sábado, 11 de julio de 2015

275 La conducta deportiva



275    LA CHISPA  

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA CONDUCTA DEPORTIVA

            La Selección Nacional es la representación deportiva de la Patria.  Por lo tanto, cada uno de sus miembros debe tener la capacidad para comportarse como un embajador cultural del país al cual representa.  Un atolondrado vulgar e incapaz de refrenar su carácter, NO debe estar en una selección nacional.  Una persona que es incapaz de medir el daño terrible que le produce al equipo al hacerse expulsan tontamente, NO merece estar en la selección.  Para ser digno miembro de ese honor, es necesaria una formación especial no solo en la disciplina deportiva, sino como persona pública que es observada por MILLONES de aficionados, tanto los de su bando como los contrarios; o los neutrales, los que solo ven un partido porque les gusta el fútbol.  El aficionado verdadero de este bello deporte, no espera ver jugadores tramposos que se tiran al suelo sin que nadie los haya tocado.  Tampoco quiere ver individuos que al menor roce, ruedan por el suelo durante media cancha como si hubieran sido lanzados por un cañón.  Nadie, salvo los fanáticos, aprueba a un malcriado que, conociendo el reglamento, le hace gestos despectivos al árbitro.  O bien, que le reclama de manera airada, dando demostraciones lamentables de falta de carácter y disciplina; además, de desconsideración marcada por su equipo, al cual deja en inferioridad numérica de la manera más estúpida que se pueda imaginar.  Ningún jugador que se haga expulsar tiene justificación alguna. 
            Un director técnico que ha sido incapaz de enseñarles eso a sus dirigidos, puede considerarse un fracaso.  Para eso hay un capitán, el único que, con respeto, puede dirigirse al árbitro para alguna aclaración.  Porque a la altura de la Selección, ¿puede haber algún individuo que crea que con gritarle o hacerle gestos irrespetuosos al árbitro puede cambiar su decisión?  Esas insolencias son propias de gente mal educada y sin disciplina; personas que no merecen estar en la representación nacional.  Ni siquiera el sentimiento de incapacidad justifica una actitud tan idiota y tan lesiva al equipo.  El cuento del “temperamento latino” es una idiotez sin ningún valor, como se lo hicieron ver a Robiño en el Real Madrid.  Este muchacho protestaba por todo, invertía más tiempo haciendo gestos y gritándoles a los árbitros y jueces de línea, que lo que hacía como futbolista.  Hasta que lo llamaron a cuentas y corrigió su actitud.  Nadie paga por ir a ver a un malcriado, agresor o irrespetuoso.  Vean el triste epílogo de la carrera de uno de los grandes del fútbol mundial: Zinedine.
            Es por eso que en la Selección Nacional se deben tomar en cuenta algunos requisitos que van más allá de la capacidad como futbolista.  Esta talvez sea lo más importante, pero no debe ser el único factor; ni este debe justificar las deficiencias que tenga alguien como persona.  La Selección Nacional es una vitrina cultural que no solo demuestra cuál es nuestra capacidad futbolística, sino la calidad moral y social de la que somos exponentes en tierras extrañas.  Es por eso que en la selección de individuos para representar al país, se debe tomar en cuenta su cultura presente a la hora de la escogencia y, mediante el proceso, determinar si es posible hacerlo cambiar hacia una conducta que nos asegure que ese individuo tendrá un comportamiento decente bajo cualquier circunstancia.  Que los estudios sicológicos nos garanticen su equilibrio emocional.  Y no solo por el aspecto personal, sino por los daños que pueda ocasionar al equipo con sus exabruptos.  Una pieza que se pierda en el equipo, desquicia su funcionamiento.  Nada hay que justifique ese tipo de rabietas en un profesional cuya ecuanimidad es la garantía de su aporte al equipo.   Y desde el punto de vista puramente laboral, al jugador se le paga porque juegue, y no porque se haga expulsar.   
            Y es aquí en donde la prensa nacional ha perdido por completo la ecuanimidad, tratando de hacernos creer que el árbitro fue el culpable único de la eliminación de Costa Rica; y dada la “maldad” de este, los muchachos tuvieron razón para perder los estribos, faltarle al respeto y agredir a los mejicanos.  De esa manera “ingenua” tratan de justificar lo injustificable, y presentarnos a un grupo de individuos que, faltos de disciplina, fueron diezmando a su propio equipo y sumiéndolo en una impotencia total que, gracias a la providencia y la mediocridad exhibida por el rival, no se tradujo en un desastre terrible en cuanto al resultado.  ¿No les han enseñado que no se discute con el árbitro?  ¿Nadie les ha soplado que los fallos arbitrales son inapelables en esa instancia?
            Es inconcebible que profesionales que trabajan en equipos de Europa o los Estados Unidos, no entiendan que tienen que refrenar sus instintos camorreros y el deseo de hacerse justicia por su propia mano.  Jugar a ese nivel no es lo mismo que hacerlo en la calle o la plazoleta del barrio.   No es comprensible que haya profesionales que ignoren que el árbitro es la única autoridad que hay en el campo de juego y que, equivocado o no, sus fallos deben ser no solo acatados sino respetados.  ¿No les han enseñados esos principios elementales del reglamento?   Nos dio risa y pena ver cómo un jugador de los kilates de Cuauhtémoc Blanco, incurrió en el más bárbaro error que pudiéramos imaginarnos en un profesional.  Como un niño malcriado, en lugar de sacarle la lengua al hondureño que se la sacaba “inocuamente”, le dio un codazo descarado que fue visto por todo el mundo.  ¿Por todo el mundo?   ¿Lo vieron nuestros seleccionados?  ¿No es ridículo que un jugador de esa categoría caiga en una trampa tan ingenua?  No fue por la insuficiencia del árbitro que perdió México ante Honduras, sino por la incapacidad como persona del señor Blanco.
            No, señores, un fallo arbitral no justifica una conducta antideportiva, aunque en eso nos vaya la Copa de Oro.
            Deportivescamente
                                               RIS
E-mail:       rhizaguirre@gmail.com


 

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