603 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DEMOCRACIA SECUESTRADA: LA
CONSTITUCIÓN POLÍTICA
En
primer lugar, debemos decir que “la
Constitución”, cualquier constitución, no es más que un librito con una
serie de disposiciones sociales mediante las cuales se debe regir la población
de un territorio que se considere NACIÓN
soberana y todo lo que eso implica.
¿Y cuál es el propósito único de ese documento supuestamente nacido del
consenso de TODOS? Facilitar la convivencia y crear los
mecanismos que garanticen ciertos principios básicos que deben regir a todo
grupo humano: libertad e igualdad
ante la ley para disfrutar de TODOS
los beneficios que se derivan del trabajo de TODOS. No se trata de un
código sagrado que bajó del cielo o que algún dios entregó a ciertos individuos
privilegiados. Es solo un acuerdo social
cuya finalidad es hacer que todos los ciudadanos encuentren y obtengan todo aquello
que la comunidad pueda ofrecerles en proporción directa con su capacidad de
trabajo, ingenio, inventiva y diligencia.
La igualdad no quiere decir que
un holgazán tendrá lo mismo que un aplicado trabajador, sino la oportunidad que
todos deben tener ante la ley y las ofertas que la comunidad tiene para todos
sus habitantes (educación, vivienda, comida, ropa, diversión, salud etc.). Por otra parte, libertad NO significa el
privilegio de servirse con la cuchara grande a expensas del derecho de los
demás, como lo han interpretado las Oligarquías criollas. Los ciudadanos (gobierno) deben asegurarse de que estos principios
constitucionales lleguen a todos los habitantes y no solo a unos pocos. Sin peros.
En
síntesis, la constitución es una manual de convivencia que nos asegura (¿?) que
no haya grupos privilegiados que sean dueños del Poder o se apoderen de toda la
riqueza que produce el país. Tampoco que
proliferen grupos de inútiles y sinvergüenzas que pretendan vivir del trabajo
ajeno. Una constitución funcional debe
velar porque tal situación no se dé, y que todos los miembros de la sociedad
tengan iguales oportunidades y derechos.
Pero ¿en qué se han convertido nuestras constituciones? En simples declaraciones poéticas y huecas en
cuanto a los derechos de los pueblos, pero en leyes eficaces y de pronto
cumplimiento cuando se trata de asuntos que interesan a las clases
poderosas. Vaguedad, imprecisión, falta
de métodos de compulsión para su cumplimiento, cuando se trata de cuestiones
que importan a los pobres. Exactitud
brutal, perentoriedad y respaldo judicial eficaz y feroz cuando se trata de
leyes que importan al Estado y la Oligarquía, que en nuestros medios son la
misma cosa. Como aquello de la “propiedad privada y la
libre empresa o el TLC”.
Después de todo el lirismo constitucional,
empieza la realidad del documento en su aplicación. Y es en la implementación de las leyes en
donde está que meollo del asunto. Esas
bellas proposiciones teóricas como: “El
Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando
y estimulando la producción y el MÁS ADECUADO REPARTO DE LA RIQUEZA”, no
son más que habladurías. En ninguna Ley
se dice cómo o quiénes TIENEN que
hacerlo; y si NO lo hacen, no hay
ley que diga a quién castigar u obligar para que ese mandato se cumpla. Es decir, es mera palabrería altisonante y,
en lenguaje popular, “pura paja”. ¿A quién se apela o se demanda porque no hay
una justa repartición de la riqueza nacional?
¿A quién y ante quién se acusa a los que enajenan el patrimonio
nacional, amparados en la
constitución y las leyes? Pero hay una “LEY DE INQUILINATO” criminal, intolerante
y brutal, hecha a espaldas del pueblo, que sí se aplica con asombrosa prontitud
y respaldo policial si es necesario. Tan
antinatural y divorciada de los intereses de la ciudadanía es la labor de la
Asamblea Legislativa que, han convertido ese edificio en un búnker
infranqueable para que nadie pueda entrar ahí a fiscalizar los conciliábulos
que llevan a cabo. Todo lo hacen en silencio, a oscuras, en una
actividad semi secreta contraria a los postulados de la Democracia y de la
supuesta representatividad popular de los diputados. Y todo
eso es tutelado por la Constitución.
Entonces,
¿qué es una constitución sino una mera carta de intenciones que puede acomodarse
a los intereses de los que detentan el Poder?
Un documento elástico que se estira a voluntad y conveniencia de los pocos
que forman la Oligarquía. Y son estos
los que han pretendido, a través de todos los medios “culturales”, hacer creer
a los ciudadanos que se trata de un documento sagrado que TIENE que ser respetado y acatado aun cuando sea lesivo a los
intereses de las mayorías. Para garantizar esa visión que el ciudadano
debe tener de la constitución, la han rodeada de cierta aura de santidad, como
si se tratara de un código divino que, con solo cuestionarlo, nos iremos al
infierno (en este caso, la cárcel).
Talvez por analogía religiosa con los códigos de origen célico, ha
resultado que ese simple manual de convivencia ha venido adquiriendo, convenientemente
para una minoría, la calidad de sagrado.
Pero recuerden, como se ha dicho
varias veces, las constituciones solo son un librito, pero en nuestro medio se
han convertido en el parapeto o pretexto detrás del cual se escudan las clases
poderosas para garantizar sus privilegios.
Es la “Pomada Canaria” en la solución de los problemas sociales surgidos de la lucha de clases. Si los campesinos explotados protestan,
“estás violando el orden constitucional”; si los muelleros se resisten a ser
esclavizados, “están violando la constitución y, garrote con ellos”. Si los estudiantes demandan más dinero para
la educación, “están violando el orden y, garrote con ellos”. Si los obreros piden justicia salarial,
“están violando la Constitución y, garrote con ellos”. Si el pueblo demanda justa repartición de la
riqueza, están violando el orden constitucional y, garrote con él”. Si la gente demanda todo aquello que la
Constitución consigna en su parte lírica, de inmediato se convierten en
violadores de este documento. Pero si
aceptan pasivamente la explotación, injusticia, falta de vivienda, la “ley de
inquilinato”, las alzas desmedidas, la devaluación, el TLC y la subasta de
todos los bienes del país, son demócratas
y buenos ciudadanos que respetan el “ORDEN
CONSTITUCIONAL”, aunque se mueran de hambre y se los lleve puta. Ciudadano, NADIE está obligado a acatar algo que le perjudique y le imponga
sufrimiento, que sea injusto y solo beneficie a una minoría. Y si una constitución es eso, ¡al diablo con
ella!
Constitucionalescamente
RIS E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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