sábado, 18 de abril de 2015

822 La verdad sobre la muerte



822    LA CHISPA                                                                                              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA VERDAD SOBRE LA MUERTE
            Dicen algunos cálculos (todos inexactos, desde luego) que desde el año 50.000 antes de Cristo hasta el presente, la humanidad ha tenido CIENTO SIETE MIL MILLONES de habitantes (107.000.000.000).  Y eso es mucha gente, suficiente como para que tuviéramos múltiples informes acerca de la vida que hay después de la vida física (si es que la hay).  Billones de madres que han muerto dejando niños abandonados, deberían tener el poder del Amor para retornar y hacerse presentes de alguna manera que resultara evidente.  Pero NADA.  Nada de nada.  Con lo único que contamos es con los cuentos y la mitología que hemos hecho acerca de lo que quisiéramos que existiera después de la muerte.  Lo que complace nuestras expectativas de vida eterna acomodada al gusto de nuestra mente y deseos.  Pero nada de eso es cierto; o al menos, NO EXISTE PRUEBA ALGUNA DE TAL MUNDO.   Por otra parte, contamos con las fábulas clientelistas de las religiones, las cuales prometen de todo aquello que colma las pasiones y sueños de los feligreses.  Pero SIN DEMOSTRACIÓN ALGUNA, y solo con el fundamento de la fe, la cual NO constituye un elemento de prueba válido sino un placebo emocional.
            Repetimos: la FE no es un elemento experimental con el que se pueda demostrar una teoría.  Es solo un sentimiento, una emoción.  Por lo tanto, en el análisis final, debemos descartar casi todas las explicaciones religiosas acerca de la vida en el más allá, pues todas se limitan a una serie de propuestas inverosímiles e inviables.  Como que TODOS vayamos a estar a la diestra de Dios en el cielo.  No hay forma de acomodar a semejante multitud en ningún sitio.  O como que TODOS vayamos a ser juzgados a la hora de morir para ser remitidos al cielo, infierno o purgatorio.  Sin explicaciones milagreras, desde luego. 
            Los ocultistas nos dicen que existe un mundo paralelo, entrelazado con el nuestro, pero de una sutileza tal, que resulta imperceptible para cualquier habitante del mundo físico y viceversa.  Sus átomos son de una dimensión tan pequeña, que la materia que forman es impalpable con los sentidos humanos.  Ese es el mundo de los muertos, al que se conoce como “plano astral”.  Y es allí donde residen temporalmente los desencarnados.  Pero este nivel o plano NO es uniforme sino que contiene siete subplanos de diferente densidad, los cuales constituyen la escala ascendente hacia la perfección.  El séptimo subplano constituye algo así como el INFIERNO; luego, el muerto va “subiendo” y pasa por el purgatorio; después alcanza los niveles superiores y vuelve a “morir” su cuerpo astral para resucitar en el plano mental.   Otro mundo cuya sutileza material ni siquiera podemos imaginar.  El ocultismo nos dice que allí NO llegan las vibraciones ordinarias del mundo físico ni del astral y que, por lo tanto, constituye el cielo.  Es un sitio donde no existe el mal (vibraciones ordinarias de la materia basta de los planos inferiores).  Todo esto suena muy bonito, piadoso y con cierta lógica aceptable.  Pero ¿es cierto?  ¿Hay pruebas de eso?  ¿Cómo se entronca esta teoría ocultista con el budismo y su doctrina de la aniquilación?  ¿Sobrevive el hombre (la personalidad y sus recuerdos) a todo ese trayecto?  Y de ser así, ¿adónde va?  Y si sabemos que está constituido de esa materia tan sutil e imperceptible, eso descalifica cualquier posibilidad de comunicación o retorno al mundo físico.  En suma, NO PUEDE haber contacto alguno con el mundo de los muertos, en ninguna dirección. 
            ¿Qué somos después de la muerte?  ¿Sólo un núcleo de consciencia perecedera?  Así parece ser, de acuerdo con el budismo y la lógica subyacente que hay en el ocultismo.   Y si creemos en la reencarnación o rueda de Samsara, bien sabemos que NADIE recuerda sus vidas anteriores (aunque hay muchos cuentos al respecto), lo que nos lleva al mismo punto muerto: nada sabemos de ese mundo.   Aunque el ocultismo nos brinda la más “lógica” de las respuestas, se cuida mucho de explicar con claridad cómo es la mecánica del asunto.  Los grandes maestros son elusivos y nos dicen que la muerte solo es un “estado de consciencia”, que no es un lugar con jardines, ángeles, dioses y todas las cosas que nos dicen en las iglesias.  Que solo es un “estado de consciencia”.   Y eso ¿qué significa?  Una autoridad en este campo Monseñor Carlos Webster Leadbeater, en su libro “Más allá de la muerte”, nos da una interesante pincelada sobre este espinoso tema; pero esta no concuerda con la de las religiones, y ni siquiera con aquello que podría agradarnos.  Se dice que este eminente teósofo tenía la facultad de hacer viajes astrales y sumirse en el mundo de los muertos, de comunicarse con ellos e investigar las condiciones de ese plano.  Sin embargo, hay algo que no dice con detalles, y sí bajo cierto velo.  ¿Hasta cuándo dura ese “estado de consciencia”?   Y luego, ¿qué es del conjunto de recuerdos que forman el Yo soy Yo, nuestra personalidad, lo que “somos”?  ¿Es aniquilada la Personalidad como sostiene el budismo?  ¿Qué se conserva de nosotros?  ¿Seguimos teniendo consciencia de que yo soy Pancho Pérez o Lupita Méndez?
            La propuesta (un poco velada) que nos hace Mme Blavatsky en su obra “La clave de la Teosofía”, es de una lógica aplastante en cuanto a lo que sigue inmediatamente después de la muerte: el olvido (el Leteo de los griegos).  Y hasta allí se pierde la senda.  No hay respuesta que vaya más allá, ya que si olvidamos nuestros recuerdos, todo termina allí.  Y así debería ser, pues esta es la más piadosa de las opciones para todos aquellos que han vivido una vida que, con fortuna o no, no deja de ser un largo camino de suplicio y sufrimientos sin cuento.  Pero esto sigue siendo una ilusión, un deseo y no una prueba que nos pueda sacar de encima la asfixiante duda acerca de qué nos espera después de la muerte.  Parece que averiguar ese enigma es un privilegio de muy pocos que pueden bucear en las profundas aguas del mundo de los muertos.  Labor de personas superiores y con CONOCIMIENTOS místicos que no están al alcance de cualquier hijo de vecina.
            Continuaré con las posiciones del ateísmo (materialismo puro) y la filosofía.  Hasta entonces, mediten sobre este tema que, tarde o temprano, dejará de ser una cuestión especulativa para convertirse en nuestra realidad.
             Fraternalmente                                     
                                           RIS.                  E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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