289 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”.
¿LIBERTAD DE ELECCIÓN?
Por principio, y aunque esto no sea
nada científico, la reelección presidencial o de lo que sea, en la América Latina constituye un
peligro cuya demostración está en las páginas de nuestra historia. El latino se encariña con el “poder” no para servir al pueblo, sino por vanidad
(sentido mesiánico) y para servirse de este.
Esa ha sido una constante que
no se puede rebatir con argumentos, razonamientos o promesas. Por desgracia, el latino, en términos
generales, es víctima fácil de la demagogia política y vive creyendo en el
cacicazgo. Siempre supone que todo le va
a caer del cielo mediante la intervención de “un buen presidente”. Y así, período tras período, le facilita a
cuanto avivato hay, la posibilidad de hacerse con el poder cuantas veces le dé
la gana. Incluso hay quienes creen que
la “experiencia” presidencial redundará en beneficio del pueblo, y que el nuevo
presidente, que es el mismo, esta vez si hará los milagros que prometió la vez
anterior. Ese es el mundo mágico del
latino en el campo de la política.
Y cuanto más sencillos e ignorantes
sean los pueblos, más se incrementa esta tendencia. Estas tierras están llenas de ejemplos que
en realidad sorprenden. Vean el caso del
Perú con Alan García y el japonés Fujimori.
La Argentina
con Menem, y otros países con una larga lista.
¿Qué puede aportar al bienestar del
pueblo alguien que ya tuvo una oportunidad y nada hizo? ¿Qué es lo que hace que en la mente del votante tenga cabida la idea de que ese
personaje será distinto en esta ocasión?
Si alguien fue inepto durante cuatro o cinco años, ¿qué es lo que hace
creer a un elector que en un nuevo período presidencial será diferente? En una vieja “Chispa” dije que la reelección presidencial es el retrato de
cuerpo entero de lo que es ser latino, de la incapacidad de reflexión que
tenemos pero, sobre todo, de la indolencia
enfermiza que nos mantiene postrados y en condición de víctimas
propiciatorias para los desmanes de la
clase dirigente, los partidos políticos, la oligarquía y los “líderes” aprovechados de esa conducta
general.
Entre
nosotros basta con estar entroncado en la maquinaria política de un partido para
aspirar a la presidencia de la República. Poco importan las virtudes
personales, intelectuales o morales.
Cualquier pillo puede ser nombrado, sin importar que sea sospechoso de
robo, estafa, peculado, comisión de crímenes o lo que sea. Basta con tener dinero, algún nombre y muchos
años de “militar” en un partido poderoso.
Ser elegido o reelegido es cuestión
de astucia, dinero, compadrazgos, amistades y compromisos con la Argolla.
Pero antes de continuar, es necesario hacer una
aclaración mediante varias preguntas: En una democracia formal como la nuestra
¿Elige el Pueblo a alguien? ¿Algún Presidente o Diputado es postulado por
el Pueblo? Hasta la persona más ingenua
sabe que la “elección” de candidatos
a lo que sea, es una componenda en la
que el pueblo NADA TIENE QUE VER ni influye. Para la elección VERDADERA de candidatos nadie toma en cuenta la opinión
popular. La elección a candidatos de los
partidos importantes es una operación que se lleva a cabo en dos movimientos:
uno secreto y otro público. El público
es la mascarada que se lleva a cabo ante el pueblo. Y el
verdadero, es aquel que se realiza entre la “dirigencia política” de los
partidos y la Oligarquía
que financia a todos los grupos. Es
ahí, en los centros de poder de la
Argolla, en donde se nombra a los “candidatos del pueblo”, a
los salvadores de la Patria. Lo demás, es el cuento de
siempre. “Aquí tienen, se le dice al
pueblo, escojan libre y democráticamente
entre estos dos o tres candidatos que nosotros hemos aceptado”. ¿Pero
es eso elegir a alguien? Ya se sabe
que cualquiera de esos candidatos presidenciables, ha adquirido los compromisos
que su partido suscribió con la Oligarquía. Es el libreto de
siempre. Y es en esa pugna por ser
nombrado por el partido, en donde entran en juegos todos los recursos de
astucia que tenga el individuo. Claro
que si el candidato es miembro de esa clase poderosa, tendrá mayor respaldo de
esta, pues este no puede violar o traicionar los intereses comunes de la
camarocracia o Argolla a la cual pertenece.
Entonces, ¿cuál es la libertad de
elección que tenemos? Elegimos entre dos o tres sujetos que ya han
sido elegidos, aprobados y comprometidos
por la Oligarquía;
y eso no es libre elección. Los candidatos nunca salen del pueblo sino de
los partidos políticos, los cuales tienen amos que son los mismos miembros de
la estructura del Poder.
¿A quién estaremos obligados a elegir en la próxima
“contienda electoral”? ¿Será Fulano? ¿Será Zutano?
¿O reelegimos por segunda vez a don Mengano? Solo es cuestión de un poco de astucia para
eliminar el impedimento que haga posible la reelección a perpetuidad. ¿Por qué no? Como se ven las cosas en el
panorama político nacional, parece que tendrán que echar mano de los mismos, ya
que entre las pirañitas que sobresalen en el submundo de la política criolla,
ninguno ha destacado lo suficiente como para merecer la consideración de la
Argolla, el Gran
Elector. Talvez sea necesario que
reconsideren a los antiguos y ya retirados “barones” de la farándula política
nacional. ¿Por qué no? Al fin y al cabo el pueblo parece estar
dispuesto a tolerar lo que sea; con tal de no comprometerse ni tener que
abandonar su cómoda posición de indolente y pasivo espectador. ¿Buscar otras vías de elección? ¡Qué pereza! ¡Mucho trabajo!
Después del “incidente” en el cual
rodaron por el lodo las honras de tres expresidentes, parece que ya las cosas
se han aclarado; que todos fueron inocentes
de los cargos que les imputaron; lo que hicieron fue legal, y están prestos a volver a ocupar el cargo de Primer
Ciudadano de la República
para sacrificarse por el bien de este
bueno y tolerante pueblo. Solo es
cuestión de esperar cuatro años, como todo.
Y tendremos la obligación de
reelegir a alguno de ellos. ¿Libre elección?
Electoralescamente
RIS
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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