viernes, 19 de noviembre de 2010

26 El caos urbano

26  “LA CHISPA    

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

CAOS URBANO Y VIAL:   PESADILLA DE TODOS

      Hace algunos años, muy pocos, se bloqueó la antigua carretera (de carretas) que va de Tibás a Santo Domingo, con el propósito de ampliar el antiguo puentecito de carretas que estaba sobre el Virilla.  Y después de meses y meses de tortura e incomodidad para los usuarios, por fin terminaron la obra.  Lo ampliaron en tres o cuatro metros, es decir, le agregaron un simple carrilito.  Y esa es la manera que mejor define la idea de progreso vial en la mente de los ingenieros del MOPT.  Tantos meses de incomodidad para resolver un problema de “ayer”; ni siquiera de hoy, y mucho menos, del FUTURO.  Ya que al fin decidieron encarar ese añejo problema vial, ¿por qué no lo hicieron de CUATRO CARRILES, previendo el tránsito del futuro?  Si hubieran hecho un corte a este lado de la loma, y el puente a un nivel más elevado, ni siquiera hubieran tenido que interrumpir el tránsito, y ahora tendríamos una zona de paso de cara al futuro.   Parece que la labor de los que tienen a su cargo la planificación vial, solo se ocupa de resolver los problemas del ayer, como si el país solo fuera el pasado y, con costo, el presente.  ¿Nadie allí piensa en el futuro?  Calles amplias, buenas carreteras, enormes aceras que hagan más humano el paso de los peatones.  Las aceras de las calles de San José son infames; unos verdaderos atentados contra la estética, la comodidad, la urbanística y seguridad de los que caminan.  Y ni siquiera se puede decir que eso solo afecta a la vieja parte de la ciudad, “en la cual ya nada se puede hacer”.   Las urbanizaciones nuevas siguen el patrón impuesto por los “urbanizadores”, y no las directrices de un crecimiento orgánico que tome en consideración el ornato y el confort de los habitantes de la ciudad.                                                               
Cada nueva “urbanización” de estas, es un atentado en contra de todas las normas que deberían de regir esa actividad.  Si alguien dispone de un terreno en cuchilla, lo atraviesa con tres o cuatro callejuelas en curva, en ele, en equis, en te o en la forma que mejor se acomode a sus intereses de lotificación.  Y esas mismas callejuelas son tan estrechas en algunas de estas urbanizaciones que, para que crucen dos carros en sentido contrario, uno de ellos debe subir sus ruedas en la acera.   Y estas aceras son del mínimo imaginable.  En fin, horribles conejeras en donde todas las casas están pegadas las unas con las otras; no hay estética, no hay prados ni antejardines; no hay patios ni nada que haga agradable la morada.  Las casas de esas “urbanizaciones” son horribles cajas que solo sirven para dormir, comer y estar.  No son hogares.  Pero ese es otro problema que veremos después.
            Veamos las aceras.  Debe existir algún código que regule la construcción de las aceras, es más, debería ser la Municipalidad el organismo encargado de construirlas.  Parejas, anchas (tres o cuatro metros), uniformes, fuertes, durables, planificadas para la eternidad.  Pero ¿qué pasa con estas?  Cada urbanizador o dueño hace lo que le da la gana con ellas; de la manera que le salga lo más barato posible.  Entre el borde del caño y la acera, dejan un pedacito para zacate; luego hacen una formaletita con desperdicios de regla de una por tres, le echan en montón de ripio y basura y, encima, una capita de mezcla de 10 a 1, lo que en el argot de los albañiles, resulta ser un material que a los tres o cuatro meses estará pulverizado y la “acera” destruida o llena de huecos y parches horrendos.  Eso sin contar la terrible irregularidad de sus bordes.  
Cada vecino o urbanizador hace las entradas hacia las cocheras, de la manera que le place o estima conveniente, haciendo rampas que invaden la calle y bloquean las aguas de las cunetas.  Eso es en todas partes.  Y si a alguien se le ocurre, enladrilla su pedazo de acera, haciendo que esta quede más alta que el resto, posibilitando los tropezones y caídas de los transeúntes: un auténtico caos, cuya solución pare parece no interesar a las Municipalidades, MOPT o quien sea el encargado.   Pero el ejemplo clásico de esta locura de las aceras, lo constituye un monumento clásico a esta forma de proceder de los “urbanizadores”.  El pedazo de acera que hay en la nueva pista del Parque de la Paz, y que corre paralela al costado oeste del Colegio Seminario, es algo de antología; digno de figurar en los Records de Guinnes.  Allí los ingenieros le dieron rienda suelta a la más desaforada “imaginación y creatividad” en el arte de construir aceras.  Ese pedacito de acera retorcida, semejante a una escalera de caracol, es el fiel reflejo del desorden y desconsideración que prima en la mente de los urbanistas.   La estética no cuenta para ellos, únicamente la economía. 
            El Estado, a través de sus organismos especializados, no debería de permitir ese desorden ni la urbanización de esas parcelas irregulares y de dimensiones inadecuadas para ser verdaderos centros de residencia.  Todo terreno que se pretenda urbanizar, debería de tener por lo menos una hectárea, y sus calles y avenidas deben ser orientadas por los ejes norte-sur y este-oste, para que cuando la ciudad las alcance, estas puedan incorporarse orgánicamente al diseño urbanístico general.  Casi todas las urbanizaciones actuales, son tapones sin salida o proyección; son auténticas ciudadelas medievales, con callejuelas angostas y retorcidas, sin arbustos, sin zacate, en fin, sin vida.
            ¿Y qué decir de las carreteras?   La carretera en principio, era un paso de carretas.  Y aunque ahora el nombre se aplica a verdaderas autovías, en San José y sus alrededores, estas vías continúan siendo carreteras, en el sentido antiguo.  ¿Por qué se construyen carreteras de alquitrán, que deben estarse reconstruyendo cada año en un círculo vicioso y sin fin?  ¿Por qué se construyen carreteras que todos los años son lavadas por los aguaceros de la época?  ¿No saben nuestros ingenieros construir obras duraderas?   ¿Es más importante la economía de las empresas vendedoras de ALQUITRÁN, que los genuinos intereses del país?  ¿Son las compañías vendedoras de ALQUITRÁN, las que determinan que se construyan esas carreteras “provisionales”, que les garantizan un negocio eterno como proveedores de esa basura alquitranada?   ¿Por qué no construir carreteras “para toda la eternidad”?  ¿Por qué no pensamos en grande, en un plan vial auténtico y con visión futurista?                                                                 Mientras pensemos como pigmeos, eso seguiremos siendo.  Por pensar en GRANDE, los romanos fueron grandes.  Allí están, después de DOS MIL o más años, las carreteras con las cuales atravesaron todo el imperio.  Tan útiles y robustas, como cuando transitaban por ellas las legiones de las “Las águilas Imperiales”.  Ellos pensaron en grande, en la ETERNIDAD DEL IMPERIO, y por eso fueron grandes.  ¿Eran mejores ingenieros los del Imperio que los nuestros?   Dos mil años más de tecnología ¿solo los ha llevado a ser capaces de construir esos caminos alquitranados que no resisten el paso ni el peso de los vehículos, y que cada año son destruidos por los aguaceros?   Si Roma hubiera tenido carreteras como las nuestras, JAMÁS su imperio se habría extendido más allá de las fronteras del Lacio.
            Mientras los intereses económicos de unas cuantas empresas privadas primen sobre los nacionales, estaremos condenados a un eterno subdesarrollo vial.  Mientras no se construyan verdaderas y durables vías de comunicación por todo el territorio nacional, estaremos sujetos a los caprichos menores de la naturaleza.  Nuestra red vial, es un conjunto de callejuelas de alquitrán, incapaz de resistir dos inviernos seguidos sin que se borre, se obstruya o tenga que ser reparada permanentemente.  Nuestras carreteras no son una inversión segura para el desarrollo; son un gasto interminable que consume y seca la economía del Estado.  Un pequeño aguacero en la zona del sur y pum... ¡medio país incomunicado de la capital!  Otro aguacero en el Zurquí... ¡todo Limón incomunicado!  Y así, y así y así.   Ese no puede, NO DEBE ser el esquema vial de una nación del tercer milenio, que tiene la pretensión de convertirse en un país de vanguardia y desarrollado.
            Construir una auténtica red vial, “eterna e indestructible”, como la de los romanos, es una prioridad para lograr el desarrollo, y para que nuestros descendientes digan: “¡Qué arrechos eran nuestros abuelos, vean que carreteras más carga las que hicieron”!
        Carreterescamente
                                        RIS

                                              

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