jueves, 14 de mayo de 2015

646 Los pueblos versus las oligarquías



646   LA CHISPA                                                    (11/06/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS PUEBLOS  versus LAS OLIGARQUÍAS         
         ¿Es irreversible la domesticación de los latinos?  Cualquier grupo organiza un “turno” político en cualquiera de nuestros países y, de inmediato, se inicia una avalancha de votantes a elegir un “candidato popular” surgido del señalamiento de las respectivas oligarquías criollas o del presidente de turno.  ¿A qué vienen esas mascaradas?  ¿A la demostración de la efectividad del sistema, o a probar la sumisión y servilismo de los candidatos?  ¿Qué es lo que se escoge dentro de un mismo partido que tiene la misma “filosofía”  y cuyos objetivos y trabajo se encuentra al servicio de la misma oligarquía?  El nombramiento del candidato debe ser función exclusiva de la cúpula del partido y no de una fanfarria populachera. Pero ahí va la manada a votar.  A ejercer la democracia dócilmente.  A desperdiciar los recursos de naciones empobrecidas.   ¿Estamos más allá de la comprensión de lo que significamos en los sistemas que nos han impuesto?   ¿No entendemos que después de las palabras y la hojarasca política solo hay una realidad miserable para el ciudadano común?
            Nuestra América Latina está dividida, PROFUNDAMENTE, en dos clases irreconciliables que no pueden convivir; ni siquiera coexistir sin que una de ellas salga terriblemente dañada.  Ese es el esquema social general, el cual se agrava todavía más en aquellos países con grandes mayorías de la raza inferior de América: los verdaderos americanos.  Estos son vistos como algo folclórico pero inútil y despreciable; restos de una gente que no debería existir.  En esa categoría están Guatemala, México, Perú, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Panamá, Ecuador y algunos más en menor cantidad.   Pero la división más terrible y dolorosa es la ocasionada por la repartición de la riqueza.  En ese aspecto, nuestro subcontinente presenta los más brutales contrastes: una minoría de individuos que goza de mayores ventajas y privilegios que las que reciben los ciudadanos normales de Suiza, Suecia, Alemania o Noruega; y una enorme masa de gente que vive en precario y sin esperanza alguna; salvo la de empeorar cada día.  Pero todos van a votar cada vez que las oligarquías los convocan.
            La clase parasitaria (oligarquía) goza de todo, mientras que el huésped (las grandes masas) carece de casi todo.  Pero es en la frontera de estos dos grupos en donde se da el fenómeno que posibilita la duración y permanencia del sistema.  En estos países hay una fina capa de población ubicada en esa media tinta social en donde los individuos “educados” o avivatos: profesionales, trepadores políticos, serviles astutos, militares, comerciantes y pequeños burgueses, son candidatos a engrosar la capa oligárquica.  Es por eso que son tolerantes con aquella y forman su camuflaje.  Todos aspiran a pertenecer a ella.  Los políticos latinos, INVARIABLEMENTE, salen ricos de sus puestos oficiales; con buenas conexiones y negocios montados que los convierten en capitalistas feroces.  Pero sabiendo esto, ahí van las masas a votar por ellos.  Es esa franja la que impide la visión clara del mecanismo político que nos rige, pues si una patas-vueltas de nuestro vecindario o pueblo resulta “elegido” para la diputación, eso nos hace creer que de verdad el asunto tiene que ver con la democracia, y que en ella todo es posible.   Y vamos a votar por ellos.  
            ¿Existe la posibilidad de que los latinos podamos hacer algo por NUESTRO progreso social?  Tenemos QUINIENTOS AÑOS DE OLIGARQUÍA y seguimos en el mismo punto, con ligeros matices diferenciales, pero lo mismo en el fondo.  Recibiendo atolillo con el dedo año tras año, lustro tras lustro, siglo tras siglo.  Y el lugar común bien ajustado a la realidad: ricos más ricos, y pobres más miserables.   Entonces es claro que NO PODEMOS NI DEBEMOS DEPENDER de las oligarquías ni de los sistemas tradicionales de gobierno.  Esa ruta de la “democracia formal” es como la que siguen los bueyes uncidos al palo de la noria: un lo mismo sin final, sin esperanza y sin cambio alguno.  Salvo para empeorar.  Nuestros pueblos NO PUEDEN darse el lujo de desperdiciar ni un solo mes en la vía hacia el progreso; mucho menos, cuatro o cinco años con presidentes o presidentas inútiles, designados por las oligarquías para hacer lo mismo de siempre.   Pero ahí vamos a votar por ellos.   En nuestro medio ya se ha hecho un hábito la cuestión de las “mascotas políticas”, los designados mediante un ucase presidencial para seguir el continuismo encubridor.  La “mascota” presidencial se compromete a dejar que pasen los cuatro años de rigor para que no se investigue al presidente que sale hasta que no se cumpla el lapso que señala la ley para la prescripción de los delitos cometidos durante el desempeño del cargo.   Corrupción que garantiza la impunidad.    Pero ahí vamos a votar por ellos.
            ¿Qué se puede hacer por un pueblo que, ante una convocatoria de la oligarquía, asiste en tropel a votar por diferentes razones personales que nada tienen que ver con la situación nacional, sino con consideraciones de tipo personal como antipatías o “ganas de joder” a este  o aquel candidato?  O porque esta es mujer o el otro homosexual.   Mientras nuestros pueblos gusten del “circo político” seguiremos en lo mismo, bailando al son que nos toquen las oligarquías.  Mientras nuestros ciudadanos no tengan ni siquiera el menor discernimiento en cuanto a la realidad que los ahoga, seguirán hundidos en el pantano de la desesperanza y pobreza.  Gritando ¡Viva Fulano! y votando; mientras sigamos peleándonos con nuestros vecinos y familiares por la política criolla, y haciendo las delicias de los candidatos, estaremos perdidos. 
            Mientras no nos detengamos a meditar en la MECÁNICA INTERNA de la democracia formal, seguiremos jodidos, porque es esta la que crea la ilusión de que las cosas andan bien y que el pueblo es quien elige a sus líderes.  Pero peor todavía, que creamos que estos tienen algún compromiso con los pueblos.  Mientras no entendamos con quiénes es el compromiso de los políticos, estamos destinados a seguir siendo el relleno del sánguche, la alfombra sobre la cual se asientan y disfrutan las oligarquías criollas a lo largo y ancho del continente.   Y seguimos votando por ellos, alegremente, como si todo estuviera bien.  ¿Será que de veras nuestros pueblos suponen que con el “nuevo presidente” las cosas van a cambiar hacia algo mejor?  ¿No existe esperanza alguna de que nuestra gente haga algo diferente que nos conduzca a pensar que están haciendo uso de eso que se llama raciocinio?
            Domesticadamente
                                               RIS                                       E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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