martes, 19 de octubre de 2010

836 ¿Nos castiga la Naturaleza?

836   “LA CHISPA         (30 septiembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿NOS CASTIGA LA NATURALEZA?
            ¿O nosotros mismos?  En estos días de tanta tragedia “natural” y muerte, por todas partes, tenemos que pensar en ella y en lo frágil y fugaz de la vida.  Cuando nos saturan con tantas noticias de cientos de víctimas por aquí, por allá o más allá, llega a parecernos algo aceptable; doloroso pero normal.  Y según la sensibilidad particular de cada uno, esto se convierte en rutina que deja de tener significado, o se transforma en una fuente de dolor que no se puede explicar en términos sociales o económicos. Es entonces cuando surgen las preguntas ineludibles relacionadas con nuestra gente, con esos cientos o miles de mártires que mueren innecesariamente solo porque sus condiciones de vida (hogares, casas) son de una precariedad que, al menor espasmo de la Naturaleza, quedan reducidas a escombros, si no es que se los lleva la corriente o son sepultados por aludes de barro.   Miles de vidas que se pierden, pudieron haber sido salvadas con solo que los gobiernos tomaran ciertas medidas de previsión… y las hicieran cumplir.  Falta de decisiones firmes y oportunas.  Esta tragedia cotidiana y repetitiva parece una especie de privilegio del Tercer Mundo; algo maligno que decide el Hado, como que los elementos se ensañaran solo en contra nuestra, pues nada de eso sucede en Europa o Estados Unidos en la misma escala con la que estos nos aporrean.  Y no es que la madre natura no los golpee, sino que sus gobiernos toman medidas previsoras y se esfuerzan por minimizar los estragos de aquella. 
            El último terremoto de San Francisco, si se hubiera producido en cualquier ciudad latinoamericana habría causado miles de muertos, dada la mala calidad de las construcciones y el irrespeto a todas las normas establecidas.  Aquí se construye a capricho de los Urbanizadores, sin poner atención a los materiales ni a las especificaciones de los códigos; para ahorrar unos cuantos pesos, cada uno hace lo que le da la gana, incluso con la complicidad de los dueños de las casas.  Para economizar dinero, permiten la pobreza de las mezclas, la ausencia de buenas fundaciones y reducción de refuerzos de acero (varillas).  Las llamadas vigas antisísmicas son lamentables si no inexistentes; lo mismo sucede con las “vigas corona” y las columnas de soporte de las estructuras.   Los constructores hacen lo que les da la gana, pues los inspectores de los ministerios de obras públicas SON COMPRABLES; sobre todo, si se trata de empresas poderosas con “patas” en el gobierno.   El derrumbe de cientos de edificios en el terremoto de México, es la prueba de esta irresponsabilidad de autoridades y constructores.   Este es un tercermundismo criminal del que solo nosotros somos culpables.  
En cuanto a las inundaciones que todo el Tercer Mundo está padeciendo, hay cosas que se salen del control humano, pero no liberan a los gobiernos de su responsabilidad en la génesis de esas tragedias.  Tampoco a los grandes DEPREDADORES mundiales como Japón, USA, China y muchos países europeos que se dedican a la explotación de minas en todas partes de estos “países comprables”; además, a la tala desaforada que llevan a cabo en todos los bosques del mundo.  Y cuando se altera este equilibrio, el ecosistema ultrajado nos pasa la factura… con intereses más altos que los del Banco Mundial.  La angurria terrible del mundo desarrollado en busca de recursos, hace que el abuso en contra de la naturaleza se lleve a cabo despiadadamente y sin medidas de protección ni conservación.  Como si estos fueran interminables.  Así desertificaron el África, gran parte de Asia y de los mismos Estados Unidos que ya se están quedando sin bosques y sin agua.   Y por ese camino va el Brasil, que en su loca carrera por producir carne de exportación, está convirtiendo enormes extensiones de selva en potreros.
Nuestros gobiernos por consentidores, y nuestros ciudadanos por indolentes, son los responsables de lo que está pasando por todo el mundo atrasado (en desarrollo dice el eufemismo). Somos inconscientes de la culpa que nos compete por nuestra apatía ante lo que está pasando y, lo que es peor, pretendemos fingir que no tenemos responsabilidad alguna en los resultados de esta carrera suicida que estamos siguiendo hacia el abismo.  Cada uno cree, y les gusta la idea, de que NADA PUEDE HACER.  Que eso es cosa de los gobiernos y de la gente que sabe.  Si la televisión dice que la minería a cielo abierto es inocua, hay que creer en la buena fe de ellos.  Eso es mucho más cómodo que investigar, hacer consciencia y protestar con todas las armas a nuestra disposición.  Los explotadores son entes impersonales y sin sentimientos, que solo están interesados en los BENEFICIOS (profit margin), y si para lograrlos tienen que MENTIR, sobornar o hacer propaganda subliminal, lo hacen sin la menor contemplación; como aquella que estamos viendo en televisión, en donde nos dice que para construir hospitales y clínicas “es necesaria la minería”.   Ablandar la mente, se llama eso.
La legislación y su cumplimiento es un factor determinante en la previsión de tanta muerte innecesaria.  Los gobiernos deben evaluar cada zona de riesgo para autorizar o denegar los permisos para permitir  urbanizaciones.  Colinas, barrancos y lotes situados a orillas de ríos sujetos a crecidas, deben ser considerados como zonas de peligro en donde no se permita la construcción.  Los edificios altos no deben ser contiguos y deben estar sujetos a las más estrictas normas de construcción; supervisados por empresas internacionales no sujetas al soborno local o político.  Ni a la autoridad arbitraria de los Colegios, que siempre serán permisivos con sus colegas y empleadores urbanistas.   En México se perdieron miles de vidas por la irresponsabilidad de los constructores.  No es solo el ambiente el que nos castiga; el correctivo que este nos aplica no es sino el resultado de nuestra inconsecuencia, abuso y menosprecio por las más simples normas del trato amable al que estamos obligados con nuestro hogar terreno.  Lástima que las consecuencias las pagan, en forma casi exclusiva, aquellos ciudadanos más desposeídos y sujetos a la inclemencia social y política.  Aquellos marginales que menos capacidad tienen para influir en las decisiones que toman los gobiernos.
Todo es asunto de acción conjunta con vista a un futuro que estamos tornando inexistente con nuestro irrespeto al medio ambiente.    Porque cuando todo se joda, NADIE escapará a la aniquilación.
Ambientalescamente             (¿Cree usted que podemos abusar indefinidamente de la Tierra?)
                                   RIS

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