437 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
“POLICE BRUTALITY”
Cuando el 3 de marzo de l991 el
mundo entero contempló horrorizado la salvaje paliza que la policía de Los
Ángeles le aplicó a Rodney King, esta frase se hizo célebre (Police brutality), y obligó a esa
sociedad a ver en una dirección que le era desagradable. The “Land of de free” tuvo que aceptar que
ahí hay dos Amerricas: la de los
blancos… y la de los demás. Y una vez
expuestos ante el mundo, los cuerpos policiales de los Estados Unidos se vieron
obligados a hacer, al menos temporalmente, una revisión sobre sus métodos en el
tratamiento de la delincuencia; sobre todo, cuando los delincuentes son negros
o latinos. El caso King desnudó cuál es
la naturaleza de una policía brutal, llena de odio y prejuicios largamente
acumulados; además, profundizó la ya insondable brecha racial que existe en ese
país.
Casi veinte años después de la
guerra de Los Ángeles, nos tocó ver en San José un cuadro no tan salvaje como
el de aquella ciudad, pero que es indicativo de una peligrosa tendencia que
empieza a asomarse en nuestros cuerpos policíacos. La televisión nos presentó en “vivo y a todo color”, un operativo de las
fuerzas especiales de no sé qué, mientras sometían a unos supuestos
delincuentes que se encontraban durmiendo en una camioneta abandonada en una
callejuela de una barrio marginal. Haciendo
gala de una violencia innecesaria, al más puro estilo de las tropas gringas en
Irak, unos cuantos militares con pasamontañas, nos dieron un aperitivo de lo
que podría convertirse en norma de conducta de nuestra policía. Y esa tendencia latina siempre es un peligro,
pues aunque al principio solo sea dirigida en contra del hampa, en cualquier
momento se desboca y se aplica a cualquier ciudadano o grupo de ciudadanos que
sean “molestos” para el
gobierno. Y aunque luego se ofrezcan
las disculpas y todo lo demás, el daño está hecho, y sus consecuencias
sicológicas bien anotadas en la memoria del pueblo. Es la clásica y antigua forma de intimidación
que los dictadores latinos han aplicado a sus pueblos para que sean dóciles
ante las disposiciones gubernamentales. Son rescoldos añejos de las enseñanzas de la Escuela de las Américas.
Pero ¿qué pasó en esa urbanización
en donde realizaron “el operativo”? Es sospechoso que unos delincuentes, de
cualquier naturaleza, estuvieran durmiendo COMO
INDIGENTES en una camioneta abandonada y vigilados por un perrito flaco y muerto de hambre. Sin embargo, este, fiel a su condición de
centinela y miembro de esa familia “sacó la cara por ellos” y, con un valor de
cosaco, se enfrentó a la milicia hasta que fue amenazado de muerte por uno de
los embravecidos policías que lo apuntó con una enorme pistolota que blandía
temerariamente. No sé si el militar le
disparó o no, pero ante semejante despliegue de rudeza, al pobre can no le
quedó más remedio que emprender una discreta retirada táctica… no fuera que lo
balearan. Y tampoco era para tanto. Todo un show el de este furibundo policía y
el perrito que, desde la puerta trasera del vehículo, lo desafiaba sin temor
alguno. Aceptamos que el hampa debe ser
combatida de manera implacable y con firmeza; pero todo dentro de ciertos
límites en donde la integridad física y la vida de las personas sean respetadas.
Ser “autoridad” no confiere derecho a disponer de la vida ajena, ni siquiera la de un perro. El hecho de que un individuo sea delincuente (o se sospeche que lo es), no autoriza a
la policía para abusar de la fuerza física ni maltratarlo de manera humillante
o que lo ponga en peligro de muerte. Por
lo que vimos en la tele, el hombre que
sacaron no tenía arma alguna. Solo se le
veía perplejo por aquella maniobra de la cual él era el centro. Fue bárbaramente arrastrado y lanzado al piso
como si se tratara de un saco de basura; y sin que opusiera la menor
resistencia, fue zangoloteado, gritado, puesto boca abajo y durante
todo el proceso se le puso en la cara la pistola del exaltado policía, al que,
en ese estado de furia, bien se le pudo escapar un tiro y acabar con la vida de
ese pobre infeliz. RECALCAMOS: En ningún
momento opuso ni la más leve resistencia.
Ahí está el video como prueba irrecusable de esta afirmación.
Desde que CNN montó el show de Las Mellizas, todo se torna creíble cuando
proviene de la yunta formada por los gobiernos y la prensa. Este “operativo” con cámaras instaladas en primera
fila, a la par de la camioneta abandonada donde dormía el o los indigentes y el
perrito vigía, se nos antoja un tanto
sospechoso. No sabemos si el programa
que pasaron por esa televisora fue un espectáculo montado para demostrar qué
tan eficiente es la policía, pues la
ubicación de las cámaras en esos primeros planos en donde existe el peligro de
recibir balazos mortales, no concuerda con la realidad. El camarógrafo parecía estar muy seguro de
que no corría peligro alguno. Si fue un
“número”, nuestra felicitación a los actores, en especial a Firulaiz, el perrito guardián. Pero si fue un acto real de violencia policíaca,
queremos dejar constancia de nuestra protesta, pues ese policía panzón que
participó en él, parece que quería robarse el show y empezó a sobreactuar de
una manera en la que solo le faltó “saludar
a la cámara”. Esa es la influencia
de la televisión.
Nada confiere patente de corso a la
policía para hacer una exhibición de frenesí como el que vimos ayer por la
televisión. Tampoco a brindar el espectáculo casi ridículo de un soldado
“encañonando” y amenazando de muerte con un arma de fuego a un pobre zaguate. Y si van a llevar a cabo una acción de esa
naturaleza, por lo menos deberían asegurarse de que nadie los esté filmando. La “police brutality” que le aplicaron a esos
indigentes y a su campana Firulaiz,
es un síntoma peligroso. Por ahí
empiezan las fuerzas paramilitares y los ejércitos privados. Y ese
matonismo policíaco lleva a las guerrillas y el terrorismo.
Cuidar
el orden ciudadano es una cosa, pero hacer una exhibición de salvajismo, otra.
Palicíacamente
RIS
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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