miércoles, 22 de septiembre de 2010

782 ¿Cuál de todos soy YO?

782    “LA CHISPA”                        (13 abril 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿CUÁL DE TODOS SOY  YO?
            La religión budista no es ni será popular en occidente porque niega la supervivencia de la personalidad más allá de la muerte.   Dice que el Yo llega al aniquilamiento y desaparece para siempre.  Y eso es devastador para el occidental, acostumbrado a las fantasías del cristianismo (e incluso el Islam) y sus paraísos y la vida eterna más allá del umbral.  Si recordamos que Budismo significa sabiduría, tendremos otra de las causas por las cuales esta “religión” no es popular entre las masas ignorantes, pues demanda profundos conocimientos de parte de sus seguidores.   Claro que, como todas las grandes religiones orientales, comprende una parte filosófica o esotérica para los iniciados en los misterios, y otra rama exotérica para las masas que no pueden ni quieren hacer grandes esfuerzos intelectuales y se conforman con la devoción.  Como el hinduismo, en donde existen cuatro clases de personas que reciben enseñanzas según su categoría y desarrollo espiritual.  Diferente a la masificación populista de occidente, en donde se nos ofrece “el cielo” con solo tener fe.
            Entonces, ¿termina la vida del YO con la muerte del organismo, o este solo es un vehículo de componentes superiores que gozan de inmortalidad?  ¿Y cuál de ellos soy YO, el que piensa y tiene el comando voluntario de todas las acciones que llevo a cabo durante la vida?  Estamos seguros de poseer un cuerpo; también de que somos una Persona, y creemos tener un espíritu, entidad teórica que habrá de ser el vehículo de nuestra Mente, de eso que somos en realidad, según creemos.   En el misticismo se habla de varios vehículos diferentes, según el plano en el cual habita el Pensador o Ego inmortal, pero ¿es nuestra mente ese Hombre eterno, o solo una proyección de este en el plano de la existencia física; una sombra, la PERSONALIDAD perecedera a la que se refiere el budismo?  La consciencia del “yo soy yo” parece que reside en nuestra mente y así lo manifestamos cuando decimos: “tengo un cuerpo, tengo alma, tengo espíritu”.   No decimos: “soy un alma, un espíritu o un cuerpo”.   La mente se identifica solo con la mente.
            Así que cuando hablamos de la salvación y asuntos conexos, ¿a qué nos referimos?  Es obvio que nos es al cuerpo, cuyo desagradable destino final sabemos y nos parece repugnante; también es seguro que no es la salvación del alma la que nos interesa.  Solo nos importa la preservación del YO.  Del yo soy yo, aunque no sepamos bien qué cosa es esto ni en qué parte de nosotros se ubica.  Ese YO del que tenemos consciencia es lo que los budistas llaman la Personalidad, el hombre mortal que se desintegra con la muerte y libera al Ego.  Un misterio que necesita esmeradas explicaciones para entenderlo, pero una vez que se hace, trae paz y quietud al hombre.  Es la aniquilación de la Personalidad, a la cual teme sin mesura el occidental, porque este ha aprendido mediante sus religiones, que esa parte es la que habrá de “vivir” eternamente en el Paraíso.   Y no es fácil aceptar la idea de que eso que creemos ser, no es un ente inmortal que también tendrá de desaparecer, muy a nuestro pesar.  Entonces ¿quién soy yo?  ¿Cuál de esos componentes del Hombre es el eterno?  ¿Cuál de todos soy yo?   El budismo sostiene que el destino inevitable de la Personalidad es la aniquilación, y como todos creemos que la personalidad soy yo (la mente), no nos hace mucha gracia ese final que nos señala esta antigua religión que se encuentra en posesión de elevadísimos conocimientos místicos, por completo ajenos a las bárbaras elucubraciones que del mundo post mortem hacen las religiones derivadas del judaísmo.
            Las ansias por la “vida eterna”, estimuladas sin medida por los credos occidentales, ha oscurecido la interpretación filosófica y mística que los orientales tienen de este natural fenómeno que, en lugar de pánico, produce en ellos una comprensión y aceptación sana de la muerte y de lo que pudiera existir después de esta.  Nosotros queremos seguir “viviendo” en el cielo; o aunque sea en el Purgatorio.   Pero si eso no es posible, nos arriesgamos a pasar algún tiempo en el Infierno.  Claro que como la mayoría nos creemos acreedores de algo mejor, suponemos que con el arrepentimiento de los pecados y la aceptación de Cristo, aunque solo sea en el último momento, nos garantizamos un lugarcito en el Edén de las religiones cristianas.  Pero es aquí donde debería surgir la gran pregunta de los creyentes: ¿Qué es lo que sobrevive de mi Personalidad, de mi YO?   ¿Es esta merecedora de la “salvación”?  Usted conoce la suya.  ¿Cree que es digno de ella?   Haga un análisis sincero y objetivo de quién es usted y trate de determinar qué clase de persona es y si está a la altura de semejante premio.
            Como la Personalidad no es más que un grupo de tendencias y recuerdos, resulta que es algo demasiado volátil para afincar nuestras ansias de existencia eterna en ella.  Recuerden cómo se “borran” de la vida las víctimas del Alzheimer.   Dejan de ser.  Su YO desaparece y son aniquilados como personas.  Entonces ¿qué tal si es cierto el mito de Lete y todos somos misericordiosamente sumidos en el olvido?  Pero aun así, continuaría el misterio, porque ¿quién o qué cosa es lo que sobrevive después de tomar las aguas de esa fuente?  De ser cierto este mito, los budistas tendrían razón en su afirmación de que la personalidad es aniquilada con la muerte y “deja de ser”.  Ahora el problema se ha trasladado a otra dimensión más elevada que ya no nos causa satisfacción alguna, pues si YO dejo de ser yo y de tener consciencia de eso, ¿qué chiste tiene que algo mío siga existiendo?   Ese es el enigma que tenemos que resolver los occidentales para poder aceptar la muerte con la naturalidad que deberíamos hacerlo.   Sin cuentos ni fantasías dolorosas; sin identificación con lo irreal y pasajero.  Y talvez así lleguemos a entender la obligada pregunta: ¿Cuál de todos soy yo?  
            La ley de la analogía nos da buenas pistas acerca de la impermanencia de la personalidad; la primera es la muerte del cuerpo físico.  Y en este mismo mundo material, la locura y el Alzheimer nos demuestran la volubilidad de la mente (cuartel general de la Personalidad) y lo poco fiable que es.  Entonces, ¿quién soy yo?  ¿Cuál de todos esos elementos soy yo, lo permanente, lo inmortal, lo eterno, lo que reencarna y viaja a través de la Eternidad?    ¿Cuál de todos soy YO?   Meditemos un poco sobre esta aventura atemorizante.
            Fraternalmente
                                   RIS

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