sábado, 27 de noviembre de 2010

773 ¿Qué es eso que llamamos personalidad?

773  “LA CHISPA    (9 marzo 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ES ESO QUE LLAMAMOS PERSONALIDAD?
       Con mucha facilidad y casi con desenfado utilizamos la palabra personalidad para referirnos a algo que no sabemos con exactitud qué cosa es, pero que suponemos es la naturaleza de las personas.  Algo así como el carácter, la constante de la forma de ser de alguien.  Y no solo eso sino que le atribuimos diversos grados de intensidad: “Tiene mucha personalidad”, “No tiene personalidad”, “Es de personalidad débil”; “Su personalidad es muy fuerte”.   Entonces, podríamos decir que esta es el aspecto exterior de los seres humanos en general.  Pero, ¿es eso un referente confiable para clasificar a la gente?  Recuérdese que la palabra persona significaba máscara en el teatro clásico griego.  Así, los actores, que podían ser los mismos, solo cambiaban de antifaz para interpretar diversos roles en una obra.   Ese disfraz solo era una representación que nada tenía que ver con el individuo que actuaba.  Luego, el término adquirió otra categoría más estable y se convirtió en una denominación muy semejante a carácter.  De esa voz deriva el término personalidad, que es el tema de esta nota.  Y sobre qué es esta, hay tantas definiciones como siquiatras y tratadistas  Se dice que es el conjunto de las conductas sociales, morales e intelectuales que distinguen a un individuo; pero eso apenas es una definición que no aclara nada, es algo para salir del paso.
            La personalidad continúa siendo casi lo mismo que en la época del teatro griego: algo variable, acomodaticio, indefinible, inseguro; una conducta que puede ser una farsa y que, a menudo, es la forma como los individuos se comportan en la vida real: mediante la simulación de lo que NO son, pero que conviene a sus intereses.  Incluso los que se tratan con sicólogos o siquiatras inventan conductas postizas que nada o muy poco tienen que ver con lo que en realidad son, y suelen engañar a sus propios doctores solo por diversión.  Esta careta sigue siendo lo mismo que en el teatro antiguo.  Algo que se cambia según el escenario.  Si nos conviene que nos crean buenos, honestos, sinceros, fieles, trabajadores o lo que sea, adoptamos ese proceder para que los otros crean que somos eso.  Es una serie de hábitos mediante los cuales nos aseguramos de que los demás tengan el mejor y más deseable concepto de nosotros; algo que nos agrade y nos haga sentirnos bien con nosotros mismos, aunque sepamos que no es mas que un engaño.   Esta es como el espejito mágico que nos refleja aquello que deseamos y que nos agrada. 
            Entonces, cuando nos refiramos a la personalidad de alguien, debemos tener mucho cuidado pues, por lo general, estaremos hablando de la “fachada” que utiliza ese individuo para funcionar dentro de la sociedad.  El problema es tan difícil que no solo la ajena es un enigma sino que, muchas veces, nuestra propia identidad es un misterio para nosotros mismos.  Y eso no es una broma ni un inconveniente aislado; es una constante en TODA la gente.  Si nos hemos encariñado con una determinada máscara, sufrimos en grande cuando algo la pone al descubierto.   Cuando alguien nos “pela el fondillo” con alguna de nuestras más mimadas conductas fingidas y creencias, todo se nos desploma dolorosamente.  Si hemos cultivado la idea de que somos inteligentes, honorables o bondadosos, cualquier incidente exterior que desmienta esas cualidades, hace que el mundo se nos venga encima.  La personalidad es un disfraz mediante la cual “actuamos” en el teatro de la vida; una carga tremenda que nos obliga a una simulación permanente y molesta.  Si hemos adoptado el papel de que somos buenos padres, marido o amigos, caemos en la trampa y nos vemos obligados a actuaciones ficticias para que nuestro mundo irreal concuerde con la opinión que los demás tienen de nosotros.  Eso suele ser una verdadera tortura, pues nos vemos forzados a comportamientos que pueden ser muy chocantes a lo que en realidad somos.   El papel de buenas personas es muy difícil de interpretar con credibilidad.  Y tal peso continuado, suele dar origen a muchos males y agotamiento. 
            Así que bien podemos definir a la personalidad como un conjunto de conductas reales y ficticias, que crean una idea vaga de lo que es el carácter de las personas.  Es una especie de coraza social creada con el propósito de brindar satisfacción a su dueño, y está motivada por una serie de factores como la envidia, vanidad, engaño, orgullo y la visión distorsionada de lo que en realidad somos.  Y todos estos elementos bien aderezados por un denominador común en todos los individuos: la mentira.  Es, básicamente, una secuencia de fraudes reiterativos acerca de lo que nos gusta que los demás crean de nosotros.  Y mantener esta estructura constituye un esfuerzo permanente y agobiador que puede resultar en múltiples desórdenes entre los cuales se encuentran las sicopatías conocidas por la siquiatría y sicología.   Infinidad de sujetos no distinguen entre su propia tramoya y lo que son, y estos son los más peligrosos sicópatas; gente que puede llegar a cosas increíbles con tal de mantener la coherencia entre su mundo ficticio y la realidad.
            En síntesis, la personalidad no es más que una portada, y jamás debe ser el único referente que utilicemos para valorar a cualquier individuo, pues la tendencia hacia la impostura es una fuerza que va más allá de la razón.   Es lo que llamamos las apariencias.  Y como hay individuos que se cuidan tanto, resulta que su carácter real puede pasar inadvertido durante toda la vida, incluso para aquellos que creían conocerlo bien.  Es el caso de los maridos y esposas, hijos, hermanos, padres, amigos y todos los que forman nuestro círculo cercano.  Pero la más sorprendente de todo es que nosotros formamos el más grande enigma que debemos resolver cuando hacemos nuestro análisis personal.  Revisemos nuestra escala de valores, y veremos que en todos ellos calzamos a la perfección.  Tanto lo hemos repetido, que lo creemos de verdad.  Ese es el gran reto que todos tenemos en la vida: averiguar quiénes somos en REALIDAD, y no la ficción que hemos creado para sentirnos bien.  Inténtenlo y verán qué terrible es la aceptación de la verdad.  Aunque eso sí, no tiene nada de aburrido.    ¿Soy valiente o fanfarrón?  ¿Soy buena persona, o solo me gusta que los demás lo crean?   Háganse esa prueba con honestidad y talvez descubran a su verdadero morador interno, lo cual, les aseguro, no suele ser agradable.
            Fraternalmente     
                         RIS.               Blog:   La Chispa        http://lachispa2010.blgspot.com/
                                                                  
   

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