311 “LA CHISPA”
En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los
abusos del Poder”
UN GOBIERNO FUERTE
Los pueblos de la América Latina, en general, no
tienen la suficiente conciencia cívica para vivir bajo regímenes democráticos
porque, en primer lugar, ni siquiera saben qué cosa es eso. Porque no es lo mismo “tener conciencia cívica” que estar entrenados o domesticados para
cumplir con un ritual electorero (democracia formal) cada cuatro o cinco
años. Es casi como el referendo para ir
a votar el TLC, materia que casi nadie entiende y que solo obedece a cuestiones
emotivas. Pero esa limitación no solo es privilegio de latinos y africanos. Países antiguos como China y Rusia son
incapaces de hacerlo. Los rusos lo
intentaron y se hundieron en el caos; y es por eso que los gobernantes chinos
no cayeron en la trampa del “democratismo” auspiciado por los gringos. Abrieron algunas puertas y ventanas y dieron
ciertas libertades, pero el gobierno continúa siendo “fuerte” y está al mando
de todo. Allí si alguien es corrupto, le
meten un tiro en la cabeza y nadie dice nada.
En cambio por aquí, los corruptos esperan unos cuantos años, salen
libres bajo fianza, y después demandan al Estado por millones. Y casi siempre ganan.
Para que las cosas caminen bien y en
orden y se puedan aprovechar todas las oportunidades de desarrollo, el Gobierno
debe ser fuerte y estar presidido
por un Dictador que tome las
decisiones necesarias en el momento oportuno, y no cuando una disparatada
Asamblea se ponga de acuerdo. Incluso debe
ir en contra de la voluntad de los pequeños grupos y sus intereses económicos,
que nunca son los del pueblo. Un
gobierno fuerte debe mantener el control de todo, no en condición de
propietario sino de sabio administrador; de elemento que impida el abuso de los
poderosos y que vele porque cada uno reciba lo que con justicia merece. Si el Dictador considera que un proyecto es
de bien nacional y tiene que realizarse, no debe permitir que una Asamblea
Legislativa, con mil intereses particulares, tenga la capacidad de bloquear una
obra de interés nacional. Mucho menos una Sala Cuarta o cualquier otra
institución subordinada. Una vez don
Pepe Figueres respondió a un periodista de la siguiente manera, cuando este le
preguntó que de qué se arrepentía más en su última administración: “De no haber impedido que un periódico como
ese (La Nación)
cayera en manos del grupo que lo posee”.
La prensa nunca, en ningún país del mundo, responde a los intereses
populares sino a los de grupos capitalistas.
Esa es una verdad irrebatible. Es
por eso que un Gobierno Fuerte, SIEMPRE
debe mantener bajo su control total o parcial a este elemento social. A la prensa se le ha llamado “El cuarto
Poder”, y tal calificativo no es exagerado.
Es el poder del dinero, de la Oligarquía. No es cierto que la prensa
sea el balance y que está al servicio del pueblo en su labor de información,
denuncia y señalamiento de rutas correctas.
Don Pepe vio ese peligro, pero no tuvo la fuerza suficiente para adelantarse a la época.
En momentos difíciles de la
historia, de abusos y desmanes del gobierno o los dictadores de antaño, fue
necesario crear el famoso equilibrio de Montesquieu. En tiempo de recelos y la tendencia a la
brutalidad, esa limitación y repartija de poderes (ejecutivo, legislativo y
judicial) parecía una solución salomónica estupenda. Pero en estructuras ya consolidadas en su
función formal, ese modelo ya está superado por la realidad de lo que vivimos y
debemos mejorarlas, haciendo que el Poder vuelva a las manos del Ejecutivo o
Dictador. No es práctico que una serie
de Instituciones menores, como la Sala
Cuarta, tengan la facultad de boicotear o impedir la realización de proyectos de interés
nacional, o pasar por encima de la Constitución para la conveniencia de un solo
individuo, solo porque estos puedan afectar a pequeños grupos de
interesados. Y como no es cierto que la Asamblea represente los
intereses del Pueblo, también esta debe limitarse a una sencilla función de
estudiar la forma de crear el marco legal para los proyectos del Ejecutivo,
nada más. El Dictador y su Consejo de Ministros deben controlar todas las formas
del “poder hacer”. Así han
funcionado bien los gobiernos, durante milenios. Tanto es así, que en la nación más
representativa del democratismo, los
Estados Unidos, se han hecho todos los esfuerzos posibles por dotar al
Ejecutivo de un poder omnímodo para tomar decisiones. El Acta
Patriótica es el ejemplo más reciente de esta tendencia. Quieren un
gobierno (Dictador) capaz de tomar las decisiones que considere convenientes
sin tener que esperar la deliberación de centenares de congresistas y diputados
que nunca se ponen de acuerdo en nada.
El buen gobierno tiene una
finalidad: crear las condiciones para que todos los habitantes del país puedan
desarrollar al máximo sus capacidades, o sea, que puedan estudiar sin más
limitaciones que las de su propio talento.
Que tengan igualdad de oportunidades en la búsqueda del bienestar y la
felicidad. Que tengan alimento abrigo y
salud y, lo último, lo suficiente para vivir su vejez dignamente. Sin embargo, la historia nos prueba que
ningún gobierno “democrático” ha logrado eso en la América Latina, después de casi
doscientos años de independencia y supuesta vida democrática, la cual en realidad, sigue siendo el gran espejismo de
los latinos. En su nombre se han
cometido las peores atrocidades, pues los más bárbaros y criminales gobernantes
de por estos lados, se han hecho llamar demócratas,
y con el aval de los Estados Unidos. Trujillo se hacía llamar “el campeón de la
democracia en el Caribe”.
El problema, pues,
es encontrar a ese Dictador capaz de
poner las cosas en orden, pero con una visión ecuménica que no deje por fuera
del festín nacional a ningún ciudadano, por humilde que sea. Entonces,
¡bienvenido sea el Hombre capaz de tal hazaña!
Y si para lograr ese ideal tiene que garrotear a unos cuantos
bandidos y saboteadores ¡enhorabuena!
Dictatorialescamente
RIS
Correo rhizaguirre@gmail.com
Blog: “La Chispa” http://lachispa2010.blogspot.com/
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