lunes, 11 de abril de 2011

913 ¡Viva la crisis permanente


913   “LA CHISPA        (21 marzo 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡VIVA LA CRISIS PERMANENTE!
            Sentado que las rentas del Estado se originan de los IMPUESTOS y algunos servicios que este presta a través de las empresas públicas, queda de manifiesto la necesidad de que estas dos corrientes monetarias sean lo más seguras posible.  Y el complemento de estas para una administración sana, es el control estricto del gasto público.  De esto depende que el gobierno pueda cumplir con sus obligaciones al servicio de los ciudadanos.  Ser eficiente y crear toda la infraestructura necesaria para el crecimiento.  Y este concepto implica algo que en nuestras finanzas nacionales jamás se toma en cuenta.  Y no porque se desconozca su significado y valor sino porque es imposible, dados los intereses de los que controlan el Poder.   Por más mentiras que le digan al pueblo, o por más propaganda politiquera que se haga, la verdad es que en nuestros países NO HAY CRECIMIENTO ALGUNO.   No hay mejoría real en la vida de los ciudadanos.  No hay confianza económica en los hogares, no hay estabilidad.  Lo único SEGURO en nuestro medio es la INSEGURIDAD, LA CRISIS.   La angustia y la casi certeza de que mañana será peor la situación.  Nuestros países se encuentran hoy, lo mismo que hace cincuenta años; talvez peor, porque antes, las crisis no eran tan seguidas ni provocadas; además, las sociedades tenían cierta independencia de las corrientes financieras mundiales.  Al que vivía en Puriscal y tenía su finquita, le importaba un carajo que las bolsas de Japón o Taiwán colapsaran.  Cada uno tenía su mundo sobre el cual ejercía un razonable control.   La libra de azúcar costó 55 céntimos por cerca de veinte años.
            Hoy tenemos más tiliches y quizás un poco más de caminos, pero eso no implica un crecimiento verdadero que redunde en beneficio general de la población y que conduzca a la felicidad.  Y aun si hubiera algún crecimiento, el precio que pagamos por él, no compensa la cantidad de tensiones y miedos que vivimos diariamente bajo el signo opresor de una ECONOMÍA tan volátil e inestable y que jamás se define.  La economía es el Demonio de nuestro tiempo.  Nunca está bien, nunca está segura; en cualquier momento se derrumba si algo pasó en Singapur o si hubo un tornado en  Texas.  La dependencia que tenemos es asfixiante, temible y descorazonadora.  Nada importa cuánto trabajemos o no, cuanto ahorremos o gastemos; siempre está sobre nuestras cabezas la amenaza de quiebra, devaluación, alzas determinadas en Asia, Europa o Wall Street.  No somos dueños de nada, ni ejercemos el menor control sobre lo que sucede con nuestras finanzas.  Pero ¿es esto producto de una fuerza incontrastable de la naturaleza?  ¿O solo se trata de un enorme fraude en el que nos han venido envolviendo durante los últimos decenios?  ¿Son el FMI y el Banco Mundial los rectores infalibles de las finanzas globales?   ¿Por qué nos hemos hecho tan vulnerables a los vaivenes de la economía mundial?  Pero lo que es peor, nos hemos vuelto absolutamente pesimistas y aceptamos que no hay otro camino más que el que nos fijan esos organismos financieros al servicio de la Banca Explotadora.
            La clave para salir del pantano de la dependencia es el control estricto en el gasto.  Pero eso no rima con los intereses de la banca mundial, el comercio, la banca privada ni de los prestamistas nacionales.  Ni con los de ninguno de aquellos que viven de la inconsciencia de los pueblos y la complicidad de los gobiernos con los entes financieros internacionales y sus adláteres criollos.   Es por eso que aquellos NO tienen el menor interés en el saneamiento de la hacienda, ya que esto llevaría a un estado de orden que NO LE SIRVE a los que viven de la angustia y las “crisis artificiales”.  La crisis es el charco en donde se gestan los abusos generalizados del comercio, de los gremios profesionales, el endeudamiento personal y otros males que benefician a unos  pocos, pero que hunden a los pueblos en la miseria.  Es por eso que NINGÚN GOBIERNO aprueba un plan de austeridad, porque eso va en contra de los intereses de los que viven de los gastos alocados de la población y del Estado.  Por eso se estimula y propicia el desperdicio de recursos y ahorros en lujos que deberían estar fuera de la consideración de cierta gente.  La adquisición de automóviles y línea blanca, son causa de innumerables problemas monetarios de los hogares; en ese campo, hemos entrado al área del desperdicio inútil.  Y las víctimas de este sistema, son sus más entusiastas defensores.
            Ajustar un presupuesto implica tomar medidas dolorosas y difíciles, pues tal decisión cuenta con enemigos tanto en los que ganan con el desorden, como en el bando de las víctimas de este.  Cualquier pelagatos siente que tiene derecho de andar en carro propio y, por lo tanto, defenderá esa posibilidad aunque solo sea un sueño imposible.  De manera que la sangría de la importación de artículos suntuarios seguirá vigente, no importa cuánto se endeude la población o cuánto suba la factura petrolera.  O cuánto se desnivele la balanza de pagos.  Nadie se atreve a frenar el consumo, porque eso va en contra de los sacrosantos principios del capitalismo, ya se trate del gasto familiar, personal o del estado.  Y mientras no corrijamos ese vicio, estamos destinados a una vida de zozobras, pobreza y endeudamiento progresivo.  Pero el asunto va más allá de emparejar el presupuesto; hay que crear los mecanismos que garanticen que los ingresos sean siempre  superiores a los egresos de manera permanente, pues esta es la única vía para el crecimiento real. No las ficciones que viven nuestros pueblos de vez en cuando, al interpretar las fugaces bonanzas temporales, con un desarrollo verdadero y sostenible.
            ¿Quién le pone el cascabel al gasto?  Parece que nadie está dispuesto, no solo porque es una lucha en contra de los mismos perjudicados, sino porque en esa acción no hay ganancia alguna para la oligarquía, los dueños permanentes del gobierno.  Frenar el gasto (desperdicio) es un suicidio político que ningún gobernante está dispuesto a hacer.  Tampoco se lo permitirían sus patrocinadores.  Miles de parásitos medran del presupuesto nacional; además, hay toda una conspiración para que no haya orden en el gasto ni las finanzas se ajusten a la realidad, pues donde hay control y regulaciones, no puede prosperar el abuso de los que, bajo el pretexto de las crisis, cometen todo tipo de atropellos en contra de los consumidores.  ¡Viva la crisis permanente!  Es el lema de la oligarquía.   
            El gobierno trata los fondos públicos como si fueran bienes de difunto, no solo porque esa es la consigna de la clase pudiente, sino porque a nadie de los perjudicados parece importarle nada.  Nadie protesta por el gasto público desmesurado.  Nadie exige cuentas al Estado.  Y ante cualquier chanchullo que se descubra, siempre tienen el recurso de calificarlo como “secreto de estado”.  Así le echan tierra.  Todo mundo parece estar conforme y supone que los que están al mando, hacen lo mejor que pueden en “beneficio de la nación”, tal como dicen los gobernantes.
Es una cuestión de simple aritmética: no importa lo que usted gane (pueden ser millones), pero si gasta un centavo más que sus ingresos, siempre estará en problemas financieros.  El crecimiento solo se da cuando hay saneamiento de las finanzas; y estas solo son saludables y fuertes cuando se cumplen los dos grandes mandamientos de la Economía: cobro eficiente de los impuestos y control riguroso de los gastos.  De lo contrario, la “crisis permanente” en la cual vivimos los latinos desde siempre, y sin ninguna esperanza para el futuro.
                                                                                                                            (¿Cómo ven esto en sus países?)
Ricardo Izaguirre S.            E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:            La Chispa          http://lachispa2010.blogspot.com/     con link a            Librería en Red
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