lunes, 8 de noviembre de 2010

846 ¿Somos carnívoros de verdad?

846    “LA CHISPA           (22 octubre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿SOMOS CARNÍVOROS DE VERDAD?
            La ingesta de carne está ligada a una respetable cantidad de enfermedades, entre ellas, el cáncer.  Hay estadísticas que hacen una asociación interesante entre los países que son grandes consumidores de carne y la incidencia del cáncer en ellos: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Canadá, Australia y otros más.  Se sabe que la carne en su proceso de descomposición (digestión) libera sustancias como la cadaverina, creatina y creatinina, que se consideran venenosas para los organismos NO carnívoros.  Sobre todo, si consideramos la forma cómo son engordados estos animales para el consumo humano masivo.  Se puede decir que la carne producto de esos procesos de engorde es venenosa, dañina.  De allí que haya tantas enfermedades ligadas a su consumo y que, al suspender este, suelen desaparecer solas: artritis, acidez sanguínea, indigestiones, mal aliento, altos niveles de colesterol, triglicéridos y otros componentes que se vuelven nocivos cuando sobrepasan ciertos límites.  Además, siempre está la terrible sospecha de ser causa del cáncer.
            Y aunque es posible que el hombre se haya acostumbrado al uso de la carne en alguna época de su evolución, existen pruebas lógicas de que NO es un carnívoro nato.  Además, la carne que comían estos primitivos homínidos era limpia, sin contaminantes ni químicos que le potencien su toxicidad.  La carne de los animales que cazaban era “natural”, fabricada con la hierba de las praderas que los rodeaban.  Como los búfalos americanos o tantos otros herbívoros de las grandes sabanas del África o Asia.  Sin embargo, existe una especie de complot generalizado para hacernos creer que la carne es un superalimento que todos debemos consumir.  Dietistas, carniceros y médicos nos repiten lo mismo: “Es la mejor y más rica fuente de proteínas indispensables”.  Eso se ha elevado a la categoría de dogma que casi nadie se atreve a discutir.  Y así, el consumo de esta sustancia se ha vuelto obligatorio y de aprobación CASI general.  Incluso los gobiernos lo promueven a través de sus ministerios de salud.  Es una “verdad” que se encuentra respaldada por la tradición y la propaganda moderna derivada de un negocio que mueve BILLONES DE DÓLARES.  Una actividad criminal que implica una matanza brutal e innecesaria.  Es un negocio archimillonario cuya fuerza propagandística es invencible.  Pero aquí vamos a presentar tres simples argumentos que son la prueba de que el hombre NO es carnívoro.  Ustedes pueden considerarlos como quieran, pero una cosa es segura, si dejan de comer carne, en pocos días desaparecerán sus malestares digestivos, sus malos olores en la boca, axilas y excrementos.  Y sin darse cuenta, se irán curando de una serie de padecimientos derivados del consumo de carne.  La química de su sangre cambiará dramáticamente.  Pueden hacerse un examen ahora, y otro después de cuatro semanas de abstinencia de ese producto.  Verán la tremenda diferencia.  He aquí las tres pruebas irrecusables de que no somos carnívoros:
            A)  Es sicológica.  La carne cruda, sangrante y tibia, como les gusta a los verdaderos carnívoros nos resulta intolerable; nos asquea y tenemos que asarla, hervirla o freírla para hacerla aceptable.  Debemos disfrazar su aspecto, sabor y color para que nuestra mente la pueda admitir.  En cambio, cruda es como la degustan los carnívoros, sin sal, salsas ni aderezos; la pura carne ensangrentada y palpitante.
            BEs anatómica.  Compare su boca y dentadura con la de un verdadero carnívoro y verá la evidente diferencia.  Su boca es chiquita, sus incisivos cortos, rectos y sin filo, incapaces de cortar nada que no sean frutas. Casi como los de los monos.  Sus molares son chatos, cuadrados y sin capacidad alguna para masticar nada que no sean semillas, verduras o frutas.  En cambio, observe la anatomía “trompal” de un perro.  El hocico es muy grande, capaz de atrapar enorme presas para ser engullidas.  Sus colmillos son enormes, puntiagudos y filosos para romper y desgarra cualquier tipo de carne, por dura que sea.  En cambio usted debe seleccionar la carne “suave”, y aún así, tiene que ponerle suavizador y utilizar afilados cuchillos para hacerla tragable.  Además, dura una eternidad masticándola con un sistema molar que no le hace mella, y tiene que tragársela a riesgo de que se le pegue en la garganta.  Comer carne siempre es un gran riesgo de morir ahogado, cosa que NO les pasa a los carnívoros.  Fíjese en los molares de su perro.  Son gigantescos, filosos, temibles y soportados por una poderosa mandíbula capaz de hacer trizas los huesos de su presa.  ¿Puede usted hacer lo mismo?  Desde luego que no.            
C)  Es fisiológica.  El estómago del hombre NO produce los ácidos que segregan los carnívoros para digerir las carnes; pero por estimulación, también llega a producir exceso de ácidos cuando la ingesta de carne lo obliga.  Pero esta producción excesiva tiene su precio, ya que estos atacan las mucosas estomacales y producen úlceras y degeneración de los tejidos de sus paredes.  Además, el intestino de los carnívoros es mucho más corto que el del hombre.  Así que antes de que la carne entre en estado de putrefacción, ya han expulsado sus residuos.  El intestino del hombre es muy largo, de manera que las toxinas cárnicas son reabsorbidas antes de que este las expulse, y eso es causa de intoxicación permanente.  Las heces de todos los carnívoros son muy malolientes, cosa que no pasa con los herbívoros.  Eso usted lo sabe muy bien.
            La elección es suya, desde luego, pero si siente alguna curiosidad, pruebe con una dieta estrictamente vegetariana (preferiblemente cruda) durante un mes.  Usted verá cómo, de manera maravillosa las cosas cambiarán en usted: la digestión, los problemas estomacales, la acidez sanguínea y mil padecimientos que son “normales” en la gente que consume carne.  No me crea nada.  Solo pruébelo y se dará cuenta por usted mismo.   Después de todo, comer carne tiene algo de grotesco, pues implica cierta complicidad en el asesinato de tanta bestia inocente y dulce que son sacrificadas en un ritual de muerte doloroso, cruel e injustificado.  Solo piénselo con detenimiento, y luego, póngalo en práctica y se verá premiado con mucha salud y dicha.  Incluso su carácter mejorará notablemente, como el de los animales herbívoros.
            Fraternalmente
                                        RIS


 
           


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario