martes, 21 de abril de 2015

799 ¿Para qué sirven las religiones?



799    LA CHISPA                                
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿PARA QUÉ SIRVEN LAS RELIGIONES?
            ¿La verdad?  ¡Para nada!  O muy poco.  A lo sumo de consuelo, si quieren verlo así; pero servir, servir… para nada.  Hay muchos argumentos, desde luego, mucho bla, bla, bla, falsa filosofía, conformismo, ilusiones, promesas y promesas, fantasías y todo tipo de historias de lo más disparatadas e increíbles.  Irrealidad y apaciguamiento, indolencia disfrazada de fe, y confianza en seres míticos que habrán de resolver nuestros problemas si nos portamos bien.  Pero ¿qué hay de REALIDAD en todo eso?  Nada.  ¿De qué les ha servido a los millares de ilusos que han muerto en nombre de la fe?  ¿De qué le sirvió a tanta gente que murió en el Coliseo de Roma, o a los innumerables mártires de la Iglesia?  ¿O a los cientos de miles de personas que murieron en las Cruzadas?  De nada.  Millones de personas mueren de hambre en todo el mundo, llenos de fe y rogando a las más diversas deidades para que se apiaden de ellos.  Un millón de iraquíes han muerto por mano de los gringos sin que su dios haya movido ni un dedo por esa gente.  Decenas de millones de personas murieron en todas las guerras con la convicción de que Dios estaba con ellos y que los libraría de la muerte y de todas las tragedias que son la consecuencia de aquellas.  Aparte de las leyendas, JAMÁS se ha visto la participación de alguna divinidad a favor de los justos y creyentes.  NUNCA.  Siempre son los malos los que ganan; todo depende de quién tenga más y mejores armas y no de los dioses.  Pero lo más contradictorio es que muchas guerras se libran entre creyentes del mismo dios, y ambos bandos suponen que ellos van a ganar porque son los “buenos”. 
            Si usted tiene una enfermedad terminal, muere; no importa cuánta fe tenga o a cuántos dioses les rece.  Tampoco a qué religión pertenezca, muere.  Y eso lleva a la duda, desengaño, dolor y pérdida de fe por parte de los deudos y el mismo muerto.  Hay quienes ofrecen su propia vida a cambio de la de un ser querido (hijo, madre, hermano) y de nada sirve.  El que tiene que morir, muere.  No existe ese tipo de milagros, aunque la gente guste de esa fantasiosa posibilidad.  Tampoco nos ganamos la lotería por ser creyentes; ni nos aparece una buena esposa o marido porque somos religiosos.  Ni obtenemos una casita o un empleo porque vamos a misa todos los domingos.  Eso sucede porque tiene que suceder o porque nos empeñamos en conseguirlo mediante los métodos normales y posibles a todos.  Sin magia, majaderías ni supersticiones religiosas.  Nadie hace plata solo porque es católico, evangélico, musulmán, judío o budista; la hace porque trabaja y tiene voluntad y el suficiente talento para acumular fortuna.  O a veces, un poco de suerte, un imponderable que no se puede medir.   Entonces, parece que las religiones de nada SIRVEN. 
            Así que más bien, tenemos que preguntarnos ¿para qué podrían servir las religiones?  Entonces la respuesta sería sencilla: para enseñarnos a vivir de acuerdo con la realidad presente en este mundo de carne y hueso.   Para decirnos que la Vida que tenemos es un milagro único y bellísimo, y que debemos aprovecharla al máximo viviéndola con la mayor intensidad posible.  Día con día, minuto a segundo…  Las religiones deberían ser liberadoras en lugar de castrantes organizaciones reclutadoras de esclavos y serviles de deidades que nadie conoce ni tiene la certeza de su existencia ni siquiera subjetiva.  Tendrían que resaltarnos el compromiso que tenemos con nosotros mismos, nada más, y no con dioses inventados que nunca veremos porque carecen de realidad.   Deberían alejarnos de la malsana idea de desperdiciar nuestras vidas en aras de una enfermiza fantasía post mortem que a nadie le consta.  Deben librarnos del remordimiento y los complejos de culpa por cosas que no hemos hecho y de las que no somos responsables, como el llamado “pecado original” que nos obliga con una deuda impagable, por un delito que cometieron otros.  Como la deuda externa de la América Latina.
            Las religiones están obligadas a llenarnos de alegría diciéndonos que somos dioses y no gusanos que deben arrastrarse ante supuestas deidades que disfrutan viéndonos reptar como lombrices.  Deben enseñarnos a ser dignos y orgullosos de lo que somos; prepararnos para ser combativos y no conformistas ante la injusticia, ni a esperar a que las cosas se arreglen en el cielo.  O cuando regrese Jesucristo.  Y lejos de ser cómplices de los sistemas políticos, las religiones TIENEN que ser las abanderadas de todas las revoluciones que conduzcan a la realización plena del Hombre.  ¿Y qué es esa realización?  Pues disfrutar de todo aquello que llena de gozo el espíritu (o el cuerpo, si aquel no existe).  Tener abundante y buena comida, ropa linda, casa, educación, salud, buenos vinos, pareja agradable y alegría permanente.  Entonces, y solo entonces, estaremos obligados a darles las gracias a los dioses.   Mientras tanto eso no se dé, rendirle pleitesía o cantos a un dios sordo y displicente, es una majadería que solo a las religiones se les ocurre.   Estas nos han conducido, como borregos, a la indolencia, a la inactividad y cero participación en la lucha por la supervivencia; nos han llevado a una tolerancia criminal en la que ni siquiera los animales caen.  Nos han convencido de que todo lo que sucede obedece a la voluntad de Dios y sus misterios, y que debemos tener paciencia y agradecerle por el cáncer que le dio a mi hermano, o por el hijito que se murió, o por la lepra que tengo.  O porque no tengo qué comer y me echaron de la casa.   A ese extremo llegan las idioteces religiosas.
            Las religiones tienen que ser organizaciones guerreras y guerrilleras que lideren “guerras santas” por el bienestar material de los hombres, por la felicidad y la abundancia, por las mujeres, por el whisky y las delicias de la mesa, por la buena ropa y las camas deliciosas con sábanas de lino y repletas de dulce y buena compañía.  ¿Y lo del cielo? … eso se arregla cuando lleguemos allá… si es que existe, y si es que llegamos.  Pero mientras tanto, debemos preocuparnos por lo que tenemos aquí, al alcance de la mano, y no por cosas ilusas de un mundo del que nadie tiene CONOCIMIENTO alguno.   Porque aparte de la fe, no existe prueba que nos demuestre que vale la pena privarse de una vida agradable y real, por una fantasía indemostrable.  En lugar de ser un lastre social, moral y espiritual, las religiones deben ser los motores del progreso humano en el sentido material.  ¿Qué hay de malo en querer vivir bien en este mundo, que es el único que conocemos y tenemos?
            Fiesteramente
                                  RIS        E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blog:     La Chispa           http://lachispa2010.blogspot.com/           con link a         Libros en Red
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