464 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
¿POR QUÉ EL CONGRESO
LES TEME A SUS “REPRESENTADOS”?
Entrar a la Asamblea Legislativa es tan
difícil como hacerlo a la Casa Blanca,
el Pentágono, Langley o el Kremlin de los días de Stalin. ¿Por qué?
¿Por qué le temen los diputados al pueblo que tan gallardamente representan desde sus trincheras del Primer Poder de la República? Amurallada como el búnker de Hitler, llena de
policías hostiles al público, marcos de alta tecnología, detectores de metales,
sistemas de seguridad y cuanta cosa se les ha ocurrido; incluso hay una
pantalla de vidrio entre el incómodo espacio para los visitantes y la sala de
los “representantes populares”. ¿Por qué le temen a la gente que los “eligió”
y por la cual luchan desde sus
curules? Dicen que “el perro sabe cuando le ha mordido los zapatos al amo”. Entonces podría creerse que ese miedo que
sienten se debe al índice acusador de sus propias consciencias? ¿Se deberá ese miedo a la certeza del mal uso
que están haciendo del poder que la gente depositó en ellos temporalmente?
Lo lógico sería que este Poder
estuviera identificado con todas las clases sociales del país y que, como
producto legítimo de la voluntad popular, se sintiera cómodo dentro del regazo
de aquellos que los llevaron a ese máximo Cabildo. Pero resulta que sucede todo lo contrario: se
esconden, evaden a sus electores, mienten, les temen, no toman en cuenta los
intereses de los votantes, y como saben que no hay reelección continua, les
importa un cacahuate la opinión de estos.
Como saben que solo son cuatro años y ¡adiós!, ni siquiera tienen la
cortesía de mostrarse simpáticos y complacientes con la gente que los
“eligió”. ¿Por qué será? Muy simple.
Todos sabemos que la elección de
diputados NO es una función del pueblo sino de los candidatos a la presidencia. Entre los miles que pretenden ese puesto “de
elección popular” (¡qué ironía!) solo tienen posibilidades los que pueden poner más dinero y juran fidelidad absoluta y
rastrera al candidato y al grupo que representa (la Oligarquía). En
Costa Rica el Poder Legislativo no es más que un apéndice servil del Ejecutivo y, por lo tanto, la única
obligación que estos reconocen es con el hombre que ocupa la casa de El
Zapote. Y como saben que de este depende
el partido y los próximos nombramientos en Ministerios, Embajadas e
Instituciones gubernamentales en donde enquistar a sus familiares y amigotes, hay que pasarle la brocha y ser lo más
obsecuentes con él.
¿Por qué le temen a la gente? Porque apenas entran en funciones los
diputados, empiezan a legislar solo a favor de la clase poderosa, con la que
tienen el compromiso o de la cual forman parte.
En la Asamblea JAMÁS se discuten
temas de beneficio popular; solo cuestiones macroeconómicas que tienen que ver
con el interés de las cámaras de: arroceros, cañeros, cafetaleros, hoteleros, gasolineros,
banqueros, transportistas y, últimamente, los “gasoholeros”. En la
Asamblea solo se discuten las formas cómo negociar los Bienes
del Estado, los Parques Nacionales, los recursos marítimos y costeros. La Asamblea es un gran salón de subastas en donde
cada miembro fija su posición, su voto o su “asesoría legal” según el
precio. Nunca se discute en la Asamblea acerca de las
angustias de las comunidades, del trabajo mal pagado, de los abusos del
comercio sobre los consumidores. De las
implacables alzas. Todo se contempla con abulia y como si fuera una cuestión
del Destino. En la Asamblea existe la
convicción de que “nada se puede hacer” y que existe la fatalidad. Es cierto que se mencionan ciertos temas de
pobreza, y no faltan diputados que hagan ese señalamiento, pero mientras lo
hacen, los otros cincuenta y seis se dedican a leer el periódico, conversar en
grupitos o a hablar por teléfono. Los
problemas de la clase pobre aquí son temas anecdóticos que solo sirven como
motivo de distracción o de risa. Los “representantes populares” solo se interesan en los asuntos de la Oligarquía y los
propios. ¿Que hay excepciones? Es probable, pero dos o tres golondrinas son
incapaces de sacarnos del temporal en el cual vivimos desde hace años, y que
amenaza con llevarnos a la ruina casi total.
Creo que debe haber algunos diputados responsables, comprometidos y conscientes
de su labor, pero la fuerza del dinero es demasiado poderosa para que ellos
puedan marcar la ruta y hacer el verano que tanta falta nos hace.
Talvez esta no sea la Solución
Final, pero por algo debe empezar la reestructuración del
Gobierno, y la cual se dará cuando los ciudadanos sacudan la modorra, abandonen
la indolencia y se involucren en cuerpo y alma con los intereses del Estado, QUE SON SUS INTERESES. Mientras el Gobierno se encuentre en manos de
la Oligarquía,
el pueblo está perdido. Así que este NO DEBE esperar soluciones de la Presidencia, de la Argolla, de los Partidos,
de los “dirigentes”, de la
Asamblea ni de nadie que no sea el mismo PUEBLO. La estructura actual
del Poder está diseñada al servicio exclusivo de los ricos, por lo tanto, no
podemos creer que los beneficiarios únicos de ese sistema renuncien ni siquiera
a parte de él para favorecer a las masas.
Ciudadanos, NO SE ENGAÑEN, jamás
será emitida por la Asamblea
ninguna reforma que favorezca a los pobres y limite los beneficios de las
clases poderosas. JAMÁS. Es por eso que la
recuperación del Poder popular debe empezar por una reforma de la Asamblea Legislativa
y convertirla en un órgano que de VERDAD
represente a las masas, como dice el fundamento de la Democracia. Y para hacer esto, NO NECESITAMOS APROBACIÓN DE NADIE: ni de los partidos ni del Ejecutivo ni de la Asamblea ni del Tribunal
de Elecciones. DE NADIE. Es lo que se llama
SOBERANÍA ABSOLUTA, la cual solo
reside en el Pueblo, y este puede ejercerla cuando le dé la gana. Solo es cuestión de que este se organice.
En la próxima “Chispa” les explicaremos el mecanismo, aunque estamos seguros de
que todos los lectores saben el camino; pero si no fuera así, aquí les haremos
un bosquejo que, como producto de la mente de un aficionado a la política,
puede ser mejorado enormemente por todos nuestros amigos. Solo el pueblo sabe dónde le aprieta el
zapato, y como dice el dicho: “Solo este
puede salvarse a sí mismo”.
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