sábado, 2 de mayo de 2015

540 La retórica de las religiones



540    LA CHISPA                               

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA  RETÓRICA DE LAS RELIGIONES

            Una amiga lectora me envió una bellísima colección de fotos de París, las cuales vienen amenizadas, en parte, por algunas reflexiones que se dice son de Gabriel García Márquez, cosa improbable, pero que sirve para darle más “autoridad” a lo que ahí se dice.  Y de inmediato hice la conexión con la dialéctica religiosa que ha sido utilizada para desanimar a las personas en sus legítimas aspiraciones de vivir a plenitud la vida; y como uno de los puntales de la buena vida es el dinero, el asunto viene a colación.  Es un hecho que las religiones (Iglesia) siempre han estado asociadas al Poder, y que estas han confeccionado sus manuales de “salvación” por encargo.  Cualquier idea que se les ha ocurrido para preservar el establishment, de inmediato se la asignan a sus respectivas deidades para conferirles la fuerza de lo divino, sabio y poderoso.  “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”.   Firmado: Cristo.  ¿Se imaginan ustedes lo que eso significa?  En Lucas 6-20 nos dice solo pobres; pero en Mateo 5-3, la cosa es peor, pues dice que “los pobres en espíritu”.  Pero la esencia indica lo mismo: hay que ser pelagatos para entrar al cielo.  Ese es el mensaje deletéreo que se deriva de esas enseñanzas religiosas, ¿no es así?  Es requisito ser pobre para tener acceso al Paraíso.  Un mensaje conformista y de aceptación de la pobreza como una especie de bendición que nos coloca a las puertas del cielo, mientras que a los ricos se les aplica, supuestamente, la “ley del camello” y el hueco de la aguja. 
            Tal cosa parece significar que los ricos no tienen cabida en el Edén y, por lo tanto, no importa que aquí gocen de todo, sin ningún pobre que los moleste ni les quiera quitar nada.  Ese versículo quiere decir que “tenemos que ser arrancados” para optar por un puesto en la corte celestial.  ¿Puede haber enseñanza más dañina que esa?  ¿Cómo puede alguien creer semejante tontería?  No importa cómo lo interprete, porque al final lo que significa es: “Confórmese con ser pobre y no haga mucho molote para unirse al grupo de los que tenemos la sartén por el mango”.  “Sea un pobre resignado y así irá al cielo”.  Una sugerencia de los ricos a la Iglesia, para que esta le dé “la autoridad divina” y convenza a los limpios para que estén contentos con su condición de pobreza.  Algo así como lo que hicieron los judíos con Isaías, al que pusieron a establecer “El juicio contra las hijas de Sion” (Is. III-16 a 24), un monumental truco producto de la astucia de los tacaños maridos israelitas.  Por favor, lean esos versículos, son divertidísimos, porque ¿en qué podría afectar a Yavé que las damas judías utilizaran maquillaje, cremas, lunetas, aretes collares y todas las cosas con las que las mujeres suelen embellecerse?  Es lógico en que nada, pero a los agarrados maridos SÍ les importaba, y mucho, pues les erosionaba lo que más les duele: el bolsillo.  Por eso le ordenaron al profeta que incluyera esos versículos en la “Ley”.  Esa es una ancestral técnica mediante la cual se induce en la gente crédula ciertas ideas de conveniencia solo para los que forman la elite de las sociedades.  Sobre todo, si lo mandan los dioses.
            Ese parece ser el origen de muchos de esos mandatos que conducen o tratan de llevar a la conformidad; pero la vida es agonía (lucha), una batalla permanente por ser mejores cada día, sin que esto excluya la posibilidad de poseer riquezas.  Ser rico NO es sinónimo de maldad, así como ser pobre no lo es de bondad, pues por cada rico malvado, existen cientos de pelados malignos.  Pero una cosa es clara, la Iglesia y las Oligarquías siempre han tenido un pacto para desestimular las ambiciones que puedan poner a los pueblos en la búsqueda de mayor justicia económica, en donde TODOS reclamen su legítimo derecho de participar en la riqueza que produce la sociedad.  Y ahí es donde intervienen las religiones y los mil mecanismos con los que cuentan para realizar la tarea de aplacar los sueños de los pueblos y convertirlos en “pobres contentos”.
            “No es importante estar en la cima, lo que cuenta es lo que se lucha en la escarpada”.   O algo así, es lo que dice la carta que, supuestamente, escribió como su testimonio social el Gabo.  Y mucha gente se lo traga.  Pero la cosa no es así; lo importante es estar en la cúspide.  Desde luego que los que están allí quieren estar solos, o ser unos pocos, porque si esta se atiborra de gentuza deja de ser chistoso y tener mérito.  Luchar en la ladera lo hacemos todos; pero estar en la cumbre es privilegio de pocos.  Así que eso DEBE ser lo importante.  Si yo tengo mucha plata puedo decir que: “Bienaventurados los pobres, desnudos, sin casa, con frío y hambre, porque en el cielo recibirán de todo”  Así talvez se conforman y dejan de ser un peligro que pueda quitarme lo que tengo.  Pero si “lo dice” la Iglesia, Cristo o Dios, la afirmación pesa mucho más; y si la chusma se lo llega a creer, ¡qué dicha!  Pero si yo soy el tieso, la cosa cambia.  A mí que no me vengan con el cuento de que ser miserable es bueno porque eso me garantiza un buen palco celestial.  Es la misma fábula que emplean muchos archimillonarios cuando dicen que tener dinero NO ES IMPORTANTE, que muchas veces resulta una pesadilla que no nos permite disfrutar de las cosas esenciales de la vida.  ¿Cómo cuáles?  Yo no puedo creer eso hasta que lo haya experimentado por mi propia cuenta y no por palabras ajenas.  No existe cosa, esencial o no, que no se pueda disfrutar a plenitud si tenemos mucho dinero. Yo quiero ser millonario y convencerme por mí mismo de que es una calamidad ser rico.  Entonces podré decirlo, aunque lo más seguro es que no lo crea; pero como ya seré parte de los “de arriba”, no querré que muchos pobretones lleguen al círculo de los elegidos.  Porque si todos fuéramos millonarios, ¿quién nos cocinaría, limpiaría las casas y nos cuidaría?  Si no hubiera pobretes ¿quién sembraría y cosecharía la comida?  ¿Quiénes nos servirían en los restaurantes y hoteles?  Y los viejos no podríamos hacernos los graciosos con las muchachas pobres, porque siendo ricas, no nos verían el lado atractivo, gentil, fino, inteligente, bonachón, paternal  y dulce del dinero.  Ni les importaría.
            Esa ha sido la tarea de las religiones: convencernos de que no debemos arruinar ese delicado balance en el cual los ricos ya están completos, como decía mi madre.  ¡Abajo la competencia!
            Enchiladescamente
                                           RIS         E-mail:    rhizaguirre@gmail.com
PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “La Biblia sin Antifaz”, a la venta en AMAZON KINDLE, versión digital.




.

No hay comentarios:

Publicar un comentario