miércoles, 27 de mayo de 2015

499 ¿Justicia divina o terrenal?



499    LA CHISPA    

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿JUSTICIA DIVINA  o  JUSTICIA TERRENAL?

            A todos los problemas sociales, de cualquier parte del mundo o época, se les puede atribuir una sola causa: la injusticia.  No importan las explicaciones, definiciones o pretextos que se esgriman por parte de los gobiernos, líderes, reyes, presidentes o lo que sea.  La raíz de la gran mayoría de los males de cualquier conglomerado humano es la forma desigual como se reparten los bienes que estos producen.  Y el esquema en todas estas comunidades es siempre el mismo: una minoría todopoderosa que controla todo, y una gran masa de gente inculta, mediocre, conformista, religiosa (en el mal sentido) e indolente.  Y como tercer factor: la Iglesia, elemento que siempre ha estado del lado que le conviene y no del que, moralmente, debería estarlo, según los postulados básicos del cristianismo.  Pero entre esos dos extremos del péndulo, hay una casi infinita cantidad de variables que hacen que el entramado del Poder no sea muy claro, y que dificulte su comprensión a los que se encuentran en la parte baja de la escalera social.  Desde luego que tal cosa no es producto de la casualidad, sino que se trata de un plan muy bien elaborado por los poderosos y la Iglesia.  Específicamente en la América Latina, esos componentes presentan diversas categorías que hacen más nebuloso y difícil su análisis.
            Veamos, ¿qué es lo que hace que dos naciones como Argentina y México sean igualmente tercermundistas, atrasadas, con enormes problemas y carencias de todo tipo?  Coincidencias: Ambos son países enormes, ricos en recursos, tierras, agua, minerales, abundante población y cuanta cosa puso la naturaleza a su disposición.  Diferencias: Muy “cultos” los unos, analfabetos los otros.  Muy blancos y bonitos los unos, muy indios y feitos los otros.  Y a pesar de eso: tercermundistas los dos.  Entonces, si no es la raza, tierra, riquezas, “cultura” ni tamaño lo que determina el estado de permanente atasco en las miasmas del tercer mundo, ¿qué es?  ¿El destino?  ¿La voluntad de Dios?  Esta parece ser una buena explicación y una salida decorosa con la cual la Iglesia parece estar de acuerdo.  “Es la voluntad inescrutable de Dios, Él así lo ha dispuesto”.   Y esta respuesta da la impresión de ser satisfactoria para millones de nuestra gente, creyentes sinceros en la Iglesia y en las promesas de las recompensas celestiales.  Pero ¿es cierto eso?  ¿Debemos conformarnos ante designios supuestamente divinos que NADIE puede probar que sean ciertos?  
            La Historia nos demuestra que ni Dios ni los dioses han intervenido JAMÁS en los asuntos humanos para ponerle coto a una situación de injusticia.  Ahí están los millares de guerras que han librado los hombres y en donde se han cometido las más bestiales violaciones de ese principio sin que nadie pueda probarnos que hubo intervención divina para ponerles fin.  Cada bando de los que se aniquilan le pide a Dios que los ayude a exterminar a sus semejantes del equipo contrario.  Y entonces ¿por quiénes se ha decantados Dios?  Aparte de los libros sagrados y el Mito, no consta la participación de Dios en ninguna batalla entre hombres.  Y así debe ser, pues tal intromisión de la Divinidad en cuestiones tan vulgares y “humanas”, choca en contra de los más elementales conceptos que puede tener acerca de Dios hasta el más bárbaro de los hombres.  Claro que a los que han “ganado” una guerra, les gusta la idea de pensar que Dios estuvo de su lado; pero eso no es más que el punto de vista del que gana.  Una suposición agradable pero sin fundamento.  No es cierto que Dios le haya ordenado a Estados Unidos la destrucción de Irak y de SETECIENTAS MIL PERSONAS que han muerto en los bombardeos yanquis a ese país.  Si existiera una moral divina que interviniera en los actos malos de los hombres para castigarlos, los Estados Unidos e Israel deberían encabezar esa lista.  También los ingleses y alemanes; y a estos, podríamos sumarle los japoneses, franceses, españoles, italianos, holandeses y un interminable etcétera de pueblos belicosos que han realizado verdaderas masacres en contra de infinidad de países.  Y sin embargo, ahí están, tan campantes como Johnnie Walker.   No es cierto que Dios avale la carnicería diaria que los judíos llevan a cabo en contra de sus primos palestinos sin la menor consideración.  Quien crea sinceramente tal cosa, debe hacer una revisión profunda y honesta de su escala de valores. 
            Descontada la intervención de Dios en los asuntos de los hombres, tenemos que fijarnos en una meta más accesible: la justicia terrenal, la cual no se deriva de veleidades divinas ni de privilegios auto conferidos por escrituras sagradas o cualquier otro cuento.  Tampoco depende de morir y esperar que en “el otro lado”, el dios que aquí no tuvo consideración ni piedad por el dolor de millones de seres, allá cambie de parecer y se decida a ser magnánimo con estas víctimas de la iniquidad terrenal.  Esta justicia humana sí es accesible y está al alcance de todos. Solo es cuestión de liberarse del miedo y decidirse a actuar sin condicionamientos religiosos que nos hagan creer que la toma de la ley por nuestra cuenta es un delito o “pecado mortal”.  Muchas veces, la mayor parte de ellas, ese es el único camino para acabar con la inveterada y abusiva conducta de “los de arriba”. Así como se hizo durante la Revolución Francesa.  No dejaron títere con cabeza, y el reino del atropello pasó a la historia; lo mismo sucedió en Rusia, Cuba y China.  También puede pasar en Argentina, México, Venezuela, Brasil y tantos otros países de nuestro continente que hoy viven bajo el signo ominoso de la DESIGUALDAD que los abate.  No podemos ni debemos esperar equidad del cielo.  De ahí solo nos cae lluvia, y posiblemente bombas gringas, si nos oponemos al establishment.  La justicia es “cosa nostra” y, contrario a lo que dicen los manuales adormecedores del sistema,  debemos tomarla en nuestras manos, pues los gobiernos y los tribunales SIEMPRE la otorgarán a los poderosos.  La América Latina ha llegado a la encrucijada: o revienta los mecates, o se somete para siempre a la servidumbre sin esperanza. La cuestión es: DERECHOS IGUALES O MUERTE.  No existe la tercera vía del conformismo acomodaticio.
            Justicierescamente
                                               RIS                         Correo:  rhizaguirre@gmail.com

Entrada al blog “LA CHISPA”.       http://lachispa2010.blogspot.com/





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