martes, 14 de julio de 2015

297 ¿Hay algo después de la muerte?



297    LA CHISPA    

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

¿HAY ALGO DESPUÉS DE LA MUERTE?

            Después de milenios y milenios de superstición, fe, raciocinio, fetichismo, espiritismo, religiones, filosofía y todos los ejercicios intelectuales que el hombre ha hecho, ya deberíamos tener alguna prueba material y científica de la existencia o no de la vida en el “otro lado”.  ¿No es cierto?   Hasta ahora, la ciencia nos dice que no.  Y desde siempre, las religiones (fe) nos dicen que sí.  Pero ninguna de las dos ha podido demostrar nada que convierta a este dilema en algo probado más allá de toda duda.  La Fe solo es un cúmulo de emociones (miedo principalmente) que trata de asirse a promesas dudosas acerca de la existencia de un plano espiritual (¿?) en donde todo es felicidad pura.  Por su parte, el materialismo parece tener una conducta semejante basada solo en la incapacidad de los creyentes para demostrar la existencia de ese mundo ilusorio.  Denominador común: la carencia absoluta de pruebas materiales o espirituales. 
            La “ciencia”  se ha mantenido al margen y solo dedicada a los aspectos físicos de la vida, lo cual parece asociarla con la tesis de los materialistas.  El espiritismo ha sido desacreditado debido a tanto charlatán; las religiones modernas occidentales perdieron el lado místico y se debaten en discusiones formales y materialistas que las alejan de la posibilidad de dar respuestas “racionales” a sus creyentes.  Se acuartelan en el dogma y allí hacen morir toda aventura inquisitiva acerca de la verdad.  El fetichismo y las religiones de los pueblos primitivos (indios, negros, indígenas y otros), no merecen la consideración de los occidentales europeos, y es por eso que no han sido objeto más que de estudios superficiales; y aunque han formado catálogos de ellas, de sus dioses y prácticas ceremoniales, nunca se ha indagado a fondo su lado espiritual; no se ha participado en sus rituales con convicción y verdadero espíritu investigador.  No se han estudiado como una posibilidad real y absoluta, sino como una respuesta parcial y animista para razas y mentes inferiores, o como fetichismo propio de negros, indios, latinos e indígenas incapaces de alcanzar las alturas del pensamiento racional caucásico.  Estas religiones y sus sistemas han sido vistos como curiosidades atávicas de un submundo; mejor dicho, como de un círculo humano en extinción.
            Por su parte la razón, a través de la filosofía, es incapaz de penetrar la epidermis de un problema que va más allá de las premisas y conclusiones de la gimnasia mental.  Nada puede decirnos un ciego acerca del arco iris.   Y esa es la condición del hombre, religioso o no, ante el enigma que nos plantea la muerte.  Conformes o no, temerosos o indiferentes, creyentes en el cielo o materialistas burlones y escépticos, el tema de la muerte nos acongoja, nos torna curiosos, cínicos, nos golpea, nos da fe, nos reúne, nos fortalece o nos acobarda.  Nadie es indiferente a ella porque es un suceso trascendental en nuestras vidas, y como tal, merece cuidadosa atención.  Solo un loco podría ser indiferente ante ese portal que se abre para todos en algún momento.  ¿Acabará todo ahí?  Al parecer nadie lo sabe con certeza; lo que cada uno piense acerca de ese tránsito, puede ser una verdad para él, pero no para los demás.  Nos empeñamos en creer que “algo” tiene que haber, y que algunos deben tener la respuesta.  Sin embargo, todo continúa siendo un misterio infinito para el grueso de esa humanidad que sufre, teme e implora alguna luz ante ese enigma aterrador. 
            Si existiera algo, ya es hora de que lo hubiéramos descubierto sin lugar a dudas.  Las experiencias de los que “han muerto y regresado” no son pruebas suficientes, pues se reducen a aventuras de tipo personal e instantáneo; a eventos cerebrales en cuerpos que aún no han muerto oficialmente.  La cuestión del túnel y la luz al final, es un lugar común que bien puede ser un proceso bioquímico, algo similar a cuando se están apagando los chips de un computador. 
            Es innegable que no podremos saber nada acerca de la muerte, aparte de que es un hecho inevitable, si para su investigación nos aproximamos a su estudio solo por uno de sus lados.  Si somos religiosos y creyentes, nada sabremos de ella jamás, salvo los dogmas; solo seguiremos creyendo.   Si negamos a priori, como los materialistas, tampoco aprenderemos nada.  Si nos mantenemos al margen como los científicos, en una pose “más allá”, no contribuiremos en nada a mitigar el miedo y dolor que produce.  Si solo filosofamos acerca de su posible naturaleza, haremos buenos ejercicios dialécticos, pero seguiremos ignorantes del problema.  Si vemos con menosprecio la actividad de los chamanes, espiritistas y todos aquellos sacerdotes de las religiones primitivas, talvez estemos cometiendo el más grande error producto de la arrogancia y la suposición de que la ciencia, filosofía, razonamiento y religiones modernas son superiores.
            En la búsqueda de la Verdad, de alguna verdad acerca de la muerte, no debe dejarse por fuera ni la más pequeña posibilidad.  Por ahora solo una cosa es clara para todos: el que se muere se va y no vuelve.  Pero cada uno de sus dolientes supone lo que le place: que está en el cielo, con Dios, Cristo y un coro de ángeles y que es feliz mientras se reúne con los que quedaron aquí mientras tanto.  Pero la verdad absoluta sigue siendo el más elusivo de los arcanos.  Por la fe, creemos aquello que nos gusta creer y que nos proporciona paz y consuelo; lo único real que subyace detrás de la emoción de la FE, sigue siendo la incertidumbre acerca del más profundo de los secretos que el Hombre TIENE que enfrentar, le guste o no, tarde o temprano.
            ¿Existe algo después de la muerte?   La respuesta demanda mucho más que poses cínicas, despectivas o dogmáticas, pues esta materia nos “toca” a todos y no se puede obviar ni evitar con silogismos, dogmas o burla.
Todos morimos, pero lo peor es cuando alguien se nos muere.  Y es aquí cuando la incógnita se hace desesperanzadora, lacerante y oscura.  ¿Adónde se me fue el que murió?  ¿Lo volveré a ver?    Silencio…
            Fraternalmente
                                   RIS                       E-mail:     rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog   “LA CHISPA”:     http://lachispa2010.blogspot.com/

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