294 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”.
UN ENTRENADOR NACIONAL
¿Cuáles deben ser los requisitos que debe tener un
entrenador de la Selección Nacional? Podríamos mencionar varios; sin
embargo, para simplificar el asunto y hacerlo práctico apenas mencionaremos dos
o tres. Pero antes, debemos hacer
referencia al material humano con el que debe trabajar en nuestro medio. Ya sabemos que hay dos maneras de formar una
Selección: el método ideal que indicamos en la “Chispa” anterior (293), y el tradicional que consiste en rejuntar un montón de jugadores semi-quemados
de los equipos “grandes”, de acuerdo con las presiones de los clubes, directivos,
patrocinadores, televisión y prensa. De
ahí se obtienen las “selecciones” de siempre, las que nunca se foguean y que no tienen tiempo de prepararse
debidamente para ningún torneo, con lo
cual ya llevan adelantado el justificativo de la derrota. Las eternamente improvisadas que van en busca
de un milagro, para el cual se hacen acompañar de la Virgen de los Ángeles. Esta es la materia prima con la que cuentan
nuestros entrenadores y ya sabemos que muy poco van a sacar de ella. Pero ¿cómo debe ser el entrenador para que
podamos esperar algo de este?
En primer lugar, en un país de
mediana calidad futbolística, el entrenador TIENE que ser extranjero que
inspire respeto a todo el mundo: a directivos, público, prensa y, sobre
todo, a los jugadores. Y no solo por el
hecho de ser foráneo, sino porque tenga capacidad reconocida mundialmente, sin
importar que sea tan antipático como Lavolpe, Hugo Sánchez o Fabio Capelo. Después de todo, dirigir la Selección no es un
concurso de simpatía en el que el entrenador tiene que caerles bien a
todos. Es más, es preferible que jamás establezca esas relaciones afectivas
con ninguno de los jugadores, pues esto puede llevar a la toma de
decisiones emocionales, cosa que nunca debe darse en un profesional. Así, si no cumple las expectativas, resulta
fácil echarlo sin contemplaciones ni remordimiento. Debe ser una persona respetable en el sentido más profundo de la palabra, pues en Costa
Rica suele prevalecer la conducta confianzuda y si este se deja, en dos toques lo están tratando de vos y de maje. El entrenador no debe ser paternalista ni
complaciente con nadie: jugadores, directivos o prensa en general. Ni siquiera debe establecer polémica con esta
última ni andar dando explicaciones sobre lo que hace; sin embargo, eso no
implica descortesía o malacrianza. Debe
limitarse a hace bien su trabajo, y dejar que los resultados sean sus mejores
justificaciones. Debe tener la autoridad
que dimana del conocimiento y la experiencia; y sin llegar al autoritarismo, debe dejarles bien claro a los jugadores
quién es el que manda. Debe ser
capaz de decir las cosas con una claridad inconfundible, tanto para la
metodología futbolística, como para el funcionamiento de la autoridad. También debe dejar bien claro que aquí no hay
estrellas (cosa que no es necesario repetir) y que nadie recibirá trato
especial ni se le tolerarán desplantes, malacrianzas o poses de divo o de movie
star. Que la Selección es un equipo
en donde cada uno es una pieza al servicio de intereses que van más allá de los
caprichos personales o las ambiciones monetarias de algunos jugadores; que la Selección no es un
instrumento al servicio de unos cuantos ambiciosos, sino una unidad al servicio
de la Patria y
de ese público que tanto espera de ella.
Debe hacerles sentir que nadie es inamovible y que, aunque todos son
útiles, ninguno es indispensable. En
síntesis, debe tener una autoridad a prueba de todo, y que todos entiendan que
al menor desliz, estarán fuera de la plantilla.
¿Y por
qué tiene que ser extranjero? Por
una razón muy sencilla: esa condición lo mantiene en un plano de serenidad
emocional y su labor no se ve afectada por los inevitables arranques de
patrioterismo que invaden a un entrenador nativo. Véase
el caso de Basile. Es seguro que si
a la Argentina
la hubiera dirigido Capelo o el vasco Aguirre, posiblemente estos no hubieran titubeado
y hubieran hecho los cambios que eran necesarios, sin sentirse comprometidos
por cuestiones afectivas; el Coco tuvo miedo de tocar a las vacas sagradas
del equipo. Y por eso perdió.
Parece lógico y necesario que en potencias como Brasil,
Argentina, Alemania o Italia, los entrenadores DEBAN ser nativos, y por eso los pequeños países tratan de imitar
esa conducta. Pero Inglaterra nos
demostró en el pasado mundial, que bien pueden ser dirigidos por un extranjero;
México también lo ha hecho. Costa Rica
avanzó lo más que pudo con Bora y con
Pinto. El chovinismo en estos casos
no es la mejor opción; sobre todo, cuando los entrenadores nacionales carecen
de los conocimientos y capacidad para enfrentarse a los grandes. Además: “¿No es ese el hijo del carpintero?”
Un entrenador tico que no ha jugado
en Europa o Sudamérica, no puede estar imbuido de las técnicas, sistemas y
mañas que puedan tener las selecciones de esos países. Un entrenador tico que quiera enfrentarse a
esos zorros astutos de Europa o el Cono Sur, tiene que haberse formado ahí;
haber estudiado sus métodos; haber DIRIGIDO
equipos de esos lugares; mientras tanto, solo es un aficionado que cree que con
leerse unos cuantos libros o haber sido un futbolista mediocre es suficiente
para llevar el timón de una selección nacional.
Dejémonos de historias, en Costa Rica NO HAY ENTRENADORES DE NIVEL MUNDIAL. Por eso, si se aspira a tener regulares (no buenas)
participaciones con el método tradicional de armar las “selecciones”, se debe
contratar entrenadores y personal técnico extranjero; con historial conocido y
demostrado en las canchas internacionales.
Desde luego que eso cuesta plata; pero todo lo que vale, cuesta. No pretendamos que con el entrenador de
Parrita, Hojancha o Turrialba, podemos ganar la copa FIFA. Mientras los
directivos del fútbol nacional sigan engañando al aficionado, este seguirá
sufriendo decepciones. Y si la prensa
local sigue sirviendo de caja de resonancia a esos “directivos”, se eternizarán
los fracasos.
Futbolerescamente
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