
Por
desgracia, la literatura que hay al respecto es bastante pobre; solo la
cristiana ha sido enriquecida fuera de toda proporción con los propósitos más
deleznables: búsqueda de poder y dominio sobre las masas son algunos de
ellos. La supuesta capacidad de curas y
pastores para enviarnos al cielo o al infierno es un arma poderosa que
produce inmensos beneficios a los que la poseen. Solo es cuestión de que la gente se trague
esos cuentos y, ¡listo!, están en manos de sus guías espirituales. Y como la teoría general es tan absurda como
bella, su aceptación está casi asegurada.
Es perfecta siempre y cuando todo se mantenga dentro del ámbito de la
fe, y que no intervenga la RAZÓN. Aunque la Biblia NO trata este asunto ni nos habla de infierno alguno, el Nuevo Testamento sí lo explotó como
elemento intimidatorio para que la gente aceptara a Cristo y se portara
bien. En principio solo tenía fines
educativos y morales, pero luego se fue desfigurando con las más aberrantes
interpretaciones que la Iglesia hizo
de esta argumentación. Pero la cúspide
de la trama se logró con Dante y su “Comedia”. Allí quedaron sentadas las bases del mundo
post mortem de las iglesias cristianas. Y sin importar que creamos o no, después de
leer al atormentado Alighieri,
quedamos atemorizados para siempre, por el resto de nuestras vidas.
Tan
fácil y barata es la oferta del Paraíso que nos hace la iglesia cristiana, que
parece innecesario cualquier esfuerzo que hagamos para ser mejores
personas. Para “salvarnos” basta con arrepentirnos al final de nuestras
vidas, aceptar a Cristo y llorar copiosamente.
Así nuestros pecados quedarán “más
blancos que la nieve” como reza uno de los eslóganes más populares de esa
gente. Los hindúes no escribieron mucho
al respecto; casi todo lo que dicen sus libros es sobre la Vida y el deber que tenemos con esta y el prójimo, todo resumido en
la ley del karma como un continuo
que abarca todo lo que ellos conocen como la Rueda de Samsara o ciclo de reencarnación. Y al parecer, todo lo que podemos hacer para
escapar de ella depende de lo que hagamos en nuestra vida física. Lo que hace el individuo después del tránsito
es algo que carece de importancia pues en nada altera lo que hizo en el mundo
que ha dejado. Y así, podemos deducir
muchas cosas, pero todas siguen siendo especulaciones acerca de una religión de
una complejidad extraordinaria. El
budismo no se ocupa de este asunto; para ellos todo termina con la aniquilación de la personalidad, lo
cual significa el fin. Así de
simple. El Islam participa de la idea
cristiana y nos ofrece un paraíso lleno de huríes y todas las comodidades
mundanas que podamos imaginar.
Es
tan atractiva la idea de ese mundo post mortem humanizado y partícipe de cierta
sensualidad, que ni siquiera los filósofos han podido apartarse por completo de
esa creencia. Con todas sus debilidades
lógicas, continúa siendo muy atractiva y creíble. Así que lo único que han tratado de hacerle
es un maquillaje intelectualista que la haga tolerable a la razón. Por su parte, los que más parecen saber del
tema, los ocultistas, evaden de manera sistemática cualquier definición o
explicación de cuál es la situación de los muertos, si es que estos van a algún
lugar o si se acomodan dentro de un estado
de consciencia. Nunca se han
atrevido a dar una respuesta acerca de lo que es el mundo de los muertos y cuál es la condición verdadera de los
muertos. No las fantasías ni las
explicaciones agradables, sino la verdad.
Si es que hay alguna al respecto.
Aquí se sigue el principio de que es preferible el halago a la realidad
ya que, después de todo, ningún muerto
puede reclamar.
Los
creyentes hilvanan todo tipo de fantasías placenteras al respecto, incluso
abrazan entusiasmados la abominable teoría
del perdón de los pecados para garantizarse esa vida eterna que les han
prometido sus religiones. Su teoría
puede ser muy fuerte y bien respaldada por la fe de millones, pero sigue siendo
solo un deseo carente de pruebas. Solo
un bonito sueño. Y por su parte, a los
ateos les encanta la idea de la aniquilación budista porque así no corren el
paradójico riesgo de enfrentar aquello en lo que no creen. Así, su posición es mucho más consistente con
la realidad que podemos palpar en el mundo físico. Los
muertos no vuelven; esa es una verdad irrebatible. No importa lo que creamos o cuáles sean
nuestros deseos o lo poderosa que pueda ser nuestra fe. El que se fue… se fue. Y
desaparecen del todo, o cruzan un umbral de una sola vía que los ubica en
un mundo del que no tenemos noticia alguna ni sabemos cuál es su
propósito. Solo conocemos la explicación
de los poetas, mitólogos o religiosos.
Todas agradables o no, pero indemostrables.
¿Cuál
oferta prefiere usted? ¿La de ese cielo
dudoso lleno de ángeles y gente buena tocando arpa y alabando por toda la
eternidad a ese extraño dios que goza con la adulación? ¿O la
sencilla desaparición? Cualquiera que
sea su elección no importa, lo que cuenta es cómo ha decidido vivir su vida con
la mayor plenitud posible, pues esa es
la única realidad con la que puede contar.
Viva feliz, sin remordimientos, sin excesos y sin joder a los
demás. Después… ya veremos…
Fraternalmente
RIS E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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