sábado, 2 de abril de 2011

756 La democracia y las elecciones


756     “LA CHISPA”        (4 febrero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA DEMOCRACIA Y LAS ELECCIONES
            Un amigo gringo me decía: “La reelección de Bush acabó con un mito sagrado que habíamos creado los norteamericanos.  Nos voló a la porra el idílico sueño que teníamos acerca de la condición de sacrosanto que tenía el proceso electoral de USA.  En Florida le dieron sepultura a ese espejismo que era un artículo de fe para todo los estadounidenses”.   Amarga pero realista reflexión que nos lleva a cuestionar los mecanismos electorales de la democracia formal.  O por lo menos, a no depositar lo mejor de nuestras convicciones en nada que sea producto de la actividad humana.  Si profundizamos un poco en la naturaleza de lo que somos, obtendremos la respuesta a cualquier duda generada por esta labor cívica tan elogiada casi por todos.  Pero ese proceso es realizado por hombres, por seres con necesidades, emociones, deseos, simpatías, aversiones y, sobre todo, codicia.  Ser miembro de ese tribunal no nos transforma íntimamente ni nos convierte en personas neutrales y probas.  Ni siquiera a los miembros permanentes (magistrados y funcionarios) del Tribunal Supremo de Elecciones.  Ninguno está exento de sospecha.  Nadie podrá levantar el velo de duda que en el corazón de los yanquis dejó el afer de Miami.
            La celebración de elecciones NO GARANTIZA LA LEGALIDAD de sus resultados.  Pueden ser muy alegres, supervisadas por la ONU, la OEA y muchas delegaciones extranjeras, pero eso NO asegura que sean limpias ni que expresen la voluntad popular de las mayorías.  Los recientes comicios de Honduras cumplieron con todos los requisitos de la democracia formal, pero ¿quién se traga el cuento de que fueron honestos y representativos de la voluntad de los hondureños?  Nadie.  Solo fue un resultado artificial para legitimar el brutal golpe de estado que dio la oligarquía catracha.  A pesar de los observadores.  Los Somoza hicieron elecciones “democráticas” por cerca de medio siglo, bajo la supervigilancia de Estados Unidos e innumerables delegaciones extranjeras, y siempre las ganaron ellos o sus títeres.  En México se han hecho infinidad de estos torneos y siempre fueron ganados por el PRI, pero eso no significa que el pueblo estuviera feliz con la administración de ese partido dictatorial y corrupto que ha empantanado a ese país en la miseria.
            La facultad para realizar estos eventos políticos no es una ecuación matemática que dé como resultado la democracia.  Elecciones NO es sinónimo de democracia.  Estas solo son una fórmula para organizar el gobierno y los equipos que se harán cargo de la administración, porque DEBE EXISTIR algún medio para hacerlo; TIENE QUE HABER un sistema que permita esa operación política mediante la cual se nombran los empleados del Gobierno, Presidente incluido.  Es un recurso para hacerlo de manera que todos queden más o menos satisfechos, pero NO ES ni NUNCA será un método a prueba de fraude o manipulación.  Cuanto más se encariñan con el Poder las clases dominantes o los políticos elegibles, más se van acercando a la tentación de meter sus manos e influir sobre los funcionarios que tienen a su cargo la organización de esta fiesta nacional.  Nadie está libre de la seducción que provoca el dinero y el poder.  El continuismo es la gran pasión de los políticos y de todos los latinos en general.  Sobre todo si por él, se logran grandes fortunas.
En la América Pobre el fraude electoral ha sido el pan nuestro de cada día, pues cuando la corrupción ha permeado todos los estratos de una sociedad, todo empieza a ser posible; el edificio de la institucionalidad comienza a tambalearse y, hasta las cosas impensables adquieren vigencia y se transforman en horribles realidades que nunca imaginamos.  Hasta hace poco era imposible creer que unos expresidentes de Costa Rica pudieran ir a la cárcel acusados de corrupción.  Pero sucedió.  Todavía la población supone que el TSE es intachable y que mantendrá esa tesitura a pesar de todo, pero este ha empezado a lanzar algunos signos inquietantes que podrían hacer eclosión el 7 de febrero. Pudiera sucedernos lo mismo que a los gringos con Bush y su reelección.  El TSE ya empezó, desde la aprobación del TLC, a formar parte de esas instituciones que se han puesto bajo la penumbra de la duda.  Como la Defensoría de la Habitantes, la Asamblea Legislativa y la Sala Constitucional.   El ciudadano ya no está tan seguro de su rectitud e imparcialidad.
Así, pues, que no debemos echar las campanas al vuelo solo porque hacemos elecciones bien organizadas, con banderitas y niños dirigiendo a los votantes; todo eso es parte del espectáculo de la democracia formal, parte de un gran negocio en donde se desperdician cientos, talvez miles de millones que después tenemos que pagar los contribuyentes.  Desde luego que es agradable escuchar opiniones bonitas acerca del proceso, sobre todo, cuando las emiten extranjeros que solo están de paso y que muy poco saben de la realidad que se vive en este país.  Individuos que vienen a certificar, desde lujosos hoteles y restaurantes, lo bien que se vive y come en cualquier territorio que realice un certamen semejante.  O bien, porque son personas que pertenecen a la clase poderosa (Oligarquía) a los cuales les conviene que se mantenga el establishment del cual han obtenido pingües ganancias.  Si alguien es un inversionista, estará feliz de que este evento sea pacífico, democrático, con banderitas y que todo siga igual; que nada incomode o moleste sus negocios. 
La democracia formal se nutre de ese material propagandístico que la ha situado en un pedestal del que nadie se atreve a bajarla o poner en duda.  Ante tanto elogio proveniente de ella misma y sus apologistas de oficio, parece que cualquier comentario en su contra es una herejía. El sistema ha creado todos los mecanismos necesarios para ser auto inmune a la crítica, la sospecha o el ataque frontal.  Pero para vivir en democracia auténtica, se necesita mucho más que realizar comicios cada cuatro o cinco años, pues mientras haya hambre, analfabetismo, gente sin techo, sin atención médica e injusta REPARTICIÓN DE LA RIQUEZA,  no habrá democracia.  No importa qué alegres y pintorescos sean los escrutinios que hagamos.  Ni cuántos comentarios se hagan acerca de su bondad como forma de vida.   Recuerde: ELECCIONES NO EQUIVALE A DEMOCRACIA.  Podría serlo, pero NO lo es.             (¿Cómo es este proceso en sus países, es confiable?)
Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                          E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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