sábado, 2 de abril de 2011

754 El destino inevitable de la "democracia formal"


754     “LACHISPA”   (1º febrero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL DESTINO INEVITABLE DE LA DEMOCRACIA FORMAL:   
Corrupción y dictadura.  Sobre todo en aquellas en donde se permite la reelección presidencial.  Nuestros pueblos NO tienen la capacidad necesaria para decidir sobre ese punto, y como este sistema es un embudo con una sola salida, el votante no tiene más remedio que hacerlo por su partido y por el candidato a reelegir.  No hay escapatoria porque no tiene madurez política.  Es un vicio de la democracia formal, pues en sociedades caudillistas y partidarias, nadie cambia de bando y TIENEN que votar por el aspirante de su partido, sin importar quién sea ni cuántas veces haya estado allí; o que tan inútil y ladrón sea.  ¿A qué regresa un individuo que en su administración anterior fue un inepto o un cero a la izquierda?   Es imposible que alguien que fue anodino, se haya transformado en un líder capaz de grandes logros en su nueva administración.  Tal cosa jamás se ha dado en ninguna parte.  Pero sí hay una posibilidad muy cierta: estos individuos han tenido el tiempo necesario para urdir todos los negocios que se les escaparon la vez anterior.  Han tenido el plazo suficiente para madurar todos los trucos que pueden hacer desde la posición presidencial, chanchullos que no realizaron por falta de espuela política en su período pasado.
            Esa es una de las realidades de la democracia formal: la corrupción que genera un sistema sin controles populares, pues todas las instituciones que se supone harán eso, pronto son víctimas de la carcoma y se suman el festín del pillaje oficial.  Al encubrimiento, al silencio, a la acción de mirar hacia otro lado.  Como la función pública hace posible el enriquecimiento ilícito e inmediato, constituye una tentación inevitable que termina por vencer a todos.  Sobre todo, a aquellos que ya han degustado este placer pero que se quedaron un poco cortos en su labor de depredación. La democracia formal ha creado los mecanismos necesarios para volverse invulnerable a la crítica o el ajuste de cuentas de parte de la sociedad.  Los gobiernos producto de este sistema son intocables, absolutos e incluso se vuelven desvergonzados.  Y el tipo de gobernante que los dirige, suele convertirse en enemigo de su propio pueblo.  Estos individuos que cada vez se van aislando más de su gente, se vuelven paranoicos y suponen que solo ellos tienen la razón y el derecho; de tanto escuchar el zumbido adulador de sus adláteres y el resto de sus serviles, llegan a perder la perspectiva de la realidad. 
            Por desgracia, tener cepillos incondicionales TIENE UN ALTO PRECIO.  Y el dinero para costear esos “servicios” tiene que salir del erario, de la sangre del pueblo.  Ese es el inicio de toda forma de corrupción, porque esta es como una avalancha: una vez que se inicia, nada puede detenerla, y a cada instante que pasa, su magnitud se agiganta.  El gobernante tiene que hacerse el tonto y ver hacia otra parte cuando sus subalternos se dedican al saqueo de la hacienda pública; o a montar negocios al amparo de la impunidad que proporciona el sistema.  En la “democracia formal” los políticos han creado una metodología muy astuta para actuar con total impunidad ante las denuncias o protestas de los ciudadanos.  Todo el sistema jurídico está diseñado de tal manera que es imposible demandar de los gobernantes una aclaración de cuentas pronta y sin subterfugios de ninguna clase.  Vean que hasta el día presente, nadie sabe qué se hizo el dinero de la sinfónica, aquel del que un expresidente dijo haberse comido en confites.  El pueblo carece de los instrumentos para sentar en el banquillo a cualquier político sinvergüenza.  No tiene los medios para hacerlo, y los que pueden (las autoridades), no lo hacen.  Así esta diseñado el sistema.  De manera que pueden actuar con total desparpajo sin rendirle cuentas a nadie, no importa lo visibles y deshonestas que sean sus operaciones financieras al amparo del Estado.  Y a partir de allí, se genera la corrupción en cascada hasta los más bajos estratos de la Administración.
            El otro vicio de la democracia formal es la dictadura.  No necesariamente igual a las tradicionales tipo Trujillo, Somoza, Duvalier, las Juntas militares y otras clásicas.  La dictadura formal no tiene que apoyarse en la soldadesca.  Bien puede hacerlo en un sinnúmero de leyes legítimas aprobadas por las Asambleas, la Corte Suprema de Justicia y por todas las instancias del Ejecutivo.  Disposiciones que pueden estar en contra de la opinión popular pero que, sin embargo, entran en vigencia en franca contradicción con los principios de la Democracia Real.  Caso de la aprobación del TLC.  Esa fue una maniobra arbitraria bajo el antifaz de la democracia formal.  Y así, cientos de acciones autoritarias pero respaldadas por “Leyes de la República”, hacen que un gobierno sea absolutista, sin que tenga la imagen odiosa de las satrapías tradicionales de la América Pobre.  Basta que el Ejecutivo tenga la mayoría en la Asamblea para que convierta en “legal” cualquier abuso o negocio tigre en donde el Presidente y sus grupos salgan beneficiados.  Y como el pueblo no tiene ninguna injerencia en las acciones del Gobierno (buenas o malas), este goza de la impunidad para hacer lo que le de la gana, y eso es dictadura.  Es una forma refinada pero mucho más eficaz y beneficiosa que aquellas que se apoyan en los ejércitos y las policías de represión.  La tiranía no solo es darle palo y encarcelar a la gente; ese es un método desacreditado y feo, poco sutil e ineficiente.  Además, pone en evidencia al déspota. 
            La dictadura democrática no solo goza de todas las ventajas de las formas antiguas, sino que pasa inadvertida incluso para los que la sufren.  Los ciudadanos que viven bajo ella no la perciben como tal, y suponen que las cosas malignas que tiene esta, no son más que las “imperfecciones de la democracia”, siempre sujetas a la posibilidad de mejoras con ciertas variaciones de las leyes; o con una reforma de la Constitución.  O con diversos remiendos políticos. O esperando a que ese presidente termine su período.  El cambio de mandatario es la maniobra suprema de este sistema, pues con ella, se crea y se afirma el espejismo de que el pueblo gobierna mediante su voto, y que la democracia es un sistema que si no es perfecto, es el mejor.  El ciudadano no logra entender que la sustitución de rol en la cúpula del Poder, nada implica para él.   El mando sigue en las manos de los mismos, con igual absolutismo disfrazado de Orden Constitucional.
            Mientras la población no perciba esto, seguirá siendo víctima de estas dos lacras inevitables de la democracia formal: corrupción y dictadura.  Y contentos de vivir en una democracia.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                                 E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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