jueves, 11 de noviembre de 2010

849 ¿Quiénes deben "hacer" las leyes

849    “LA CHISPA         (27 octubre 2010)                  
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUIÉNES DEBEN “HACER” LAS LEYES DE UN PAÍS?
            El trabajo de legisladores ha sido, a través del tiempo, una función encargada a los hombres más confiables, honrados, morales y eminentes de las sociedades.  Ahí están Licurgo, Solón, Dracón, Hammurabi, Amenhotep, el incorruptible Cincinato y otros grandes legisladores de la Historia.  No puede ser de otra manera.  No se debe encomendar este trabajo a pillos ni a inválidos morales pues, tarde o temprano, caerán en la tentación de hacerlo en su favor y prostituirán esa honrosa tarea.  Tampoco debería ser válido el populismo “democrático” que confía esta compleja labor en manos de analfabetos, burros, comerciantes, prestamistas, empresarios y, lo que es peor, a políticos que han convertido esta responsabilidad cívica en sinónimo de rebatiña de mercado.  Los integrantes de las Asambleas Legislativas en la América Latina surgen SIEMPRE de componendas políticas y compromisos con las Oligarquías, y desde ahí, la función de los legisladores queda marcada con el ominoso sello de la sumisión y el servilismo.  El llamado “Primer Poder de la República” no es más que un apéndice del Poder Ejecutivo, y con eso queda desvirtuada la primera, principal y única función de estos cuerpos.  Algo tan simple y que, sin embargo, ningún pueblo parece entender; o si le entienden, no les importa.  Eso parece…  En la elección de diputados debería existir un escrutinio público en donde se ventile todo lo que la gente sepa de estos individuos, algo así como lo que se hacía en el Areópago.  El que desea servir en un puesto público, no debe tener “trapos sucios” que esconder, y si los tiene NO debe solicitar empleos que demandan una conducta intachable ante la ciudadanía.  El que aspira a un cargo de elección popular debe estar inmaculado, como las doncellas que visten de blanco.  O como la mujer del César.
            ¿Cómo se escoge a los legisladores en nuestro medio?  Mediante conciliábulos en los partidos políticos.  En realidad no se trata de una selección por méritos sino un nombramiento subordinado a factores que nada tienen que ver con la capacidad de los individuos.  Más bien se trata de una subasta que otorga puestos de acuerdo con el capital que puedan aportar los postulantes.  O de la disposición de obediencia que juren los aspirantes no tan adinerados.  La diputación (legislador) NO es un compromiso con el pueblo y sistema jurídico sino un juramento de fidelidad al partido, a “la tesis de partido”.  Y todos sabemos cuál es esa tesis y quiénes son los que la definen.   Así que antes de que sea “elegido” el legislador, su voluntad ha sido comprometida en un solo sentido y está al servicio de intereses que si bien coinciden con los suyos, nada tienen que ver con los de los supuestos electores, el pueblo.  Esa es la norma en nuestros países.  Una estructura monolítica piramidal en cuya cima siempre se encuentra la Oligarquía que, como dueña de todos los partidos importantes, se asegura de que a las Asambleas NO llegue nadie (o los mínimos) que pueda poner obstáculos al programa de gobierno, que siempre es el mismo y con idénticos objetivos.  Pero que nunca incluye al pueblo en sus beneficios.
            Ahora bien, ¿cuáles son los requisitos que se demandan para que un ciudadano pueda aspirar  a una curul en la Cámara Legislativa?  Al parecer son tres: la cuota en dinero, la sumisión demostrada al partido, y su incondicionalidad a la “clase dirigente”.  Pero por sobre todo, prevalece la CUOTA.  Eso significa que no importa mucho ser militante fiel ni servoñ con los de arriba.  Si en la subasta se ofrece la más alta suma, se obtiene una diputación y todos los privilegios y posibilidades económicas que esta conlleva.  Desde luego que siempre hay dos o tres diputados “populares”, pelagatos que obtienen el puesto como parte de una estrategia general para darle credibilidad al democratismo de las asambleas de partidos.  Así, la gente se fija que Perico de los Palotes, un limpio, logró una candidatura en tal o cual partido; y eso renueva la fe de los votantes en la “democracia”.  Una astuta jugada que sirve para validar el sistema sin ningún riesgo; después de todo, unos pocos diputados de este tipo en nada alteran las decisiones de la mayoría; e incluso pueden se alineados con el transcurso del tiempo. Ineluctable final de todos los “independientes”.
            Entonces, dado que no hay requisitos de tipo moral, cívico, intelectual, de servicio comunitario ni nada de eso, queda claro que cualquier sinvergüenza, ladrón, estafador, chanchullero, borracho, abusador de mujeres, evasor de impuestos y con cualquier otro vicio, puede convertirse en “Padre de la Patria” en virtud de un sistema inmoral diseñado por delincuentes actuales y potenciales.   De esa manera, llega a la Cámara una serie de individuos carentes de las más elementales prendas necesarias para ejercer el oficio de “legisladores”.   Un diputado que en estado de plena ebriedad asesina a un peatón, jamás estará de acuerdo en aprobar una ley que castigue a los choferes borrachos.  Un evasor de impuestos, nunca le dará su voto a otra ley que pene con multa y prisión a este tipo de delincuentes.  Un acosador de mujeres que, encubierto por su investidura, se toma la libertad de andar manoseando a las empleadas de la Asamblea, no le dará su voto a ninguna ley que castigue delitos de esta naturaleza.  Un diputado contrabandista, no votará ningún intento que se haga para encarcelar a los que se dedican a esa perniciosa labor.  Un diputado o grupo de ellos que haya sido financiado por el narcotráfico, no puede tener interés alguno en frenar este comercio con ninguna ley ni acción. 
            Diputados con intereses en moteles, cantinas, taxis, empresas constructoras de carreteras, autobuses, playas, minería, explotación de bosques o lo que sea, hará todo lo que esté a su alcance para impedir que haya leyes que regulen estas actividades y que las obliguen a pagar los impuestos correspondientes.  Un diputado con negocios de importación y exportación no aprobarán ninguna ley que elimine las exenciones de las que gozan los comerciantes que se dedican a esto.  Entonces ¿quiénes pueden tirar la segunda piedra?  Si conocemos la naturaleza del hombre, parece que no hay de dónde escoger a los legisladores.  Por regla general, si escogemos ricos, se quieren hacer más ricos; y si nombramos arrancados, se quieren aprovechar de la oportunidad para salir de pobres.  Así, pues, ¿qué podemos hacer?  ¿Tienen ustedes alguna teoría acerca de cómo deben ser elegidos los ciudadanos que se dediquen a hacer las leyes de sus respectivos países?  ¿Es posible que alguien legisle de una manera imparcial, sin pensar en sus intereses personales, los de su familia, amigos, gremios o socios comerciales y políticos?  Fíjense que ni siquiera Moisés logró liberarse del nepotismo; Aarón y María son el mejor ejemplo, ya que por el mismo delito de murmuración, a ella la llenó de lepra, mientras que a él nada le pasó (Nm. 12-10).  Incluso cuando en forma entusiasta confeccionó el Becerro de Oro y ofició los ritos de este, nada le hizo el Legislador, a pesar de la matanza con la que castigó al pueblo (Éx. 32). 
Entonces, ¿qué podemos hacer?  Posiblemente nada.  ¡Qué lástima que en nuestra América no tengamos unos cuantos arcontes de la talla de Licurgo, Solón o el inigualable Dracón!  Y qué pena que nuestros legisladores no sean producto de la democracia, sino de vulgares mercadeos en las entrañas de los partidos.  ¿Habrá alguna esperanza de mejora?  Yo creo que no, pues nuestros pueblos parecen estar dormidos y conformes. 
                           Pregunta retórica: (¿Tienen ustedes este dilema en sus países?)
Con aprecio                                                                
                                   R.I.S






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