sábado, 18 de abril de 2015

823 El cielo, purgatorio e infierno



823    LA CHISPA                                                                                      
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL CIELO, PURGATORIO E INFIERNO
            Las teorías acerca de la vida post mortem planteadas por las religiones occidentales, suelen ser de lo más agradables y, por lo tanto, aceptables por las muchedumbres, pues ¿qué cosa puede ser más fácil y apetecible que el amoral dogma del perdón de los pecados por medio de la contrición final?  Esta es una garrocha que las iglesias le ofrecen al feligrés para que pueda saltarse el purgatorio y el infierno y caer derechito en el cielo, a la diestra de Jesucristo, Dios y la virgen María.  Toda la responsabilidad moral que DEBE tener el individuo, queda nulificada mediante esta treta que se encuentra al alcance de todos; y solo se necesita tener alguna vislumbre de la aproximación de la muerte, para que podamos hacer uso de ella y entrar al paraíso: libres de culpas, pecados y deudas contraídas con nuestro prójimo.  Como “el buen ladrón” del Nuevo Testamento.  La lección que nos da esa afirmación es que podemos matar, violar, pecar y, si tenemos la suerte de presentir la muerte y arrepentirnos antes de que esta nos capture, vamos al cielo limpios de todo mal.   Así, pues, todo se resuelve con solo estar atentos a la proximidad de “la Pelona” para poner las barbas en remojo y arrepentirnos.  Pero… hay un pero, y bien grande.  ¿Creen ustedes que pueda ser tan fácil alcanzar la gloria y el privilegio de estar a la diestra de Dios con solo renegar de todos los males que hemos cometido?  
            Entonces, ¿qué sería de aquello que “Con la vara que midieres serás remedido”?  O del “ojo por ojo y diente por diente”.   Ley de compensación o Karma, como le llaman los orientales.   Pero a despecho de lo censurable que pueda ser este método de ingreso al cielo, el mundo post mortem de los occidentales tiene una serie de dificultades insuperables a la luz de la lógica o del sentido común.  ¿Cómo se acomodan CIEN MIL MILLONES DE PERSONAS alrededor de un punto focal o Dios?  Los problemas “técnicos” de esta relación son infinitos porque, ¿cómo se comunicarían?  ¿Cómo escucharían la palabra o las órdenes de Dios los que se encuentren en la periferia?  Claro que sin la milagrería con la cual los pastores suelen resolver todo.  O con la consabida frase de que: “Para Dios todo es posible”.   Además, ¿cuál sería el propósito de esa reunión y cuánto duraría?  ¿TODA LA ETERNIDAD?   ¿Y habría gente que aguante toda la ETERNIDAD dedicada a una actividad tan sin sentido como es estar cantando y alabando al Señor por los siglos de los siglos sin fin?
            Piensen en este número: cien mil trillones de trillones de años multiplicados por un billón de cuatrillones elevados a la trillonésima potencia. Una monstruosidad de años; sin embargo, ese número resultante es una insignificancia si lo comparamos con la ETERNIDAD.   Así que piénselo bien cuando aspire a estar toda la ETERNIDAD tocando arpa, cantando y alabando a Dios.  ¿Cree usted estar preparado para semejante actividad?  Lo mismo aplica para su residencia en el Infierno.  La Eternidad es igual al Infinito, conceptos que resultan incomprensibles para la mente del hombre.  Este no puede hacerse la menor idea de lo que es el Infinito o Dios, como para asignarle actitudes y gustos tan reprobables y humanos como el deseo de ser alabado por una turba.  Dios no pide ni necesita de la servil e inútil adoración de los humanos.  Ese mundo que nos ofrecen las religiones de occidente, nunca ha sido bien analizado en todos sus alcances, por aquellos que tienen la pretensión de colarse en él.  Vean que la permanencia allí no es de mil años, o cien mil, lo cual ya resulta abrumador; ni un millón de años, ni un billón o trillón de ellos.  Es toda la ETERNIDAD, y eso resulta insoportable a la mente del hombre ordinario.  Por eso resulta más lógica la teoría de la reencarnación con sus periódicos olvidos, pues una simple vida normal genera tantos y tan dolorosos recuerdos, que se convierte en un verdadero suplicio que solo la muerte y el olvido pueden mitigar piadosamente.
            Entonces ¿cuál es la verdad que subyace en el mundo de los muertos que nos plantean las religiones?  ¿Hay quienes van al Infierno por toda la ETERNIDAD?  Y aunque el Purgatorio es un lugar de paso (purificación), ¿cuál es el tiempo que se permanece allí?  ¿Y cómo funciona, quién lo dirige y administra: Dios o el Diablo?  Hay miles de preguntas que las religiones NO PUEDEN dar a los feligreses sin poner en riesgo de desplome subitáneo, todo el andamiaje de fantasías que han creado para atraer clientela.  El cielo de los occidentales carece de lógica y sentido común, pues el hombre ordinario de nuestra humanidad NO está capacitado para ese tipo de vida que nos proponen las iglesias.  Sobre todo, con términos que tienen que ver con absolutos como la Eternidad, concepto implicado tanto en el Infierno como el Cielo.
            Lo primero que deberíamos evitar es establecer juicios acerca del mundo de los muertos, basados en nuestra realidad y manera de percibir las cosas de acuerdo con nuestros sentidos físicos.  Recuerden que los muertos NO TIENEN ojos.  Entonces, es obvio que la percepción de ese plano será enteramente distinta.  De acuerdo con la lógica, no podremos “gustar, oler, tocar u oír”.  Ni siquiera “ver” en la forma como lo hacemos en vida.  Y es seguro que sin aparato fonador, no podremos emitir sonido alguno.  Sin suposiciones acomodaticias ni explicaciones milagreras, parece que los muertos solo son entidades solitarias envueltas en un capullo inconexo con el ambiente real que los rodea; ensimismados en sus propios pensamientos mientras esta facultad les dura.  Luego, tiene que venir el olvido y la nada.  Solo es cuestión de tiempo
            En fin, los cuentos del cielo, purgatorio e infierno, parecen ser solo distorsiones exageradas de un proceso natural que siguen todos los muertos y que, según su carácter y conocimientos, afrontan con más o menos sufrimiento.  El Infierno teológico con su ridículo Diablo de opereta, es solo un invento de mentes insanas.  El purgatorio sí puede ser una alternativa razonable.  Y el cielo, una ficción de la mente, aunque real para el que experimenta esa sensación de plenitud.  En todo caso, debemos ser flexibles ante las opciones que nos plantea la muerte, desde la desaparición total, hasta la posibilidad de un cielo esplendoroso; sin dejar de pensar en todos los puntos intermedios y posibilidades de una “vida” post mortem con sus peculiaridades que, no necesariamente deben ser iguales a la vida física.                                 ¿Usted qué cree?
            Con afecto
                                   RIS                       E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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