540 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA RETÓRICA DE LAS RELIGIONES
Una amiga lectora me envió una
bellísima colección de fotos de París, las cuales vienen amenizadas, en parte,
por algunas reflexiones que se dice son de Gabriel
García Márquez, cosa improbable, pero que sirve para darle más “autoridad”
a lo que ahí se dice. Y de inmediato
hice la conexión con la dialéctica religiosa que ha sido utilizada para desanimar
a las personas en sus legítimas aspiraciones de vivir a plenitud la vida; y
como uno de los puntales de la buena vida es el dinero, el asunto viene a
colación. Es un hecho que las religiones
(Iglesia) siempre han estado asociadas al Poder, y que estas han confeccionado
sus manuales de “salvación” por encargo.
Cualquier idea que se les ha ocurrido para preservar el establishment,
de inmediato se la asignan a sus respectivas deidades para conferirles la
fuerza de lo divino, sabio y poderoso. “Bienaventurados los pobres, porque de
ellos es el reino de los cielos”.
Firmado: Cristo. ¿Se imaginan ustedes lo que eso
significa? En Lucas 6-20 nos dice solo
pobres; pero en Mateo 5-3, la cosa es peor, pues dice que “los pobres en
espíritu”. Pero la esencia indica lo
mismo: hay que ser pelagatos para entrar
al cielo. Ese es el mensaje
deletéreo que se deriva de esas enseñanzas religiosas, ¿no es así? Es requisito ser pobre para tener acceso al
Paraíso. Un mensaje conformista y de
aceptación de la pobreza como una especie de bendición que nos coloca a las puertas del cielo, mientras que a
los ricos se les aplica, supuestamente,
la “ley del camello” y el hueco de la aguja.
Tal cosa parece significar que los
ricos no tienen cabida en el Edén y, por lo tanto, no importa que aquí gocen de
todo, sin ningún pobre que los moleste ni les quiera quitar nada. Ese versículo quiere decir que “tenemos que
ser arrancados” para optar por un puesto en la corte celestial. ¿Puede haber enseñanza más dañina que
esa? ¿Cómo puede alguien creer semejante
tontería? No importa cómo lo interprete,
porque al final lo que significa es: “Confórmese
con ser pobre y no haga mucho molote para unirse al grupo de los que tenemos la
sartén por el mango”. “Sea un pobre resignado
y así irá al cielo”. Una sugerencia de los ricos a la Iglesia, para que esta le
dé “la autoridad divina” y convenza
a los limpios para que estén
contentos con su condición de pobreza.
Algo así como lo que hicieron los judíos con Isaías, al que pusieron a
establecer “El juicio contra las hijas
de Sion” (Is. III-16 a
24), un monumental truco producto de la astucia de los tacaños maridos israelitas. Por favor, lean esos versículos, son
divertidísimos, porque ¿en qué podría afectar a Yavé que las damas judías utilizaran
maquillaje, cremas, lunetas, aretes collares y todas las cosas con las que las
mujeres suelen embellecerse? Es lógico en
que nada, pero a los agarrados maridos SÍ les importaba, y mucho, pues les
erosionaba lo que más les duele: el
bolsillo. Por eso le ordenaron al
profeta que incluyera esos versículos en la “Ley”. Esa es una ancestral técnica mediante la cual
se induce en la gente crédula ciertas ideas de conveniencia solo para los que
forman la elite de las sociedades. Sobre
todo, si lo mandan los dioses.
Ese parece ser el origen de muchos
de esos mandatos que conducen o tratan de llevar a la conformidad; pero la vida
es agonía (lucha), una batalla permanente por ser mejores cada día, sin que
esto excluya la posibilidad de poseer riquezas.
Ser rico NO es sinónimo de
maldad, así como ser pobre no lo es de bondad, pues por cada rico malvado,
existen cientos de pelados malignos.
Pero una cosa es clara, la
Iglesia y las Oligarquías siempre han tenido un pacto para
desestimular las ambiciones que puedan poner a los pueblos en la búsqueda de
mayor justicia económica, en donde TODOS
reclamen su legítimo derecho de participar en la riqueza que produce la
sociedad. Y ahí es donde intervienen las
religiones y los mil mecanismos con los que cuentan para realizar la tarea de
aplacar los sueños de los pueblos y convertirlos en “pobres contentos”.
“No
es importante estar en la cima, lo que cuenta es lo que se lucha en la
escarpada”. O algo así, es lo que
dice la carta que, supuestamente, escribió como su testimonio social el
Gabo. Y mucha gente se lo traga. Pero la cosa no es así; lo importante es estar en la cúspide. Desde luego que los que están allí quieren
estar solos, o ser unos pocos, porque si esta se atiborra de gentuza deja de
ser chistoso y tener mérito. Luchar en
la ladera lo hacemos todos; pero estar en la cumbre es privilegio de pocos. Así que eso DEBE ser lo importante. Si
yo tengo mucha plata puedo decir que: “Bienaventurados
los pobres, desnudos, sin casa, con frío y hambre, porque en el cielo recibirán
de todo” Así talvez se conforman y
dejan de ser un peligro que pueda quitarme lo que tengo. Pero si “lo dice” la Iglesia, Cristo o Dios, la
afirmación pesa mucho más; y si la chusma se lo llega a creer, ¡qué dicha! Pero si yo soy el tieso, la cosa cambia. A mí
que no me vengan con el cuento de que ser miserable es bueno porque eso me
garantiza un buen palco celestial. Es la
misma fábula que emplean muchos archimillonarios cuando dicen que tener dinero NO ES IMPORTANTE, que muchas veces resulta una pesadilla que no nos
permite disfrutar de las cosas esenciales de la vida. ¿Cómo
cuáles? Yo no puedo creer eso hasta
que lo haya experimentado por mi propia cuenta y no por palabras ajenas. No existe cosa, esencial o no, que no se pueda
disfrutar a plenitud si tenemos mucho dinero. Yo quiero ser millonario y
convencerme por mí mismo de que es una calamidad
ser rico. Entonces podré decirlo, aunque
lo más seguro es que no lo crea; pero como ya seré parte de los “de arriba”, no
querré que muchos pobretones lleguen al círculo de los elegidos. Porque si todos fuéramos millonarios, ¿quién
nos cocinaría, limpiaría las casas y nos cuidaría? Si no hubiera pobretes ¿quién sembraría y
cosecharía la comida? ¿Quiénes nos
servirían en los restaurantes y hoteles?
Y los viejos no podríamos hacernos los graciosos con las muchachas pobres,
porque siendo ricas, no nos verían el lado atractivo,
gentil, fino, inteligente, bonachón, paternal y dulce del dinero. Ni les importaría.
Esa ha sido la tarea de las
religiones: convencernos de que no debemos arruinar ese delicado balance en el
cual los ricos ya están completos, como decía mi madre. ¡Abajo
la competencia!
Enchiladescamente
RIS
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