viernes, 22 de octubre de 2010

586 La luz y la obscuridad

586   “LA CHISPA”            (26/02/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA LUZ Y LA OBSCURIDAD
            La Obscuridad es la plenitud, la totalidad, lo absoluto e incondicionado; la Obscuridad es infinita y existente por sí misma, no depende de nada, la oscuridad ES.  El reino de las Tinieblas es la matriz de todo; de ella sale todo y hacia ella vuelve todo.  Por su parte, la luz es solo un fenómeno temporal, condicionado y dependiente de factores variables y múltiples.  Por ejemplo, la luz que percibimos en la Tierra en el plano físico, es el producto de un parpadeo lumínico finito (en el tiempo) que conocemos como sol.  La luz no existe per se, sino como consecuencia de.  Igual papel cumplen los billones de estrellas que llenan gran parte del espacio sin límites que constituye el Universo; y donde estas están ausentes, la obscuridad domina todo en forma total.   La obscuridad reina en todo el cosmos.   Es por eso que el Dios Infinito, lo es de las Tinieblas de su misma naturaleza.  Entonces, ¿por qué se ha escogido la luz, un fenómeno transitorio, como símbolo de las religiones, de Dios y de todos los fenómenos celestes?  Por una cuestión de tipo físico y humano; nuestros cuerpos son el resultado de la evolución material, y esta tiene como motor principal a la luz.  Nuestro sentido más importante, la vista, es el producto de la evolución de cientos de miles de años bajo el patrocinio y estímulo de la luz.   El ojo es una respuesta a la luz, y el hombre y todas las criaturas que lo poseen, se hicieron dependientes de este maravilloso sentido de adaptación a un mundo luminoso. 
            Es por eso que la luz es el elemento que le da al hombre la mayor seguridad.  Y al ser así, ha hecho de ella una deidad digna de adorarse.  Todo se hace amable para el hombre cuando el mundo se ilumina.  Todos los miedos que engendra la noche desaparecen con la luz.  Por otra parte, la obscuridad (la limitación a su mejor sentido) se convirtió en un elemento intimidante, misterioso y lleno de peligros.  En la génesis de sus temores más viscerales.  Por eso llegó a aborrecerla y a asociarla con todo lo malo que le podía pasar.  Ante la obscuridad, como ante Dios, el hombre se encuentra desvalido, desorientado y con miedo.  Y lejos de tratar de entender el Misterio, se refugia en cuevas, enciende fuegos para alejarla, se agrupa, forma religiones.  Lejos de comprender que la OBSCURIDAD es la Causa de todo, se dedica a anatematizarla.   Pero una vez que hace esto, se ha apartado para siempre de la Luz Absoluta, que no es más que las mismas Tinieblas Absolutas.  La Luz es solo un aspecto material de la Obscuridad. La aproximación a niveles espirituales superiores se hace a través de la oscuridad, y es por eso que el mundo de los muertos es un plano de obscuridad, en el cual tenemos que entrenar otra forma de “visión” que nada tiene que ver con los ojos físicos.  Los muertos NO tienen ojos.  Los vivientes que tienen la visión astral lo saben muy bien.  Así que por un largo proceso de miedo y la no comprensión de la verdad, la luz se convirtió en sinónimo de vida (que lo es en plano físico), certeza, dicha, pureza, bondad, aplomo, de Dios, del cielo, del Bien y de todo lo que asocia con este.  Y por otra parte, la Obscuridad pasó a ser el reino contrario: de la muerte, el Mal, el miedo, la pena, la desgracia, el infierno, la inseguridad y, por supuesto, de Satanás.  El fetichismo del hombre lo ha llevado a hacer malas interpretaciones y erradas clasificaciones en relación con el fenómeno de la luz y la totalidad de las tinieblas, que NO son el reino del Diablo en el sentido que el vulgo imagina, sino que constituyen lo Absoluto e Infinito:  Dios.  La deificación de la Luz es un concepto nacido de la condición humana y sus temores.   La obscuridad es eterna  y nada la puede alterar en forma permanente.  Por su parte, todos los fenómenos relacionados con la luz son efímeros, intrascendentes, pasajeros, condicionados y dependientes.   Por lo tanto, la luz manifestada (el fenómeno) no puede ser la identidad de lo Eterno (el nóumeno), valga decir, de Dios.   Dios es la Deidad de las Tinieblas Absolutas, que son la Luz Absoluta.
            Por la misma razón que el hombre individual, el colectivo religioso ha escogido a la luz como el símbolo de su fe y de todo aquello que se considera asociado con la seguridad, pureza  y el cielo.  Y todo eso porque en la obscuridad NO le funcionan los ojos.  Es un asunto de fisiología.  Algo así como la actitud contraria de topos  y murciélagos, que se sienten de maravilla en la obscuridad y la bendicen.   El talón de Aquiles de las religiones “modernas” siempre ha sido la interpretación literal que hicieron de todo el simbolismo que copiaron burdamente del paganismo, sistema filosófico que utilizaba una profunda simbología visual y lingüística para encubrir cierta información que no debía llegar a quienes no eran dignos de poseerla.  Ese lenguaje esquivo de los paganos fue incorporado brutalmente en los textos religiosos de occidente ya con un sentido diferente y torcido.   De ahí derivan los disparates que constituyen el substrato del cuerpo doctrinario de estas.   El renacimiento, volver a la vida, ir al cielo, morir y resucitar, la “creación”, ver la luz y otros conceptos más que se interpretan en forma literal en las religiones exotéricas, tenían otro significado metafísico en el paganismo.   Para los paganos todo esto no era más que simbología práctica para representar fenómenos cosmogónicos  que nunca estuvieron al alcance de las bárbaras mentes de los que, sin entenderlos (la Iglesia), los copiaron e incorporaron literalmente en sus textos litúrgicos.
            La LUZ era uno de esos símbolos que los padres de la Iglesia incorporaron a la teología bajo un ropaje diferente, y que el vulgo llegó a hacer suyo merced a sus propios miedos derivados de la sensación de desamparo que le produce la obscuridad.   De esa manera casi natural, la Luz se convirtió en sinónimo del Bien, y la Obscuridad, del Mal.   Pero el capítulo NO está cerrado y debemos meditar un poco sobre este fenómeno.  Haga un experimento: colóquese en la obscuridad, en una situación en donde empiece a sentir inseguridad; trate de moverse o de localizar algo y empezará a entender la causa del miedo a aquella.  Pero no se limite en ese punto, trate de avanzar, de “ver” la luz en ella.   Trate de comprenderla, estudie el fenómeno, identifíquese con ella.   No dé pasos como si contara con la ayuda de la luz.  En las tinieblas necesita otra forma de proceder, de pensar y sentir; pero sobre todo, de NO TENER MIEDO a lo imaginario.   Pruébelo y encontrará la raíz de sus miedos a “lo oscuro”.  Y dejará de temerle y estará preparado para lo que venga. 
            Fraternalmente
                                   RIS       






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