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“LA CHISPA” (11/06/09)
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS PUEBLOS versus
LAS OLIGARQUÍAS
¿Es irreversible la domesticación de los latinos? Cualquier grupo organiza un “turno” político
en cualquiera de nuestros países y, de inmediato, se inicia una avalancha de
votantes a elegir un “candidato popular” surgido del señalamiento de las
respectivas oligarquías criollas o del
presidente de turno. ¿A qué vienen
esas mascaradas? ¿A la demostración de
la efectividad del sistema, o a probar la sumisión y servilismo de los
candidatos? ¿Qué es lo que se escoge dentro de un mismo partido que
tiene la misma “filosofía” y cuyos objetivos y trabajo se encuentra al
servicio de la misma oligarquía? El
nombramiento del candidato debe ser función exclusiva de la cúpula del partido
y no de una fanfarria populachera. Pero
ahí va la manada a votar. A ejercer la democracia dócilmente. A desperdiciar los recursos de naciones
empobrecidas. ¿Estamos más allá de la
comprensión de lo que significamos en los sistemas
que nos han impuesto? ¿No entendemos
que después de las palabras y la hojarasca política solo hay una realidad
miserable para el ciudadano común?
Nuestra
América Latina está dividida, PROFUNDAMENTE,
en dos clases irreconciliables que no pueden convivir; ni siquiera coexistir
sin que una de ellas salga terriblemente dañada. Ese es el esquema social general, el cual se
agrava todavía más en aquellos países con grandes mayorías de la raza inferior
de América: los verdaderos americanos. Estos son vistos como algo folclórico pero
inútil y despreciable; restos de una gente que no debería existir. En esa categoría están Guatemala, México,
Perú, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Panamá, Ecuador y algunos más en menor
cantidad. Pero la división más terrible
y dolorosa es la ocasionada por la repartición de la riqueza. En ese aspecto, nuestro subcontinente
presenta los más brutales contrastes: una minoría de individuos que goza de
mayores ventajas y privilegios que las que reciben los ciudadanos normales de
Suiza, Suecia, Alemania o Noruega; y una enorme masa de gente que vive en
precario y sin esperanza alguna; salvo la de empeorar cada día. Pero
todos van a votar cada vez que las oligarquías los convocan.
La
clase parasitaria (oligarquía) goza de todo, mientras que el huésped (las grandes masas) carece de
casi todo. Pero es en la frontera de estos dos grupos en
donde se da el fenómeno que posibilita la duración y permanencia del sistema. En estos países hay una fina capa de
población ubicada en esa media tinta social en donde los individuos “educados” o
avivatos: profesionales, trepadores políticos, serviles astutos, militares,
comerciantes y pequeños burgueses, son candidatos a engrosar la capa
oligárquica. Es por eso que son
tolerantes con aquella y forman su camuflaje.
Todos aspiran a pertenecer a ella.
Los políticos latinos, INVARIABLEMENTE,
salen ricos de sus puestos oficiales; con buenas conexiones y negocios montados
que los convierten en capitalistas feroces.
Pero sabiendo esto, ahí van las
masas a votar por ellos. Es esa franja
la que impide la visión clara del mecanismo político que nos rige, pues si una patas-vueltas
de nuestro vecindario o pueblo resulta “elegido” para la diputación, eso nos
hace creer que de verdad el asunto tiene que ver con la democracia, y que en
ella todo es posible. Y vamos a votar por ellos.
¿Existe
la posibilidad de que los latinos podamos hacer algo por NUESTRO progreso social?
Tenemos QUINIENTOS AÑOS DE
OLIGARQUÍA y seguimos en el mismo punto, con ligeros matices diferenciales,
pero lo mismo en el fondo. Recibiendo
atolillo con el dedo año tras año, lustro tras lustro, siglo tras siglo. Y el lugar común bien ajustado a la realidad:
ricos más ricos, y pobres más
miserables. Entonces es claro que NO PODEMOS NI DEBEMOS DEPENDER de las oligarquías ni de los
sistemas tradicionales de gobierno. Esa ruta
de la “democracia formal” es como la que siguen los bueyes uncidos al palo de
la noria: un lo mismo sin final, sin
esperanza y sin cambio alguno. Salvo
para empeorar. Nuestros pueblos NO PUEDEN darse el lujo de desperdiciar
ni un solo mes en la vía hacia el progreso; mucho menos, cuatro o cinco años
con presidentes o presidentas inútiles, designados por las oligarquías para
hacer lo mismo de siempre. Pero
ahí vamos a votar por ellos. En nuestro medio ya se ha hecho un hábito la
cuestión de las “mascotas políticas”,
los designados mediante un ucase presidencial para seguir el continuismo encubridor.
La “mascota” presidencial se
compromete a dejar que pasen los cuatro años de rigor para que no se investigue
al presidente que sale hasta que no se cumpla el lapso que señala la ley para
la prescripción de los delitos cometidos durante el desempeño del cargo. Corrupción
que garantiza la impunidad. Pero
ahí vamos a votar por ellos.
¿Qué se puede hacer por un pueblo que, ante una convocatoria de la
oligarquía, asiste en tropel a votar por diferentes razones personales que nada
tienen que ver con la situación nacional, sino con consideraciones de tipo
personal como antipatías o “ganas de joder” a este o aquel candidato? O porque esta es mujer o el otro homosexual. Mientras nuestros pueblos gusten del “circo
político” seguiremos en lo mismo, bailando al son que nos toquen las
oligarquías. Mientras nuestros
ciudadanos no tengan ni siquiera el menor discernimiento en cuanto a la realidad
que los ahoga, seguirán hundidos en el pantano de la desesperanza y
pobreza. Gritando ¡Viva Fulano! y
votando; mientras sigamos peleándonos con nuestros vecinos y familiares por la
política criolla, y haciendo las delicias de los candidatos, estaremos
perdidos.
Mientras
no nos detengamos a meditar en la MECÁNICA
INTERNA de la democracia formal,
seguiremos jodidos, porque es esta la que crea la ilusión de que las cosas
andan bien y que el pueblo es quien elige a sus líderes. Pero peor todavía, que creamos que estos
tienen algún compromiso con los pueblos.
Mientras no entendamos con quiénes es el compromiso de los políticos,
estamos destinados a seguir siendo el relleno del sánguche, la alfombra sobre la cual se asientan y disfrutan las
oligarquías criollas a lo largo y ancho del continente. Y
seguimos votando por ellos, alegremente, como si todo estuviera bien. ¿Será que de veras nuestros pueblos
suponen que con el “nuevo presidente”
las cosas van a cambiar hacia algo mejor?
¿No existe esperanza alguna de que nuestra gente haga algo diferente que
nos conduzca a pensar que están haciendo uso de eso que se llama raciocinio?
Domesticadamente
RIS E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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