sábado, 11 de julio de 2015

268 La gula



268   LA CHISPA  

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA GULA

            Incluso las religiones han tenido que ver con la cuestión de la gordura.  Es tal el suplicio que produce, que elevaron la tendencia a comer sin medida, a la categoría de pecado.  Pero ni eso nos detiene a los panzones.  Cuando estamos frente a un dulce, un queque o un estofado, poco nos importa ser pecadores e irnos al infierno.  Es después cuando vienen las lamentaciones: cuando no podemos correr, subir rápido una escalera o abrocharnos los zapatos.  Es ahí cuando maldecimos y hacemos la promesa del zopilote.  Todos los días, todos los meses, todos los años.  “Mañana empiezo mi dieta…”  “Antes muerto que seguir siendo gordo…”  ¿Cuántas veces hemos tomado esa determinación inquebrantable que solo nos dura hasta la hora del almuerzo?  “Mañana sí la empiezo…”
            En una “Chispa” de hace tiempo dije que la gordura es un azote social, principalmente de las sociedades ricas, en cuya penumbra se coloca Costa Rica.  En Estados Unidos el porcentaje de gordos anda por ahí del ochenta por ciento de la población; y eso es monstruoso, pues ha hecho que la principal causa de muerte en ese país NO sea el cáncer, sino las enfermedades que tienen como causa la obesidad: infartos, diabetes y toda clase de accidentes vasculares.  Pero lo curioso del asunto es que la ciencia oficial no parece interesarse seriamente en sus causas.  ¿Es solo un problema de sobrealimentación y malos hábitos?  ¿Es un asunto genético?  ¿Hay una disposición biológica que nos conduce a ese estado?  La medicina ha hecho la vista “gorda” ante este problema que ya es mundial y mata a millones de personas antes del término promedio.  Han dejado el problema en manos de toda clase de charlatanes y comerciantes que amasan enormes fortunas con la desgracia de los obesos.  Las gordas son más productivas que una mina de diamantes.  Y talvez sea por eso que a nadie le interesa seriamente buscarle una solución científica al problema.  Hay mucha plata de por medio.
            Yo tenía un perro gordo, y lo que no he podido hacer conmigo, lo hice con él: lo puse a dieta y logré que adelgazara y se convirtiera en un atleta perruno de fina y musculosa figura.  Podríamos hacer eso con nuestros hijos si no existiera el factor sentimentaloide que nos impide tomar medidas serias.  Tampoco es posible con adultos con libre albedrío.  Entonces ¿qué hacer ante ese problema?  Lo primero que deberíamos saber es si se trata de algo genético, ambiental, hereditario socialmente, de malas costumbres o de simple gula.  Y a partir de ese punto, determinar qué podemos hacer. 
            Por mi parte, ya me declaré vencido.  He probado con la dieta de la luna, la Scardale, la de las grasas, la del agua, de la piña, de los limones, Herba Life, Xenical, Reduce Fat Fast, In Line, del Ying Yang, del Azafrán, la de Batalla y quién sabe cuántas.  Y ni qué decir de los aparatos; en uno de ellos estuve a punto de desnucarme cuando se me desarmó y me fui de espalda.  Probé el King Pro, el Orbi Trek, el Máximus y otros, y la panza continúa creciendo.  Cada día la hazaña de amarrarme los cordones se complica más.  No se trata, pues, de aparatos mágicos o la suma de ejercicios de los más variados y originales.  Es un problema integral que sobrepasa la disposición de tragarse un montón de pastillas más o menos inocuas y de encaramarse en una máquina de adelgazar o sofocarse en un baño sauna.  Es algo mucho más complejo que tiene que ver con ciertos imponderables que están más allá de un vulgar análisis material, y que tienen una sutil pero poderosa liga con nuestro ser integral.  Este es el campo a explorar: ¿qué pasa en la cabeza de estas personas que, a pesar de saber el riesgo de muerte que implica su situación, son incapaces de tomar las decisiones que podrían salvarlos?   
            Si el peligro de ser gordo solo fuera la amenaza de muerte por infarto, eso sería lo de menos; incluso sería bien recibida por infinidad de personas que padecen ese mal.  Pero ese no parece ser el problema de fondo que afrontan estas.  Hay algo mucho más triste y doloroso que la muerte: el hecho de ser gordo.  Vivir todos los días con ese martirio es el peor suplicio que pueda imaginarse cualquiera que no padezca de esta desgracia.  A los flacos les parece que solo es cuestión de broma, o que los “rellenitos” son simpáticos y felices.  Lejos están de saber el dolor infinito, la angustia y falta de autoestima que corroen el alma y la tranquilidad de estas personas.  Ser gordo es una condición de dolor permanente.  El obeso no es el simple bufón que está para que los demás se rían; es un ser humano dolorido, angustiado y con vergüenza de ser como es.
            La ciencia debería participar más seriamente en el estudio de este problema que cada día se hace mayor y ataca a más seres humanos.  La gordura no debería ser la causa mutilante de tantas vidas.  Y cuando decimos eso, no nos referimos a la muerte física, sino a la anímica de infinidad de personas que padecen el azote del siglo veinte.  No se trata de sentirles lástima o hacerles ver que los “aceptamos como personas normales”, tampoco de ser condescendientes o reírnos de los chistes que ellos hacen de su propia condición.  La gordura es un problema humano que afecta profundamente las vidas de estas personas; de una manera que los “flacos” jamás podrán imaginar.  Entonces ¿qué se puede hacer?  Lo primero; JAMÁS intente recetarle tal o cual dieta a una de estas personas.  No sea superficial ni la “halague” diciéndolo lo bien que se ve. Ese tipo de “piedad” es hiriente y ofensivo.  Tampoco se entrometa a ponderarle “las virtudes” del ejercicio o de los aparatos tal o cual; o las maravillas de este o aquel gimnasio en donde hacen “prodigios” las masajistas.  Tenga usted por seguro que él o ella, ya ha recorrido un largo y doloroso calvario de dieta en dieta, de gimnasio en gimnasio y de todos los trucos que usted pueda imaginarse que hay para adelgazar.  No MINIMICE su problema con una receta que usted se sacó de la manga como si se tratara de un consejo para preparar una torta de huevos.  Respete a estas personas, y si no tiene nada bueno y útil que decir al respecto, mejor guarde silencio.  Seguiremos con esto.
            Fraternalmente             RIS         

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