domingo, 28 de noviembre de 2010

858 La industria alimentaria


858    “LA CHISPA    (26 noviembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA INDUSTRIA ALIMENTARIA     (notita dominical)
            En varias “Chispas” nos referimos al problema de la obesidad, estado mórbido resultante de una mala e inadecuada alimentación, y que es el asesino número uno de millones de personas.  Una plaga que no solo mata sino que humilla a sus víctimas, pues no hay nada más angustioso y deprimente que ser gordo-a.  ¿Y quién tiene la culpa de esto?  Pues la INDUSTRIA ALIMENTARIA por su codicia, y el ESTADO con su indiferencia complicitaria ante un problema nacional grave.  Este jugoso comercio funciona mediante el engaño por parte de la industria de los comestibles y por la permisividad de las leyes ante esta situación que solo tiene un beneficiario.   El problema de la OBESISDAD y todas sus secuelas NO se soluciona solo con hacer ejercicio y comer cinco porciones de frutas y verduras, sino con eliminar de la dieta de niños y adultos, el montón de tóxicos con los que han saturado el mercado de los alimentos.  El Ministerio de Salud TIENE LA OBLIGACIÓN de regular y controlar la calidad de los productos que los comerciantes ofrecen al público.  El gobierno NO debería hacer la vista gorda ante el crimen que la industria del ramo comete en contra de la población.  Pero este no interviene porque eso sería ir en contra de la sacrosanta “libertad de empresa”, y eso sería un ataque contra la democracia.  Sobre todo si se trata de las grandes cadenas transnacionales.  Jamás veremos a un Inspector de Salud clausurando un MacDonald, haga lo que haga.    Tampoco a los chinos.    El estadio…
Infinidad de sitios que expenden viandas venenosas, funcionan impunemente intoxicando a la gente con miles de preservantes dañinos que les agregan para que duren una eternidad.  Además, NADIE controla los procesos ni la calidad ni cantidad de sustancias que utilizan.  Y esos agentes de muerte son los verdaderos causantes del problema de obesidad generalizada que afrontamos, aunque a primera vista no parece haber una clara relación.  Dejar al consumidor desamparado y en manos de la publicidad masiva de la industria NO DEBERÍA ser la conducta del Estado, sino que este debe intervenir no solo en la educación del público, sino en ejercer un severo control de calidad en todo aquello que se ofrece al ciudadano.  Con la misma fiereza que se persigue a los vendedores ambulantes, se debería hacer con esa gente.  No es válida la justificación de que cada uno come lo que le da la gana, y que nadie nos fuerza a tragarnos una hamburguesa y unas papas fritas en uno de esos negocios, pues todos conocemos el poder hipnótico de la propaganda.
            Nadie puede ni se atreve a ejercer la obligatoria vigilancia sobre la todopoderosa industria alimentaria, pues esta mueve billones y puede comprar inmunidad política.  Las empresas le agregan a sus “comidas” todo lo que les da la gana, y las autoridades lo dan por bueno, sin someterlas a análisis científicos de clase alguna.  Es decir, estas ACEPTAN, bona fide, lo que declaran los industriales: Que no se usa tal o cual preservante, y que los que utilizan, se aplican en cantidades seguras.  Sin embargo, todo el mundo sabe que eso es falso. Pero ¿se atrevería algún inspector del Ministerio de Salud a objetar algo en los productos de la “Dos Pinos”?  ¿O en las prácticas del engorde del ganado de carne?  ¿O de la alimentación de los pollos?   ¿De qué hacen los yogures y el montón de helados de diversos olores colores y sabores artificiales?  ¿Con qué sustancias envenenan a nuestros niños?   ¿Alguien lo verifica, o TENEMOS QUE CREER en la propaganda de esa y tantas otras firmas de la alimentación?  ¿Tenemos que creer que “todos sus productos son naturales y que se procesan bajo estricta vigilancia técnica y sanitaria”?
            ¿Qué químicos son incorporados a los miles de refrescos embotellados, enlatados, embolsados y encajados que toman nuestros escolares, colegiales y público en general?   ¿Quién supervisa la calidad y cantidad de esos productos?   ¿Tiene el gobierno una base de datos de sustancias preservantes que han sido prohibidas en USA y Europa?  ¿Se verifica que aquí no se empleen?  Sabemos que en la América Latina se utilizan cientos de compuestos químicos que hace años han sido prohibidos en Europa y USA.  Y con el conocimiento de las autoridades de todos esos países. 
            Y aunque es claro que a la industria alimentaria le importe un chayote la salud del pueblo, no debería ser así para el Estado, pues este es el responsable de la seguridad ciudadana en todo aspecto, sobre todo, en ese tan esencial como es la alimentación, base de la salud pública.  Recuerden que TODOS los preservantes son VENENOS destinados a MATAR algo, y como tales, son capaces de causar muchos daños en los organismos humanos.   No es cierto que haya dosis “seguras” cuando la gente consume ingentes cantidades de esta comida artificial empacada, así se trate de una sardina, una mermelada o un pan (de cualquier clase) fabricado para el consumo masivo.  Todos estos productos tienen antioxidantes, colorantes, saborizantes, texturizantes, ceras, ácidos etc., todas sustancias peligrosas.  Sobre todo, porque la industria NO CORRE riesgos ni utiliza conservantes naturales.  Los ARTIFICALES son más abundantes y baratos.  Es esta cantidad de químicos la que va arruinando las funciones de los organismos (por intoxicación crónica) y los hacen lerdos para procesar los alimentos.  Además, producen trastornos de asimilación que conducen a la gordura.  La gente de antes consumía arroz y frijoles, tortillas, papas, camote, tiquizque, malanga, yuca y NO engordaban; ser gordo era una excepción, una rareza.  Ahora es lo contrario: ser delgado es lo inusual.  Los huevos eran de gallinas contentas, y estas se mataban en la cocina de cada casa.  Pan casero o de la panadería casera del barrio.  Carne de vacas engordadas con zacate.  Leche que se ponía “agria” en poco tiempo porque era pura, viva y permitía que crecieran en ella las bacterias.  La de ahora es estéril y puede durar mil años en su caja, bolsa o botella porque está llena de preservantes.  La gente no se preocupaba del “balance y los grupos alimentarios, las vitaminas ni los minerales”.  Comían carbohidratos en puta y no engordaban porque sus alimentos eran naturales.  No existía esa plaga de GORDOS, pues el agro no cometía “el abuso químico” que ahora nos lleva a consumir vegetales CONTAMINADOS con multitud de venenos.
            La razón única de la OBESIDAD, causa de infinidad de enfermedades, es la ingesta de productos alimenticios PROCESADOS, a los que se les agregan miles de sustancias peligrosas que se van acumulando en los organismos y que retardan y paralizan sus funciones vitales de ELIMINACIÓN.   Acuérdense que vivimos en SIMBIOSIS con millones de microorganismos que residen en nuestro tracto digestivo, y si los matamos, entorpecemos su labor de transformación de los alimentos para ser asimilados; además, nos causamos estreñimiento, el peor asesino de la sociedad sedentaria y comedora de viandas saturadas de tóxicos.
            Como dije en otra “Chispa”, claro que es muy cómodo el uso de la comida chatarra: tiene estupendo sabor, color y olor.  Requiere muy poco trabajo (o ninguno) para ser consumida; es práctica y puede almacenarse por siglos.  Nos salva del aprieto de preparar la merienda de los niños (casa o escuela) y nos da más tiempo para ver las novelas de la tele.  Podemos tener en el patio cien tarros de “nutritivos” refrescos de todos los colores y sabores para todo el año.  O bien, un millón de sobrecitos de polvos que producen ricas bebidas con sabor a todo lo imaginable.   Pero es necesario que reflexionemos un poco y que hagamos algún sacrificio por nuestra salud.  Procuremos adquirir alimentos naturales en la medida de lo posible (cuestión muy difícil, es cierto), pues solo esto nos garantizan que estamos metiendo en nuestro organismo los materiales correctos.  Evitemos TODAS las comidas procesadas y empacadas para que duren toda la vida.  Y si no podemos prescindir del todo de ellos, al menos reduzcamos su consumo a niveles que el organismo pueda eliminar adecuadamente en la orina, heces y sudor.   ¡Que se conserven sanitos y flaquitos!
                                           RIS           Blog:   “La Chispa”     http://lachispa2010.blogspot.com/

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