domingo, 17 de octubre de 2010

831 Dogmas de la ciencia

831   “LA CHISPA                (17 septiembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DOGMAS DE LA CIENCIA
            Durante mucho tiempo la ciencia tuvo que soportar las arbitrariedades de la Iglesia, las cuales culminaron con hechos groseros como el juicio de Galileo y la persecución de tantos hombres que, a pesar de la barbarie clerical, se atrevieron a exponer su pensamiento. Como Copérnico, Kepler, Darwin y otros ilustres varones que cambiaron la visión del mundo y la naturaleza.  Quizás fue por eso que, en los siglos posteriores al Renacimiento, la posición de la ciencia penduló hasta el otro extremo y se volvió atea, materialista y tan brutal como la Iglesia; lo que dio origen al positivismo y otros movimientos filosóficos materialistas que negaban todo aquello que no fuera posible definir o explicar mediante una lógica ordinaria o la experimentación.  Entonces los científicos empezaron a ser tanto o más dogmáticos que los sacerdotes a los cuales repudiaban por sus actitudes poco racionales.  Se consideró que todo aquello que oliera a religioso era anticientífico por definición, y así, la ciencia cayó bajo la sombra de un dogmatismo tan feroz como el de la Inquisición.
            Yo nací soñando con el espacio, las naves interplanetarias, los hombres superiores y bondadosos, los marcianos de los años treinta y mil cosas más; era fanático de “El día que paralizaron la Tierra” y de famosas series como “Buck Rogers”,Los invasores”, “Star Trek” y todas las de ese género.  De civilizaciones gloriosas que venían desde los más remotos rincones del universo a imponernos la paz, la justicia y el amor; pero con la fuerza suficiente para sofocar cualquier rebelión de los “malos” de nuestro planeta.  Mi visión era casi cristiana, pero difería en que mis extraterrestres no venían a suplicar que fuéramos buenos y que amáramos a nuestro prójimo sino a ordenar que lo hiciéramos; con el poderío suficiente como para no admitir negativas.   Julio Verne me inició en ese mundo de sueños cuando, en la antigua biblioteca (hoy un vulgar estacionamiento de carros) me deleitaba leyendo sus obras, en especial “De la Tierra a la Luna”, la cual despertó en mí, como en tantos otros niños, la visión mágica de un universo plagado de todo tipo de seres vivientes, buenos y malos, como era lógico.  De adolescente me convertí en un furibundo “platillólogo” (ufólogo se dice modernamente).  Fui tan fanático que incluso llegué a “experimentar” contactos del segundo tipo…  y del quinto.
            Pero después de varias décadas de pasión, me pasó lo mismo que con las religiones y sus paraísos: me di cuenta de que todo el mundo habla de ellos, todos creen en ellos, y cada uno los define según sus propios gustos y necesidades sicológicas, pero NADIE nos puede dar una prueba real de su existencia.  Hasta ahora, todo se reduce a teorías más o menos simpáticas, derivadas de la ciencia ficción y de infinidad de fenómenos atmosféricos que les han dado alguna sustentación en las fértiles mentes de los ufólogos.  Así como nadie nos puede dar una prueba del mundo post mortem o de los edenes de la fe, nadie puede hacerlo con los extraterrestres de la ufología.  Es por eso que es difícil clasificar a estas personas (por las que siento un gran respeto) en alguno de los casilleros del genio humano.  ¿Son soñadores, iluminados, ilusos o escapistas de la realidad?   Por su parte, la ciencia “seria” niega la existencia de tales seres y vehículos; pero a la vez, acepta como dogmas y verdades indiscutibles, una serie de fantasías que sobrepasan las teorías de los más exaltados ufólogos; tales como los “Huecos Negros” y sus contradictorias características.  Y peor aún, los absurdos agujeros de gusano que nadie ha visto ni tiene la más remota idea de cómo podrían funcionar (como los paraísos de las religiones).  O como el Big bang, la contraparte “científica” de la antifilosófica “creación” bíblica, en donde todo se dio por mera casualidad a partir de un imposible átomo de densidad infinita que, aburrido y solitario como Yavé, decidió explotar y formar todo el Universo. 
            ¿Es posible que haya otras civilizaciones en el universo?  ¡Desde luego que sí!  Quintillones de cuatrillones.  En un Universo Infinito todas las posibilidades son infinitas, y es seguro que habrá innumerables mundos como el nuestro, con tecnología semejante a la nuestra; más y menos evolucionados, pero incapaces de cubrir las distancias que nos separan en el plano físico.  La velocidad de la luz es una barrera general infranqueable.  Y esta nos encierra, nos guste o no, en nuestro sistema solar, pues aun contando con vehículos que se acercaran a la velocidad de la luz, con trabajo podríamos llegar a la estrella Próxima de la constelación del Centauro, en un viaje que nos consumiría casi DIEZ AÑOS.  Algo por demás absurdo y demasiado lejano a nuestra tecnología actual.  Sin atribuirles características especiales o milagrosas, ellos tampoco podrían hacerlo.  La velocidad de la luz es el límite para todos los seres materiales del universo manifestado
            En el caso que nos ocupa, lo primero que deberíamos preguntarnos es de dónde podrían provenir esas naves alienígenas, pues se sabe que la vida como la nuestra NO ES POSIBLE en ninguno de los planetas del sistema solar, y esa es otra traba a los viajes interplanetarios.  ¿Qué haríamos en planetas tan inhóspitos como Marte, Venus o Plutón?   Entonces ¿de dónde podrían venir y que interés pueden tener los aliens en establecer esos misteriosos “contactos” con algunos privilegiados terrícolas?  Sin explicaciones esotéricas, eso no parece tener sentido alguno.   La evolución humana en todos sus planos, se dará en este sistema solar.  Y no me parece factible que naves espaciales (arcas de Noé) vengan a recoger a un número de elegidos para llevarlos a otro planeta mejor, pues eso solo sería una variante de los “paraísos” religiosos, adornada con tecnología.
            La salida a la realidad moral a la que debemos enfrentarnos no está en el dogmatismo de la religión o la ciencia.  Tampoco en ese escapismo que nos proponen algunas teorías de los ufólogos, sino en la búsqueda de respuestas que se ajusten a la realidad de lo que somos: criaturas con cuerpos físicos sujetos a límites naturales como la velocidad de la luz, temperatura y humedad.  Además, diseñados para funcionar dentro de cierto ambiente atmosférico sujeto a una determinada magnitud gravitacional.  Somos hombres de gravedad y producto de ella.  No creo que estemos hechos para los viajes interplanetarios ni, mucho menos, para los interestelares.  ¿Y en el futuro?  Habremos de ver qué nos depara este, si es que pasamos del 2012.
            Amablemente                                                 (¿Usted que cree?  Conversemos)
                                   RIS

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