jueves, 23 de abril de 2015

704 La pena de muerte



 704    LA CHISPA                                      
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PENA DE MUERTE
            Ahora que están de moda ciertas tendencias populares, los políticos sacan ventajas de  ellas y se anotan como devotos de esas actividades: Greenpeace, las mujeres presidentas, la preocupación por la calentura del planeta, la lucha contra el aborto, los derechos humanos   Es por eso que la idea de aprobar la pena de muerte es algo que los horroriza, pues tan solo hablar de ese tema tan espinoso puede hacerlos perder votos y popularidad.  Pero resulta que aquí hay una confusión terrible.  Los derechos humanos son un privilegio de los HUMANOS y no de los que, por sus acciones viles, han abandonado esa condición; quienes actúan como monstruos de la peor calaña, no pueden aspirar a un trato caritativo.  Hablar sobre derechos NO se refiere exclusivamente a los de los asesinos.  Pero así parece que lo entienden los políticos y ciertos grupos de desubicados.  Quienes actúan como bestias NO SON HOMBRES y por tal, no tienen derecho alguno.  Un criminal que ajusticia fríamente a una persona para robarle una cadena, un celular o una bicicleta, no es un ser humano.  Ha renunciado a pertenecer a la sociedad y con eso, a los derechos que esta tiene.  Alguien que viola, humilla y asesina brutalmente a una mujer o un niño merece la PENA DE MUERTE.                                         
Eslogan:  “Tendremos mano firme contra la delincuencia”    ¿Les parece conocido?
            Es por culpa de esas modas mal entendidas, que la aprobación de PENA DE MUERTE se ha ido postergando; y mientras los gobiernos y Cámaras Legislativas actúen con la vista puesta en el clientelismo, el crimen seguirá creciendo sin límite.  Llegará el día en que nadie pueda salir a las calles y el hampa reine intocable en nuestras comunidades.  Cuando todos seamos rehenes de los bandidos y tengamos que pagar para vivir, habremos llegado al final de esta ruta que han elegido los políticos: proteger solo los derechos de los asesinos y, por añadidura, los de los delincuentes políticos.  Todo lo han revuelto en la misma canasta y nadie se atreve a jalarle los bigotes al gato.  Mezclan el tema de los pillos comunes con el aborto, y equiparan a estos con los niños nonatos.  Pero ese no es el caso, y no deben ligarse como si se tratara de lo mismo.  El aborto es una cosa diferente que trata sobre decisiones morales que involucran a seres indefensos que no han hecho mal alguno a nadie.  En cambio, el crimen como azote social es una conducta maligna, reiterativa, incorregible, perversa y demencial.  Es la actitud continua de seres miserables sin ningún rasgo de personas, sin consideración alguna por sus víctimas.  Fieras incapaces de sentir misericordia por el dolor y el miedo de aquellos a los que asesinan y someten a humillaciones indecibles. 
            La cháchara de los derechos humanos ha servido para cobijar una serie de delitos que nada tienen que ver con los privilegios de las personas de bien. Al amparo de esta doctrina social, se ha convertido la alcahuetería con los criminales en tema de moralidad y remordimiento. Nos han hecho creer que un desgraciado que, por diversión y perversión, acaba con la vida de una persona, tiene derecho a que preserven la suya y lo traten bien en la cárcel y que, si es posible, se le ponga en libertad bajo palabra de buena conducta.  Para que se reinserte en la comunidad, se dice…  Ni siquiera se le dice reo o criminal, sino PRIVADO DE LIBERTAD.                                 “Estribillo político:     “Nos preocupa la seguridad ciudadana”
            La PENA DE MUERTE debe implantarse para que todos aquellos que planeen un crimen, sepan cuál es el castigo que les espera.  Es seguro que la idea del patíbulo constituirá un freno para muchos, pues no es lo mismo saber que las acciones criminales tienen la muerte como castigo, y no el goce de pasar unos cuantos años comiendo a costillas de la sociedad a la cual se ha ofendido.   La pena de muerte debe dejar de ser material político para convertirse en un instrumento severo de la Justicia.  Una herramienta en el combate cotidiano contra los antisociales que creen que su vida fácil debe ser costeada por las personas decentes.  Para disuadir a aquellos perversos que sintieron un menosprecio infinito por los derechos de sus víctimas; esos que ahora reclaman para ellos como si los merecieran.  Incluso la Biblia dice que: “Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida”.   Y no es el Nuevo Testamento, con su doctrina del perdón y poner la otra mejilla, el que va a anular la sabia decisión del Legislador.                      Nos preocupa la seguridad ciudadana”      ¿Han oído eso?
            Yo sé que mucha gente está en desacuerdo con esta tesis, pero antes de juzgar y opinar, mediten un momento; mejor aún, pónganse en el lugar del señor padre de la joven a la que esos asesinos violaron y mataron en días pasados.  Yo lo hice y todavía me siento horrorizado y lleno de rabia.  Por favor, cuando piensen en derechos humanos, no los focalicen en bandidos como esos.  Exijan derechos mínimos para esos millones de niños que mueren de hambre por todo el mundo, para los palestinos que son masacrados día a día; para los iraquíes que están siendo exterminados.  Para los cientos de miles de africanos que cruzan el Mediterráneo en busca de comida y que solo encuentran la muerte.  Esos sí tienen derechos que nadie les reconoce.   Los asesinos NO TIENEN DERECHOS HUMANOS.  Solo la obligación de pagar con sus vidas por los delitos cometidos en contra de la sociedad.  Es por eso que en las legislaciones se debe incorporar la pena de muerte como último recurso para tratar de frenar una criminalidad que ya no respeta nada y que no conoce límites.  El bandido sabe que en la cárcel tiene la posibilidad de un perdón, una amnistía o la fuga.  Esta alimaña que ha cruzado el umbral de la maldad no tiene redención alguna.  Eso lo saben muy bien los sicólogos y funcionarios de los penales.  Los malos pueden simular conductas, convertirse a la religión y volverse predicadores de la Biblia, pero ese solo es un disfraz.   La mala levadura NO DESAPARECE en la cárcel.  Solo en la tumba, único lugar en donde se pierde la capacidad para dañar a los seres humanos.  Después de todo, las intenciones de muchos inquisidores no eran tan malas…
            La pena de muerte no es la panacea, pero eso sí, es un poderoso elemento y disuasivo en la lucha que por la supervivencia puede utilizar la sociedad.  Una gran ayuda para conservar un estilo de vida decente y seguro para todos sus miembros que hacen honor a la condición de personas de bien.
            Pesimísticamente                                                                     (¿Cómo anda este asunto en su país?)
                                         Ricardo Izaguirre S.                                           E-mail:  rhizaguirre@gmail.com



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