569 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
FE Y
SEGURIDAD versus DUDA Y RAZÓN
Es
necesario repetir algo que la gente “razonable” olvida con frecuencia: que la
fe es un estado emocional que solo sirve para proveer a las personas cierta
tranquilidad; sobre todo, cuando se trata de elementos que tienen que ver con
la realidad de las cosas complejas, o de aquellas que se escapan a la
posibilidad de un examen científico irrebatible. Y esta es la que da al creyente esa sensación
de “seguridad” relativa, pero que necesita de la compañía y el respaldo de
muchos cofrades (la iglesia) para adquirir el valor de verdades de fe, una categoría irracional opuesta a la dialéctica;
incluso al sentido común. Es de esta
clase de personas de donde suelen salir los fanáticos de todas las
religiones. Personas intransigentes que
ante cualquier argumento lógico, no tienen más respuesta que los dogmas en los
cuales creen y fían su vida y acciones.
Son esos individuos con los cuales toda discusión es inútil, a menos que
sea de rendición total ante sus definiciones acerca de lo que es la
“verdad”.
En
el extremo opuesto tenemos a los que hacen uso de la razón, y cuando esta
no alcanza para explicar o dar
respuestas acerca de alguna materia, hacen uso de la Duda como elemento
especulativo. Sin cerrarse en posiciones
indemostrables. En una “Chispa” anterior dije que los hombres
regimos nuestras vidas mediante ocurrencias, y la actitud de los creyentes ante
ciertas realidades como la muerte y el destino final de los hombres, está llena
de todas las suposiciones más descabelladas, cuando no, improbables. La Iglesia se sustenta sobre la FE, y esa es la razón por la
cual le teme tanto a la RAZÓN
y a todos aquellos que hacen uso de ella; incluso se ha satanizado la actitud
de santo Tomás ante el hecho de la
supuesta resurrección de Jesucristo.
Vean que la posición de este hombre fue normal y en concordancia con los
hechos de la vida real: el que muere,
muere, pues es una imposibilidad de la Naturaleza restaurar la
vida de un cadáver de uno o tres días de fallecido, ya que la descomposición
orgánica es un hecho natural e irreversible.
Eso es una realidad que no se puede contradecir, a menos que la
explicación sea de aquellas genéricas en donde se nos espeta el dogma de que: “Para Dios nada es imposible”. Y de
esa expresión que se da por sentada y verdadera, el creyente deduce que
cualquier disparate que a él se le ocurra, es posible a tenor de esa
máxima. “Para Dios todo es posible”
legitima todo lo que se les antoje a los creyentes como posibilidades
agradables a su gusto.
Cuando
hablamos de leyes de la
Naturaleza, lo hacemos casi como una identificación entre
estas y Dios; pero acto seguido, las llenamos de excepciones que cuadren con
nuestros deseos y antojos. Y de esa
burda manera, entramos al proteico mundo de la milagrería cuyo único sustento
es la FE. La muerte es una ley
inviolable: lo que muere, MUERE. Y a pesar de que todos sabemos lo inexorable
de esa ley, la convertimos en un elástico que pueda calzar con cualesquiera de
nuestras queridas, agradables y consentidas creencias, aunque la razón nos diga
que son supercherías sin posibilidad alguna.
Y para sancionar nuestros
deseos, les aplicamos la frase sacramental de la fe: “Para Dios nada es imposible”. Y con eso tenemos la convicción de haber
confirmado aquello que es de nuestra aceptación. Para
Dios nada es imposible… y talvez así sea, pero ¿hay una identidad entre la
voluntad de Dios y lo que nosotros deseamos?
¿Está Dios para complacer nuestros caprichos en el diseño particular que
hemos hecho de la vida y sus consecuencias?
Como la FE
carece de argumentos racionales, tiene que recurrir a la milagrería para justificar
sus afirmaciones; pero sobre todo, al miedo que las personas sienten hacia ese
dios castigador que los puede mandar al Infierno si manifiestan la menor duda
ante las “historias” relatadas por los libros sagrados. Es en estos casos
cuando los creyentes ridiculizan la majestad de Dios cuando le atribuyen todas
sus bajas pasiones y deseos mundanales.
Lo convierten en un ser maligno, vengativo, astuto y caviloso. Y es aquí en donde la razón se hace necesaria
para poner las cosas en su lugar, fuera de la fantasía milagrera que incurre en
tanto disparate imposible de calzar con ninguna realidad. Pero vean que no estamos criticando la FE natural que es legítima en
todo ser humano, sino aquella desbocada que se arropa en la intransigencia, el
miedo y el dogma. Aquella FE que no
admite la menor duda, aunque esta sea razonable
y demande explicaciones que vayan más allá de la simple imposición
religiosa.
Es
bueno creer, pero también es lícito dudar; sobre todo, en materias cuya
demostrabilidad está fuera del alcance de la mayoría. Cuando no se tienen los conocimientos
necesarios para aplicar la dialéctica a alguna materia en estudio, nos queda el
recurso de la Duda,
el cual no constituye, por más que lo digan los curas y pastores, un elemento
pecaminoso que nos convierte en herejes.
Dudar es natural y saludable, incluso entre los creyentes. Eso es lo que hemos venido proponiendo en
esta serie de “Chispas” que hemos
presentado a su consideración. En ningún
momento hemos afirmado nada. Todo ha
sido una argumentación libre, para ser discutida con ustedes mismos y sus
amigos. Sin dogmatismos ni voluntad de
pugilato; es una propuesta racional que no pretende tener el valor de verdad
irrebatible, sino de llevarnos a un terreno en donde seamos capaces de darle
cabida a otras posibilidades; sobre todo, en el problema central que nos ha
ocupado: la vida después de la muerte. Porque una cosa es segura: todas las
posibilidades están abiertas, aunque tengamos nuestras preferencias puestas en
aquellas que nos gustan y satisfacen nuestras expectativas. ¿No sería agradable discutirlas con cierta
tolerancia? Es un buen ejercicio mental
que no constituye amenaza alguna al destino que pueda tener nuestra alma. Sin embargo, puede proveernos de una
herramienta adicional que nos puede ser muy útil si las cosas NO SON como nos
han dicho nuestros guías religiosos. ¿Se
imaginan lo terrible que sería si, al morir, nos despertamos en un mundo
completamente ajeno a lo que esperábamos; o lo que sería peor, si ni siquiera
nos damos cuenta de que estamos muertos?
Si
estas “Chispas” le han hecho pensar
en este asunto, aunque sea de mala manera, cumplieron con su intención. Si lo hicieron dudar, aunque tan solo sea un
poquito, hicieron su tarea. Pero si en
algún momento lo o la hicieron sentir odio en contra mía, entonces sí que
lograron el cometido principal, pues le demostraron (solo a usted) lo terrible
que es la intransigencia con las ideas de otros. Le probaron qué tan soberbios e intolerantes
somos ante las opiniones ajenas cuando estas no son sumisas ante “nuestras
verdades”.
Fraternalmente
RIS Correo:
rhizaguirre@gmail.com
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