viernes, 17 de abril de 2015

75 ¿Qué pasa con nuestra música?



75                       LA CHISPA    
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ PASA CON NUESTRA MÚSICA?
      Confieso que nunca me ha gustado el cantante Rafael, ni casi nada de lo que canta; pero eso sí, aprecio su autenticidad como intérprete, su apego al español y a lo que es su identidad.  Una vez lo oí decir algo así: “Yo cantaré rock en inglés cuando Frank Sinatra cante flamenco (no es textual pero ese fue el espíritu de su respuesta).  Pero ¿qué pasa con la enorme mayoría de nuestros cantores, semi-cantantes y nulidades que hacen discos en inglés?  Todos quieren hacer el “cross over” aunque no sepan un carajo de inglés, y tengan que grabar como loros, como lo hizo Nat King Cole, sin saber una sola palabra en español.
      Antes de conquistar el mercado latino y afirmarse como estrellas de verdad, quieren hacer el cross over aunque solo sea para que los escuchen en inglés los latinos que viven en Estados Unidos.  Porque la verdad es que muy pocos gringos sienten algún interés por escuchar mequetrefes hispanos que no cantan nada, y que no pueden distinguirse en algún género específico de la música norteamericana.  El boom de Shakira es otra cosa, y su atractivo NO es lo que canta.
      La música rock es tan gringa, como el tango argentino, o dominicano el merengue.  Así que ¿cómo puede haber un latino roquero?  Eso es tan absurdo como que nos digan que hay un gringo salsero o que interprete rancheras.  La música es mucho más que notas, compases, ritmos y armonía; es una expresión del alma de cada pueblo, y se plasma en una forma característica y propia que no puede ser exportada como si se tratara de bananos o café.  Los latinos tenemos nuestra música auténtica que es una manifestación de nuestra idiosincrasia.  En cualquier parte de la América Latina, alrededor de una botella de licor, una “ranchera” arranca gritos de alegría genuina, sin importar que los individuos sean panameños, ticos o bolivianos.  El tango, a pesar de su europeísmo y universalidad, es el himno a la tristeza y el amor dolorido de todos los latinos.  La salsa, dondequiera que se dé, automáticamente hace vibrar nuestros cuerpos con movimientos convulsivos que solamente están impresos en el sistema nervioso de los latinos.  Algo así como un chip específico.  Es por eso que ni los gringos ni los europeos podrán jamás bailarla con el sentimiento nuestro.  Quizás puedan remedar los movimientos a base de mucha práctica, pero nunca podrán “sentirla”.  ¿Y por qué?  Porque es información genética que se graba en los nervios de la columna vertebral, y desde allí, circula hasta la punta de todos los dedos.  Por eso nuestra música se baila con las manos, caderas, cabeza, espalda, con la boca… con la sonrisa y el sudor.  En fin, con el alma.  Así es el flamenco, esa musiquita de alaridos, agresivas y sonoras guitarras, estampido de palmas y tacones; de un español que solo ellos entienden, y que nosotros tampoco podemos “sentirla” porque nace del alma de los gitanos.  Es una experiencia y expresión mística de ese pueblo, y quizás un poco de los peninsulares en general.
      El son nació en Cuba, apadrinado por la nostalgia de los negros y españoles marginados, dolor semejante y común de casi todos los latinos.  La cueca es el lamento del hombre que recorre a pie, a caballo o en carreta, los caminos polvorientos de América.  Es música para no morir de tristeza en la soledad de los recuerdos y el tiempo congelado.  La conga, el mambo, el cha cha cha, la rumba, la cumbia, la samba y sus mil variantes dentro de la enorme geografía del gigante sudamericano, son los antepasados comunes de las formas de expresión musical moderna de la América hispana.  Pero ¿qué papel puede jugar allí el rock?  ¿Qué tiene que ver con nosotros el rock?  Esa música estridente no nos dice nada; no hace contacto con nuestro mundo interior.  Es como el soul negro con los gringos blancos; les puede gustar, pero no los “toca”.  Así es el rock con nosotros; talvez nos aturda y provoque espasmos arrítmicos, pero ninguna respuesta emocional o del alma.  ¿Y por qué?   Porque NO ES NUESTRA MÚSICA.  Así de simple, por más que unos cuantos “culturizados” quieran hacernos creer lo contrario.  En la América Latina es una planta adventicia.  Es por eso que ciertos personajes de la farándula latina resultan patéticos.  Y es fácil imaginar la risa que les debe producir a los gringos, verlos haciendo piruetas y remedos de “roqueros”.  Algo así como lo que sentimos cuando vemos a un europeo o un norteamericano tratando de bailar un merengue o una lambada.  Esa locura del rock la iniciaron unos jóvenes argentinos (Soda Stéreo entre ellos) que, como dicen Cortés y Cabral, se sienten gringos.  Ellos formaron la vanguardia de lo que se ha dado en llamar “Rock Latino”, un engendro musical sin sentido alguno en nuestro medio, salvo para aquella parte de nuestra juventud que ya ha sido mediatizada musicalmente.  Otro de esa oleada de roqueros latinos, ya no tan joven, es un viejillo de apellido García (creo que Charlie), con un bigotito como el de Hitler, y que canta unos enredos tan estrafalarios como su personalidad artística.  Algunos dicen que es un genio de la música rock.  Tal vez así sea, y yo un extraviado musical.  También existe el ala roquera mejicana, la cual es todavía más ridícula que la de los argentinos, pues mientras estos son europeos, rubios y bonitos, los cuates de México, en su gran mayoría, son chichimecas que en nada se parecen a Esvis Presley, Rod Stewart o Bruce Springsteen.  Muchos de ellos, vestido de cuero, el pelo largo y las fajitas en la cabeza, son verdaderamente risibles y lastimosos.
      Hay un tal Miguel Ríos que, además de estar muy viejo para esas cosas, también se ve fuera de lugar en ese mundo musical que es, básicamente, propiedad de los gringos.  Hay varios más de estos especímenes y cuyos nombres no recuerdo, porque jamás he resistido oírles una canción entera (un rock) de las que entonan.  No sé qué cantan ni lo que dicen, ni si tendrá alguna trascendencia su “mensaje roquero”, pero me caen mal.  No por ellos, sino por lo que hacen con la música: claudicar artísticamente ante una cultura musical extraña que nada nos puede enseñar, que es ajena a nuestros sentimientos, y de la cual nada tenemos que envidiar.  Son malinchistas que, teniendo un campo casi infinito de raíces musicales propias y autóctonas, se han puesto a experimentar dentro de una tierra y un alma por completo ajena a su naturaleza, únicamente para tratar de ser aceptados por los gringos, mejor dicho, en su mercado.
      Pero entre todos esos especímenes, la peor es esa patética señora llamada Alejandra Guzmán, quien con sus poses y risotadas vulgares, su ropaje de circo y su voz ronqueta y disonante, es la caricatura perfecta de lo que NO debe hacerse en el campo musical.  Y no porque le restemos méritos como mujer, pues físicamente es una delicia de tentación, bien empacada y llena de carnitas, como nos encantan a los latinos.  Como mujer es el sueño de cualquier hombre, pero como cantante de ese género, una pesadilla.
      ¿Qué pasa con nuestra música y nuestros músicos?  ¿También ya hemos sido colonizados musicalmente?  ¿Es legal y tolerable que haya emisoras de radio en nuestro medio que difundan solo música en inglés?  Porque si nuestro segundo idioma fuera el inglés, y todos los nacionales habláramos ese idioma, sería soportable esa agresión; pero dado que ni siquiera el UNO POR CIENTO de la población es angloparlante, ¿a qué se debe ese servilismo con una música extraña, que nuestros chicos oyen hasta la sordera?  ¿Cómo es posible que nuestra juventud oiga y cante, como loros, unas canciones en un idioma que no entienden?  ¿Qué nos está pasando musicalmente?
      Nos están robando el alma e imponiéndonos un patrón cultural ajeno a nuestra idiosincrasia y, lo que es peor, lo estamos permitiendo con una pasividad espantosa, mejor dicho, con indolencia.  Pero lo que es más malo todavía, nos están cargando con un nuevo impuesto que va a enriquecer a los artistas de los Estados Unidos, en detrimento de los músicos latinos.  Millones de dólares de nuestros bolsillos van a parar a las disqueras de ese país.  Negocio redondo: subordinación cultural y económica.  ¿Y nuestros ministerios de cultura?  Sordos y ciegos ante un problema que atenta contra nuestros intereses culturales y económicos.
      Felicidad a don Rafael por genuino, por su latinismo español y por su apego espiritual al concepto de lo auténtico en la música.  Hombres y mujeres así, hacen falta en nuestro mundo musical, y no payasos que ni siquiera son cantantes, y cuya única obsesión es hacer el “cross over”.
      Musicalescamente
                                       RIS

Correo electrónico:         rhizaguirre@gmail.com
Blog  LA CHISPA:         www://lachispa2010.blogspot.com/


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