miércoles, 3 de noviembre de 2010

654 ¿Cuál es la elección lógica?

654     “LA CHISPA”       (20/06/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿CUÁL ES LA ELECCIÓN LÓGICA ANTE LOS COSMÉTICOS?
            Aunque los médicos y cosmetólogos sostengan ciertos dogmas, la verdad es que hay una serie de enfermedades que antes no se daban y que, de alguna manera, se encuentran ligadas con el enorme desarrollo de la síntesis química.   Hay pruebas y numerosos estudios al respecto, pero la alharaca de las industrias hace imposible que el consumidor promedio pueda focalizar su atención en otra cosa que no sea la radio, televisión y afiches en los cuales les lavan el cerebro acerca de las bellezas y maravillas que puede esperar de los alimentos industrializados y de la cosmetería sintética.   Limpieza total, asepsia de quirófano, duración eterna, colores invariables por los siglos de los siglos; sabores y aromas eternos, en fin, ¿qué más se puede esperar?  Esa es la única información que llega a las masas.   Y cualquier advertencia, por el camino que sea, es acallada, escarnecida cuando no, amenazada con demandas y todas aquellas armas legales que provee ese descomunal negocio que mueve miles de billones. 
            Esta metodología es tan poderosa que parece que no hay alternativa y que estamos destinados a degradar la especie en manos de los cosmetólogos y empacadores de comida chatarra.  Y hay muy buenas razones para eso.  Yo mismo debo confesar que nunca me he comido una piña natural con un sabor tan delicioso como el de las enlatadas.  Y esa verdad rige para multitud de productos que son productos anormales de la síntesis química por la que tenemos que pagar un alto precio en salud.  Confites, helados, queques, panes, pastas, enlatados y una lista infinita de productos artificiales, hacen que la voluntad y preferencia del público se incline por ellos.  La Coca Cola y todos lo refrescos de ese género son fabulosos; pueden estar en sus botellas durante diez mil años y siguen listos para ser usados con hielito y ron.  Pueden soportar una catástrofe nuclear y siguen siendo potables.   Eso nos explica la inclinación del consumidor por artículos que puede tener en el refrigerador por siglos y que luego puede meterlos al microondas y obtendrá una comida plena de sabor, color y olor deliciosos.
            Parece que el “naturismo”  de cualquier forma, tiene la batalla perdida; sin embargo, cada día van apareciendo nuevas pruebas, estudios y voces que claman en el desierto a favor de un retorno racional a formas de vida que, durante milenios, ha practicado la especie humana.   Si hemos de comer carne, que al menos sea fresca y no la carroña que nos venden en latas.   Pero aparte de los prejuicios extremistas, debemos ser analíticos ante la oferta que nos hacen y sopesar las ventajas y desventajas de esta.  La practicidad de lo artificial es fantástica.  Podemos almacenar de todo sin mucha dificultad y guardarlo por años.  Bien podemos tragarnos los frijoles de una lata de la Segunda Guerra Mundial y “nada” nos pasa.  En cambio la comida natural se corrompe con extraordinaria facilidad, aunque la congelemos.   Así, pues, todo parece estar a favor de la comida y cosmética “masivas”.   Pero ¿vale la pena poner en riesgo nuestra salud solo por las ventajas prácticas que estas ofrecen?   La simple sospecha (que ya no lo es) de que contienen sustancias que causan los más variados males al organismo, debería ser razón suficiente para que si no prescindimos por completo de ellos, que al menos seamos un poco selectivos a la hora de escogerlos y, si hay una alternativa natural, PREFERIRLA.   Los productos orgánicos naturales que hemos utilizado por milenios son sanos y nutritivos; pero aun en el peor de los casos, inocuos.   Incluso la carne (comida dañina) si se consume fresca y con moderación es nutritiva y no causa intoxicaciones muy agudas ni permanentes.
            Eso es lo que queremos sugerir como punto final de esta serie de “Chispas”: que sean cuidadosos, que averigüen bien qué es lo que están introduciendo en su organismo vía oral o a través de su piel.  Recuerden que la piel es el tercer pulmón de nuestro cuerpo y que, a través de ella, absorbemos toda clase de sustancias ambientales.  Pero sobre todo, cuando son aplicadas directamente sobre ella.  Es por eso que debemos tener mucho cuidado con cualquier crema, pasta, loción, líquido o polvo que nos untemos.  No se trata de renegar violentamente en contra de todo lo que ha sido nuestro modo de vida.  Pero eso sí, debemos buscar alternativas sanas ante aquellos productos cuya toxicidad es evidente, o por lo menos, que se encuentra bajo estado de sospecha.   Podemos empezar con lo que nos metemos en la boca para su “higiene”: dentífrico y enjuagues.  Luego, aquello que nos embarramos en las axilas, sitio de gran actividad fisiológica tanto para la eliminación como para la absorción.  El hidróxido de aluminio, presente en todos los desodorantes, se absorbe con gran facilidad.  Piense si vale la pena, pues de todos modos, es raro el desodorante que de verdad nos protege de los “tufitos” que, al fin de cuentas, son productos de lo que comemos y no de las bacterias.  No se deje engañar, si usted es hediondo, tiene que hacer una revisión profunda acerca de las cosas que come, en especial, la carne.  La misma causa tiene el mal aliento, procede del estómago vía pulmones, y no hay enjuague que lo elimine.  Ni los que matan el 99.9999999999999999999% de los microbios y que acaban con el 95% de la placa, y que todos los dentistas les aplican a sus hijos.   Que dejen en paz a las bacterias, ellas no tienen la culpa de que seamos oliscos.   No sea cómplice de la teoría microbiana, explicación única y multi-uso que la cosmetología, farmacia y medicina tienen para explicar todos los desórdenes de la salud. 
            No tome riesgos por la simple vanidad, escoja la VIDA, prefiera los productos naturales en todo.  Comida y cosméticos.  Son sanos, buenos, frescos y si los sabe combinar, jamás le harán daño.  Y en cuanto a los cosméticos nada más, bien podemos pasarnos sin la mayoría de ellos, por lo menos, de los más dañinos.  El limón siempre ha funcionado en los sobacos.  También el alumbre. La sal o el azúcar son buenos dentífricos, y cualquier aceite vegetal le va bien al pelo.  Claro que esto es extremo, pero la cosmética natural ofrece buenas alternativas que deben ser evaluadas con cuidado y sin prejuicios.  Estudie, pregunte y escoja sin condicionamientos en pro o en contra.  Usted debe convertirse en el árbitro único de su propio juego.  No caiga en la trampa de la propaganda ni crea que los cosmetólogos están preocupados por su salud; ellos solo buscan cómo ganar clientes a la competencia.  No les haga el juego en forma inconsciente, o lo que es peor, indolente.
            Fraternalmente
                                   RIS

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