miércoles, 6 de mayo de 2015

569 Fe y Seguridad vs Duda y Razón



569        LA CHISPA                                

Lema: “En la  indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

FE Y SEGURIDAD  versus  DUDA Y RAZÓN

            Es necesario repetir algo que la gente “razonable” olvida con frecuencia: que la fe es un estado emocional que solo sirve para proveer a las personas cierta tranquilidad; sobre todo, cuando se trata de elementos que tienen que ver con la realidad de las cosas complejas, o de aquellas que se escapan a la posibilidad de un examen científico irrebatible.  Y esta es la que da al creyente esa sensación de “seguridad” relativa, pero que necesita de la compañía y el respaldo de muchos cofrades (la iglesia) para adquirir el valor de verdades de fe, una categoría irracional opuesta a la dialéctica; incluso al sentido común.  Es de esta clase de personas de donde suelen salir los fanáticos de todas las religiones.  Personas intransigentes que ante cualquier argumento lógico, no tienen más respuesta que los dogmas en los cuales creen y fían su vida y acciones.  Son esos individuos con los cuales toda discusión es inútil, a menos que sea de rendición total ante sus definiciones acerca de lo que es la “verdad”. 
            En el extremo opuesto tenemos a los que hacen uso de la razón, y cuando esta no  alcanza para explicar o dar respuestas acerca de alguna materia, hacen uso de la Duda como elemento especulativo.  Sin cerrarse en posiciones indemostrables.  En una “Chispa” anterior dije que los hombres regimos nuestras vidas mediante ocurrencias, y la actitud de los creyentes ante ciertas realidades como la muerte y el destino final de los hombres, está llena de todas las suposiciones más descabelladas, cuando no, improbables.   La Iglesia se sustenta sobre la FE, y esa es la razón por la cual le teme tanto a la RAZÓN y a todos aquellos que hacen uso de ella; incluso se ha satanizado la actitud de santo Tomás ante el hecho de la supuesta resurrección de Jesucristo.  Vean que la posición de este hombre fue normal y en concordancia con los hechos de la vida real: el que muere, muere, pues es una imposibilidad de la Naturaleza restaurar la vida de un cadáver de uno o tres días de fallecido, ya que la descomposición orgánica es un hecho natural e irreversible.  Eso es una realidad que no se puede contradecir, a menos que la explicación sea de aquellas genéricas en donde se nos espeta el dogma de que: “Para Dios nada es imposible”.   Y de esa expresión que se da por sentada y verdadera, el creyente deduce que cualquier disparate que a él se le ocurra, es posible a tenor de esa máxima.  “Para Dios todo es posible” legitima todo lo que se les antoje a los creyentes como posibilidades agradables a su gusto.
            Cuando hablamos de leyes de la Naturaleza, lo hacemos casi como una identificación entre estas y Dios; pero acto seguido, las llenamos de excepciones que cuadren con nuestros deseos y antojos.  Y de esa burda manera, entramos al proteico mundo de la milagrería cuyo único sustento es la FE.  La muerte es una ley inviolable: lo que muere, MUERE.  Y a pesar de que todos sabemos lo inexorable de esa ley, la convertimos en un elástico que pueda calzar con cualesquiera de nuestras queridas, agradables y consentidas creencias, aunque la razón nos diga que son supercherías sin posibilidad alguna.  Y para sancionar nuestros deseos, les aplicamos la frase sacramental de la fe: “Para Dios nada es imposible”.  Y con eso tenemos la convicción de haber confirmado aquello que es de nuestra aceptación.   Para Dios nada es imposible… y talvez así sea, pero ¿hay una identidad entre la voluntad de Dios y lo que nosotros deseamos?  ¿Está Dios para complacer nuestros caprichos en el diseño particular que hemos hecho de la vida y sus consecuencias?  Como la FE carece de argumentos racionales, tiene que recurrir a la milagrería para justificar sus afirmaciones; pero sobre todo, al miedo que las personas sienten hacia ese dios castigador que los puede mandar al Infierno si manifiestan la menor duda ante las “historias” relatadas por los libros sagrados.  Es en estos casos cuando los creyentes ridiculizan la majestad de Dios cuando le atribuyen todas sus bajas pasiones y deseos mundanales.  Lo convierten en un ser maligno, vengativo, astuto y caviloso.   Y es aquí en donde la razón se hace necesaria para poner las cosas en su lugar, fuera de la fantasía milagrera que incurre en tanto disparate imposible de calzar con ninguna realidad.  Pero vean que no estamos criticando la FE natural que es legítima en todo ser humano, sino aquella desbocada que se arropa en la intransigencia, el miedo y el dogma.  Aquella FE que no admite la menor duda, aunque esta sea razonable y demande explicaciones que vayan más allá de la simple imposición religiosa. 
            Es bueno creer, pero también es lícito dudar; sobre todo, en materias cuya demostrabilidad está fuera del alcance de la mayoría.  Cuando no se tienen los conocimientos necesarios para aplicar la dialéctica a alguna materia en estudio, nos queda el recurso de la Duda, el cual no constituye, por más que lo digan los curas y pastores, un elemento pecaminoso que nos convierte en herejes.  Dudar es natural y saludable, incluso entre los creyentes.  Eso es lo que hemos venido proponiendo en esta serie de “Chispas” que hemos presentado a su consideración.  En ningún momento hemos afirmado nada.  Todo ha sido una argumentación libre, para ser discutida con ustedes mismos y sus amigos.  Sin dogmatismos ni voluntad de pugilato; es una propuesta racional que no pretende tener el valor de verdad irrebatible, sino de llevarnos a un terreno en donde seamos capaces de darle cabida a otras posibilidades; sobre todo, en el problema central que nos ha ocupado: la vida después de la muerte.  Porque una cosa es segura: todas las posibilidades están abiertas, aunque tengamos nuestras preferencias puestas en aquellas que nos gustan y satisfacen nuestras expectativas.  ¿No sería agradable discutirlas con cierta tolerancia?  Es un buen ejercicio mental que no constituye amenaza alguna al destino que pueda tener nuestra alma.  Sin embargo, puede proveernos de una herramienta adicional que nos puede ser muy útil si las cosas NO SON como nos han dicho nuestros guías religiosos.  ¿Se imaginan lo terrible que sería si, al morir, nos despertamos en un mundo completamente ajeno a lo que esperábamos; o lo que sería peor, si ni siquiera nos damos cuenta de que estamos muertos?
            Si estas “Chispas” le han hecho pensar en este asunto, aunque sea de mala manera, cumplieron con su intención.   Si lo hicieron dudar, aunque tan solo sea un poquito, hicieron su tarea.   Pero si en algún momento lo o la hicieron sentir odio en contra mía, entonces sí que lograron el cometido principal, pues le demostraron (solo a usted) lo terrible que es la intransigencia con las ideas de otros.   Le probaron qué tan soberbios e intolerantes somos ante las opiniones ajenas cuando estas no son sumisas ante “nuestras verdades”.
            Fraternalmente
                                   RIS          Correo:  rhizaguirre@gmail.com











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