275 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”.
LA CONDUCTA DEPORTIVA
La Selección Nacional
es la representación deportiva de la Patria. Por lo tanto, cada uno de
sus miembros debe tener la capacidad para comportarse como un embajador
cultural del país al cual representa. Un
atolondrado vulgar e incapaz de refrenar su carácter, NO debe estar en una selección nacional. Una persona que es incapaz de medir el daño
terrible que le produce al equipo al hacerse expulsan tontamente, NO merece estar en la selección. Para ser digno miembro de ese honor, es
necesaria una formación especial no solo en la disciplina deportiva, sino como
persona pública que es observada por MILLONES
de aficionados, tanto los de su bando como los contrarios; o los neutrales, los
que solo ven un partido porque les gusta el fútbol. El aficionado verdadero de este bello
deporte, no espera ver jugadores tramposos que se tiran al suelo sin que nadie
los haya tocado. Tampoco quiere ver
individuos que al menor roce, ruedan por el suelo durante media cancha como si
hubieran sido lanzados por un cañón.
Nadie, salvo los fanáticos, aprueba a un malcriado que, conociendo el
reglamento, le hace gestos despectivos al árbitro. O bien, que le reclama de manera airada,
dando demostraciones lamentables de falta de carácter y disciplina; además, de
desconsideración marcada por su equipo, al cual deja en inferioridad numérica
de la manera más estúpida que se pueda imaginar. Ningún jugador que se haga expulsar tiene
justificación alguna.
Un director técnico que ha sido
incapaz de enseñarles eso a sus dirigidos, puede considerarse un fracaso. Para eso hay un capitán, el único que, con
respeto, puede dirigirse al árbitro para alguna aclaración. Porque a la altura de la Selección, ¿puede haber
algún individuo que crea que con gritarle o hacerle gestos irrespetuosos al
árbitro puede cambiar su decisión? Esas
insolencias son propias de gente mal educada y sin disciplina; personas que no
merecen estar en la representación nacional.
Ni siquiera el sentimiento de incapacidad justifica una actitud tan
idiota y tan lesiva al equipo. El cuento
del “temperamento latino” es una idiotez sin ningún valor, como se lo hicieron
ver a Robiño en el Real Madrid. Este
muchacho protestaba por todo, invertía más tiempo haciendo gestos y gritándoles
a los árbitros y jueces de línea, que lo que hacía como futbolista. Hasta que lo llamaron a cuentas y corrigió su
actitud. Nadie paga por ir a ver a un
malcriado, agresor o irrespetuoso. Vean el triste epílogo de la carrera de uno
de los grandes del fútbol mundial: Zinedine.
Es por eso que en la Selección Nacional
se deben tomar en cuenta algunos requisitos que van más allá de la capacidad
como futbolista. Esta talvez sea lo más
importante, pero no debe ser el único factor; ni este debe justificar las
deficiencias que tenga alguien como persona.
La Selección Nacional
es una vitrina cultural que no solo demuestra cuál es nuestra capacidad
futbolística, sino la calidad moral y social de la que somos exponentes en
tierras extrañas. Es por eso que en la
selección de individuos para representar al país, se debe tomar en cuenta su
cultura presente a la hora de la escogencia y, mediante el proceso, determinar
si es posible hacerlo cambiar hacia una conducta que nos asegure que ese individuo tendrá un comportamiento decente bajo
cualquier circunstancia. Que los
estudios sicológicos nos garanticen su equilibrio emocional. Y no solo por el aspecto personal, sino por
los daños que pueda ocasionar al equipo con sus exabruptos. Una pieza que se pierda en el equipo,
desquicia su funcionamiento. Nada hay
que justifique ese tipo de rabietas en un profesional cuya ecuanimidad es la
garantía de su aporte al equipo. Y
desde el punto de vista puramente laboral, al jugador se le paga porque juegue,
y no porque se haga expulsar.
Y es aquí en donde la prensa
nacional ha perdido por completo la ecuanimidad, tratando de hacernos creer que
el árbitro fue el culpable único de la eliminación de Costa Rica; y dada la
“maldad” de este, los muchachos tuvieron razón para perder los estribos,
faltarle al respeto y agredir a los mejicanos.
De esa manera “ingenua” tratan de justificar lo injustificable, y
presentarnos a un grupo de individuos que, faltos de disciplina, fueron
diezmando a su propio equipo y sumiéndolo en una impotencia total que, gracias
a la providencia y la mediocridad exhibida por el rival, no se tradujo en un
desastre terrible en cuanto al resultado.
¿No les han enseñado que no se
discute con el árbitro? ¿Nadie les
ha soplado que los fallos arbitrales
son inapelables en esa instancia?
Es inconcebible que profesionales
que trabajan en equipos de Europa o
los Estados Unidos, no entiendan que tienen que refrenar sus instintos
camorreros y el deseo de hacerse justicia por su propia mano. Jugar a ese nivel no es lo mismo que hacerlo
en la calle o la plazoleta del barrio. No es comprensible que haya profesionales que
ignoren que el árbitro es la única
autoridad que hay en el campo de juego y que, equivocado o no, sus fallos
deben ser no solo acatados sino respetados.
¿No les han enseñados esos principios elementales del reglamento? Nos
dio risa y pena ver cómo un jugador de los kilates de Cuauhtémoc Blanco,
incurrió en el más bárbaro error que pudiéramos imaginarnos en un
profesional. Como un niño malcriado, en
lugar de sacarle la lengua al hondureño que se la sacaba “inocuamente”, le dio
un codazo descarado que fue visto por todo el mundo. ¿Por
todo el mundo? ¿Lo vieron nuestros
seleccionados? ¿No es ridículo que un
jugador de esa categoría caiga en una trampa tan ingenua? No fue por la insuficiencia del árbitro que
perdió México ante Honduras, sino por la incapacidad como persona del señor
Blanco.
No, señores, un fallo arbitral no
justifica una conducta antideportiva, aunque en eso nos vaya la Copa de Oro.
Deportivescamente
RIS
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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