lunes, 6 de abril de 2015

55 "El absurdo de la primogenitura bíblica"



55   LA CHISPA            

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

EL ABSURDO DE LA PRIMOGENITURA BÍBLICA.

            La forma como opera el programa doctrinario sobre la mente de los feligreses, sí que es un verdadero misterio bíblico y sicológico, pues de ninguna manera es posible explicarse, racionalmente, cómo es que ciertos auténticos disparates dichos en ese libro, se convierten en VERDADES DE REVELACIÓN en las cabezas de infinidad de bibliómanos.  ¿Cómo funcionan esos mecanismos alienantes en los cerebros de los feligreses?  ¿Cómo es que personas inteligentes crean como “cosas de Dios”, los despropósitos que esos ignorantes y malintencionados rabinos consignaron en su literatura sagrada?  Está bien que un creyente establezca una duda razonable sobre cuestiones metafísicas que están más allá de una demostración práctica o científica; y en este caso es válido creer o no en cualquier enunciación religiosa, ya que eso cae dentro del campo de la fe.  Se puede creer o no en la vida en el más allá o en la inmortalidad del espíritu, pues eso está fuera del alcance de una verificación física y aun dialéctica.  No hay posible comprobación de la realidad de esos fenómenos desde la perspectiva  estrictamente materialista o científica.  Y en estos casos la elección en uno u otro sentido es válida, porque bien sea que creamos o no en la existencia del alma, no hay manera física de probar ninguna de ambas proposiciones.  Allí también entran la fe, y creer o no, es cuestión personal y absolutamente respetable.  Pero otra cosa es creer en afirmaciones descabelladas cuya falsedad es evidente incluso para un retardado mental.  Y ese es el famoso caso de la primogenitura que Esaú le vendió o cambió a Jacob por un plato de lentejas.  Solamente la bibliomanía es capaz de acomodar en la cabeza de un creyente, como cosa cierta, semejante necedad.
            En el capítulo quince, versículo treinta y tres Génesis (15: 33) se nos explica la manera cómo Esaú vendió la primogenitura a su hermano menor por un plato de guiso o lo que fuera.  Ese cuento es tan ridículo, que nos sentimos ofendidos por esas majaderías que los creyentes modernos pretenden presentar como historia sagrada, pues cualquiera que tenga un gramo de cerebro, sabe que la primogenitura es una propiedad no negociable.  Lo mismo que no lo es el color de la piel, la forma del cráneo o la inteligencia; incluso un idiota sabe que no es posible “vender” el talento o la pigmentación propia; pero suponemos que la moraleja que el hagiógrafo quería derivar de ese absurdo suceso es que Esaú era un individuo indigno de tal posesión, ya que no había tenido reparo en deshacerse de algo tan valioso, a cambio de un miserable plato de frijoles, sopa o guiso.
            Ya conocemos la trama en la que participaron Jacob y Rebeca para robarle a Esaú la bendición que le correspondía como primogénito.  También nos enteramos de que ese acto desvergonzado contó con la aprobación tácita de Yavé.  Y desde luego, sabemos que el hombre Rojo se había casado con las mujeres hititas y, con eso (según el hagiógrafo) se había perdido la pureza de la estirpe de Abraham.  De esa poco sutil manera, el cronista encontró que era mejor trasladarle la primogenitura y bendición al hijo que habría de continuar con la raza babilónica incontaminada (iraquí si fuera en este tiempo).  Y nada importaron los métodos tan poco honestos de los que se valió, pues como diría Maquiavelo muchos siglos después: “El objetivo le da validez a los procedimientos”.  Incluso puso en boca de Rebeca una amarga queja ocasionada por el matrimonio de Esaú con las narizonas hititas, lo que resulta sumamente sospechoso, pues esta señora babilonia no había tenido empacho alguno para confabularse con Jacob con el propósito de despojar a su hijo Rojo de los supuestos privilegios de la primogenitura.
            “Me pesa la vida a causa de las hijas de Het; si Jacob toma mujer entre las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero vivir?” (Gén. 27:46).
            Nótese en este versículo bíblico, el clásico estilo literario que los poetas helenos utilizaban en sus tragedias, pues en esa expresión que los hagiógrafos pusieron en boca de Rebeca, nos parece estar escuchando a Electra, Antígona, Hécuba o a la Helena de Eurípides, el gran maestro de los plagiarios bíblicos.  Oigamos a la heroína de la tragedia de Troya:
            “...Y esa esperanza ahora la perdí para siempre.  ¿PARA QUÉ VIVO?  ¿A qué destino esperando estoy?  ¿Otro matrimonio?   Ese Eurípides copión...
            Una reflexión final sobre el asunto de la primogenitura y la bendición.  Para el lector fanático de la Biblia, algunas necedades que esta sostiene, constituyen verdades irrebatibles que no deben ser sometidas a la menor especulación por absurdas que sean.  El caso de la primogenitura es una de ellas.  ¿Ha pensado algún bibliómano en lo que tal posesión significa?  La primogenitura es, sencillamente, ser el mayor de una camada de hermanos; el que nace primero es el primogénito.  Para cualquiera que tenga un adarme de sesos, debería serle claro que tal condición o privilegio (si fuera tal) es absolutamente intransferible.  SI UN HERMANO ES EL MAYOR, ES EL PRIMOGÉNITO, Y NO PUEDE VENDER, CAMBIAR O RENUNCIAR A ESA CONDICIÓN DE NINGUNA MANERA, NI SIQUIERA MURIÉNDO porque si se muere, con él se va la primogenitura.  Tampoco es heredable, como para decir que el segundo hermano se convertirá en primogénito a partir de la muerte del primero.  Y solamente un alienado puede afirmar lo contrario, una vez que se haya hecho algún razonamiento sobre el asunto.  Por lo tanto, la maniobra fraudulenta del hagiógrafo que puso a Esaú a vender esa “posesión”, no es más que una patraña inventada por personas malintencionadas, ignorantes e incapaces de hacer la mínima reflexión acerca de ese tema, y que solo tenían como objetivo el aspecto doctrinario de la cuestión.  Jacob no pudo, pues, haberse convertido jamás en el primogénito de Isaac, por más que las oscuras mentes de los hagiógrafos así lo hayan concebido, y aun cuando millones de creyentes en la Biblia apoyen esa cavernícola afirmación.   El acuerdo común de una multitud de necios sobre un asunto falso, no lo convierte en verdadero.  Así que, a pesar de lo que puedan sostener los bibliómanos del mundo entero, Esaú continuó siendo el primogénito de Isaac, como Ismael lo fue de Abraham, aunque mal les pese.
            Los diccionarios dicen que “bendecir” es decir bien de algo o de alguien.  De manera que de acuerdo con esa definición, tenemos la capacidad ilimitada para bendecir a quien nos dé la gana cuantas veces queramos.  Sin embargo, el lector irreflexivo de la Biblia hace extrañas suposiciones que no están fundamentadas más que en la presunción de sentido, pues ni la misma Escritura crea limitación alguna en relación con la libertad y capacidad que tenemos para bendecir a quien nos plazca.  Veamos el objetivo de este razonamiento.  Cuando Jacob le “robó” la bendición a su hermano Rojo (Esaú), este se fue donde su padre y le pidió que le diera otra a él, pero Isaac (el hagiógrafo) se negó a hacerlo aduciendo que ya esta había sido conferida al Suplantador (Jacob).  Analicemos este fenómeno sicológico tan interesante, pues para la mente plana del bibliómano, la bendición --que no es más que un deseo afectuoso-- se ha materializado en una especie de objeto que una vez que se ha entregado a alguien, se ha perdido para siempre y no puede repetirse.  Tal forma de ver las cosas no es más que una simpleza complicitaria con la mala intención del rabino, quien bajo ninguna circunstancia quería que el hermano Rojo recibiera algún beneficio de su progenitor.  El egoísmo característico del “pueblo elegido”, que es incapaz de compartir algún bien con quien no pertenezca a su tribu.  Bien sabemos que Isaac pudo haberse retractado de su acción anterior y haberle conferido a su legítimo dueño la bendición que le correspondía.  Sin embargo, eso iba en contra de la voluntad del colegio de rabinos de Caldea y, por lo tanto, el patriarca tenía que negarse a la petición de su hijo Rojo.
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                                   Fraternalmente
                                                              RIS                                                        
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blog  “LA CHISPA”:              http://lachispa2010.blogspot.com/

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