jueves, 2 de septiembre de 2010

234 Algo sobre la publicidad y los "publicistas".

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234    “LA CHISPA”                                          
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

ALGO SOBRE LA PUBLICIDAD Y LOS “PUBLICISTAS”

        El más grande invento del siglo XX no fue el café instantáneo o la comida en latas, sino la publicidad.  En esa centuria y lo que va de esta, el hombre (cliente) es manipulado de la forma más salvaje y desvergonzada hacia la posición de “consumista”, objetivo final de esa actividad.  En ella vemos el reflejo de lo que el ciudadano es para el comerciante: un objeto-objetivo al que hay que inducir a una conducta dócil hacia lo que los comerciantes desean.  Y es aquí en donde esa gente conocida como publicistas hace su agosto y despliegan toda la capacidad con la cual logran “convencer” al cliente del porqué debe preferir la pizza Het a la Hit.   Nadie compra, vende, alquila, come, escoge, “piensa” o cree en algo que no esté fundamentado en una fuerte propaganda; en algo que leyó en tal o cual periódico o que vio en la televisión.  Esta permea todos los aspectos de la vida del ciudadano, y no hay espacio visual o auditivo que no se lo atiborren de esa basura.  Pero el daño no solo está en el contacto directo con ella, sino en uno más peligroso todavía: su efecto subliminal no controlado.  Y esto es una invasión a la libertad y los derechos del individuo.  Sobre todo, cuando estos son niños incapaces de analizar el contenido maligno de infinidad de esos mensajes agrupados bajo el término genérico, difuso y de apariencia inocua que conocemos como PUBLICIDAD.
            Ya sabemos que el Estado es bastante incompetente y que no podemos recurrir a él.  Hay mucha terminología acerca de “la libertad de empresa, el sacrosanto comercio, el libre mercado” y mil zarandajas más que crean el escudo de impunidad del grupo de mercaderes y esos profesionales.   Si alguien dice que utilizan y degradan a las mujeres con anuncios sexistas, ellos alegan que “estas se prestan por su voluntad en un negocio de libre empresa en donde el Gobierno no puede ni debe limitar las libertades individuales”.  Para eso tienen a la Sala Cuarta.  Entonces, ¿qué puede hacer el ciudadano ante los abusos de esa gente?  Parece que nada.  Sin embargo, talvez sea posible apelar a la “conciencia profesional” de ese gremio.  ¿Parece una paradoja? ¡Pues lo es!  Ellos son los únicos que pueden librarnos de las necedades que estamos obligados a ver incluso en los canales de televisión PAGADOS
            Los publicistas son como los médicos, abogados, ingenieros y cualquier grupo humano: están conformados por buenos (muy pocos, como es natural), regulares y mediocres (la gran masa), malos y pésimos.  Los primeros son los que han elevado esa actividad a la categoría de ARTE.  Son los que crean esos anuncios que no solo nos “tocan”, sino que nos hacen reír y sentirnos admirados por el ingenio de sus creadores.  Esa propaganda no solo es aceptable, sino que hasta merece el título de “educativa”.  Al menos para la gente sencilla.  Y hasta allí es tolerable la publicidad como actividad humana con el fin de ganarse el sustento honradamente.  Pero cuando ingresa a ese campo cierta gente sin talento alguno, esta se convierte en ofensiva, brutal, empalagosa, repetitiva hasta el cansancio y carente del más ligero barniz de originalidad.  Como los anuncios de los aparatos para adelgazar.  Hay docenas: todos iguales, todos monótonos, todos mágicos, todos únicos, todos baratos, todos livianos y fáciles de guardar, todos durables, todos con computadora, todos aguantan 125 kilos, todos nos garantizan que nos pondremos como Jessica Biel o Shakira.  Entonces la publicidad se convierte en rutina asfixiante, y la posible víctima de esta, llega a odiarlos TODOS.  Pero lo que es peor: no distingue ninguno, no individualiza; como está saturado de tanta necedad IGUAL, llega a ser incapaz de percibir las ventajas de alguno en particular y solo desea que pase el comercial para seguir disfrutando de su programa.  Yo solo me acuerdo de una culona muy linda que sale brincando en una de esas bicicletas sin ruedas, pero no de la marca del tarantín que anuncian.
            Pero el peor crimen que cometen los  autores de la “mediocridad publicitaria”, es la de aquellos anuncios sexistas en donde hacen un menosprecio absoluto de la inteligencia de los que estamos “al otro lado” de su actividad.  Uno de ellos es el de una mujer (ama de casa) que al ver llegar a su marido e hijo completamente enlodados, pone una cara indefinible y les reclama toda frustrada el “porqué no la invitaron a llenarse de mugre como ellos”.   Se ve que son hombres los que hicieron ese estúpido anuncio, y bien brutos.  Se nota que no son amas de casa, de las que saben lo terrible que es descurtir  un chuica lodoso.  Se ve que no son mamás.  Y digo que son brutos porque si le hubieran consultado ese anuncio a cualquier mujer, ese engendro “publicitario” jamás habría salido del ámbito de su magín u oficina.
            Pero talvez el peor de estos irrespetuosos anuncios es del “del niño doctorcito” que envuelve la patita toda lodosa de una niña, con un trapo que habrá de lavar su mamita que, arrobada, contempla la escena en la cual “su doctorcito” le cubre toda la pelota de barro que es el pie de la niña.
            ¡Por favor!  ¿Qué clase de mensaje es el que trasmite esa absurda propaganda?  Y ¿cuál el del otro anuncio  tonto en donde un par de niños que van a la escuela se revuelcan en el jardín para perfumar su ropa, en lugar de utilizar un determinado jabón? 
Los consumidores son dignos de mayor respeto Es por eso que sostenemos que son ellos mismos (su colegio, los capaces) quienes que deberían ejercer una especie de censura sobre aquella publicidad disparatada, mal agradecida y ofensiva a la inteligencia de los que les damos de comer.
Estimados lectores de la “Chispa”, ejerciten su poder de compradores para exigir de ese gremio profesional algo más educativo, original y de mayor respeto para vendernos los productos que patrocinan.  Debemos recordarles que no somos tarados a los cuales pueden dirigir una “propaganda” idiota que nos puede conducir como rebaño a los productos que nos ofrecen.  No somos una manada de borregos.
Afectuosamente
                                   RIS

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