domingo, 17 de abril de 2011

257 La baba de caracol


257    “LA CHISPA”   

Lema:  “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA BABA DE CARACOL

            Se sabe que la Publicidad Organizada como función social, ha sido el mayor logro del siglo XX.  Y seguirá teniendo vigencia por quién sabe cuánto tiempo.  También se dijo que en este oficio, como en todos, hay gente capaz, ingeniosa, creativa y, sobre todo, con buen sentido del humor, pues si un anuncio nos hace gracia y produce risa, su éxito está asegurado, aunque nunca compremos el producto.  Es la publicidad arte.  La que crean los “Elegidos” de la profesión. Como aquella de “Taquito” y otras de naturaleza semejante: la de Lupe Vueltas o Pancho Carreras, que se graban para siempre.  También existe la publicidad “pájaro carpintero”, monótona y repetitiva; es la de los obreros mediocres que creen que con fastidiarnos millares de veces con la misma tontería, nos daremos por vencidos y compraremos lo que anuncian. Esos son los jornaleros de la profesión, que estuvieron en la escuela y conocen las reglas del juego, pero que carecen del talento y la creatividad para producir algo bueno y original.  Por dicha o desgracia, el genio es un toque que a nadie le pueden meter como si fuera una inyección de vitaminas.  Tampoco se aprende en las aulas de ninguna universidad.  Este es como el anuncio del güisqui Chivas Regal: “Se tiene o no se tiene”.   Con título o sin él. 
            Eso es lo que parecen NO entender centenares de personas que, por error, llegaron a esa carrera y, desde ese ámbito, se dedican a mortificarnos con las ocurrencias más disparatadas y estúpidas que brotan de su magín.   Uno de estos “anuncios”, si es que se le puede llamar así, no solo es ofensivo a la inteligencia de las personas, sino que por su naturaleza tan absurda, cae dentro del campo del idiotismo.  El comercial ese, que más parece una amenaza de cierta asociación de patentes, nos presenta el caso del “C.D. pirata”, que suponemos todos habrán visto ¡Qué video más abominable!  Los que produjeron esa aberración, deberían consultar con algún sicólogo que les dé alguna idea de cómo andan de divorciados con la realidad de la conducta humana, porque ¿puede algún grupo de personas actuar de esa forma tan increíble con algún amigo que lleve a la fiesta un C.D. de los pirateados, que son casi todos?  ¿A quién le importa de dónde diablos sacó alguien un disco?  ¿Es creíble que alguien se niegue a disfrutar de una buena música solo porque es “pirateada”?   ¡Por favor…!
            Además está la propaganda gris, esa que no es original, ni graciosa, ni grosera, ni vulgar, ni fina, ni llamativa, ni ingeniosa, ni bonita ni fea, ni nada.  Esa que vemos como oír llover y que, al final, no sabemos qué demonios es lo que nos quisieron decir o vender.  La que no deja “huella”.  Como las de las cervezas.
            Hay “cebos” de estos tan repetitivos, que cuando los escuchamos nos parece aplicable a cualquier cosa: a una marca de llantas, a un aparato para adelgazar, a una bebida hidratante o a unas pastillas para dormir.  Es la propaganda genérica, que sirve a todo propósito, y como los machotes de los abogados, solo hay que rellenar los espacios en blanco con el nombre, número de cédula y otros datos (precio, donde la venden y para qué sirve).  Esa divulgación suele ofrecernos un producto como la “Pomada Canaria”, que de prometer tanto, se nos hace sospechosa y sin credibilidad alguna.  Es el resultado no solo de la falta de talento, sino de la poca estima que les merece un público culto y digno de respeto.  También está la propaganda pícara, aquella que sabemos es pura exageración, pero dicha de tal manera, que resulta un tanto simpática, aunque todos sepamos que es falsa.  A esa categoría pertenecen algunos anuncios acerca de la gordura.  Otros como los champús para alisar, acondicionar y eliminar “las puntas abiertas”.  O los que pretenden ser autoritativos, como los de cierto producto sacado “de lo más profuuuuundo de la selva amazónica”.  Como si la profundidad amazónica estuviera en relación directa con su efectividad.   O bien el producto que es “respaldado por diez estudios clínicos que hicieron en Transilvania, Yorkshire, Crimea y la Patagonia”.
            Pero el más ambicioso de todos, el non plus ultra de las ocurrencias es el de LA BABA DE CARACOL.  Con este anuncio sí que se llevaron la cerca.  Con las excreciones de este gasterópodo descubrieron el Santo Grial de las arrugas y las inevitables resquebrajaduras que el tiempo produce en nuestra cara y partes visibles e invisibles. Esta sustancia resulta ser doña Toda y nos iguala a la condición de moluscos, pues le confiere a nuestra tez la lisura eterna de la concha de esos animalitos.  Rostros de piedra, sin arrugas, manchas ni cicatrices; como el nácar de las ostras.  Lástima que los publicistas de este “maravilloso producto” no hayan realizado un trabajo más imaginativo; algo que estuviera a la altura de la ocurrencia de los que inventaron el asunto de las supuestas propiedades de la Baba de Caracol.  La idea es estupenda, y los de la ocurrencia original merecen nuestro respeto ya que la argumentación es creíble, aunque carece de la chispa necesaria para hacerla simpática al público.  Es muy seca, tediosa y un tanto autoritaria, cuestión que desagrada a mucha gente.  Sin embargo, la posibilidad de volver a tener un rostro quinceañero, no deja de ser fascinante para todos.  ¿Por qué no?  A lo mejor es cierto; después de todo, hemos gastado millones en otros productos para alisarnos el pellejo.  Pero ¿qué hay de los efectos secundarios?  ¿Han demostrado los estudios clínicos que no nos endureceremos tanto como la concha del caracol?  ¿O que no nos volveremos tan lentos como ese bichito?  Porque recuerden que la naturaleza no da nada gratis: cada don viene acompañado de limitaciones.  No sea que, alguna hormona oculta en ese líquido milagroso, al cual esta criatura  es inmune, haga que nos pase lo mismo que a Dorian Gray.
            Pero con todas las carencias artísticas del anuncio, se puede decir que es uno de los más ingeniosos que han salido de la línea de producción de los publicistas.  No tanto por la técnica de este, sino por lo simpático del concepto total.  La engañifa es realista y creíble; y aunque nadie haya visto a un caracol auto parchándose con su propia baba, la idea resulta necesariamente atractiva.   Llegó la hora de montar granjas de caracoles.
            Caracolescamente
                                         Ricardo Izaguirre S.        E-mail:         rhizaguirre@gmail.com
Blog:          La Chispa        http://lachispa2010.blogspot.com/      con link a          Librería en Red        
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