viernes, 17 de septiembre de 2010

11 Un palestino llamado Jesús

11    “LA CHISPA   
Lema:   “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.
UN PALESTINO LLAMADO JESÚS.
       
         Hace casi dos mil años, un Hombre Bueno llamado Jesús, envió al mundo y a la Historia, un mensaje de Amor desde esta misma Belén, hoy martirizada por el estruendo de la artillería pesada, el estampido aterrador de los aviones F 16, de los helicópteros Apache provistos de bombas teledirigidas  e “inteligentes”, y de los temibles carros de guerra llamados tanques.  Hace casi dos mil años, desde esta misma Belén atribulada y sometida a la más cruel de las barbaries imaginables, que solo se pueden comparar con las matanzas indiscriminadas del Pentateuco, este palestino llamado Jesús, ofreció la otra mejilla ante los agravios de sus torturadores.  Desde esta ciudad sagrada, cuna de la esperanza del género humano, y que hoy agoniza ante la implacable furia de hordas asesinas, provistas de las mejores armas que ha conocido el hombre, ese buen Hombre se atrevió a anteponer a sus torturadores, aquellas palabras desgarradoras y dulces a la vez, que hablan de AMOR AL PRÓJIMO, de tolerancia y de perdón.  “No juzguéis y no seréis juzgados, perdonad y seréis perdonados”.  Hace casi dos mil años, desde esta ciudad mártir que hoy se debate en la agonía de sus hijos, y en el dolor inmenso de millares de madres que, día a día, tienen que sepultar la esperanza del futuro encarnada en esos niños-guerreros que, armados de palos y piedras, se enfrentan heroicamente a la maquinaria asesina más mortal que haya creado el hombre.  Para ellos no hay réquiem, ni esperanza ni justicia, como tampoco la hubo para el palestino Jesús.  Y de manera igual que a aquel manso Pacificador, se les acusa de terroristas, solamente por el delito de pregonar la paz entre los hombres, y desear un pedazo de tierra para labrar... 
            Desde esta tierra ensangrentada del palestino Jesús, hace casi dos mil años se levantó una voz que clamaba por la fraternidad entre los hombres, y tampoco fue escuchada por una humanidad igualmente sorda e insensible ante el dolor y la injusticia.  La Roma de aquel siglo, como la de este, ignoró el lastimero quejido que lleno de amargura y sangre, se elevaba al cielo desde las ardientes arenas de la Tierra Santa.  Y al hombre que pregonaba Amor y Tolerancia entre los hijos de Dios, le pagaron con la más infame de las muertes: la crucifixión.  Y en el presente, en esa misma doliente y sufrida tierra se crucifica, en los cuerpecitos de miles de niños palestinos, la esencia misma del mensaje del Palestino Jesús.  Hoy se aniquila sin piedad, y con una protervia satánica, a aquellos de los que el Maestro dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.  Y la humanidad entera, hace oídos sordos al clamor de justicia por tanta sangre inocente e infantil, que se riega a mares sobre la tierra que vio nacer al Palestino Jesús.
            Hace casi dos mil años, desde esta misma Belén sufrida, un Hombre Bueno, se atrevió a desafiar a Roma y a los malos cuando dijo: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.  Y  “... si fuereis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais”.  Y dirigiéndose a los mismos que ahora destruyen y masacran a su pueblo, les dijo: “... pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho”. 
            Una pequeña nación de criminales empedernidos, hoy ceba todo su odio ancestral sobre la ciudad mártir del Palestino Jesús.  Y desconociendo su propia cronología de dolor, sufrimiento y persecución, desatan con furia implacable, la carnicería más bestial que recuerde la historia, en contra de un pueblo desarmado que solamente desea la paz, y un terrenito para tomar el alimento de la tierra.  Toda la tecnología bélica más moderna, al servicio de la muerte, ha sido puesta en acción para exterminar a una ciudad y a un pueblo, cuya única aspiración es tener una tierra en donde vivir y morir al cabo de una vida normal.  Una nación que, como todas en el mundo, desea disfrutar del privilegio de ver crecer en paz a sus hijos, y no destrozados por las bombas “inteligentes” que a granel y sin misericordia, disparan contra la tierra del Palestino Jesús.
            Hace casi dos mil años un Hombre Bueno, desde esta misma ciudad crucificada, lanzó al mundo y a la Historia, un bello mandato que no escucharon en aquel tiempo, y que tampoco reconocen ahora los torturadores de la patria del Palestino Jesús: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.   Dar explicaciones acerca de la verdad de lo que pasa en Palestina, es malgastar las letras y el tiempo.  No es cuestión de dialéctica, propaganda política abrumadora por los medios de comunicación masiva, ni razones de tipo religioso.  Lo que allí se produce es un problema MORAL; de JUSTICIA versus INJUSTICIA.  De avaricia insaciable que, al igual que la sed de Tántalo, no se satisface con nada.  Y la limpieza étnica del pueblo del palestino, no será el punto final de las aspiraciones de los que hoy aniquilan a esa población.  Luego seguirán Jordania, Líbano, Siria, el Sinaí y todo lo que el pueblo elegido considere necesario para satisfacer las necesidades del “espacio vital” para Israel.  Frase que les debe ser muy familiar, y que debería ser un terrible recordatorio y un freno moral para ponerle coto a la masacre de Palestina.  El pueblo que ahora aniquila en forma sistemática, brutal y despiadada a los palestinos, debería recordar su propia Historia y, por respeto a aquellos de sus paisanos que fueron víctimas de iguales persecuciones y horror, deberían detener la carnicería que ahora, desconociendo las lecciones de la historia, realizan en contra de sus hermanos cananeos.  Deberían recordar las palabras de Yavé en el Deuteronomio XXIII-7, en donde les ordena taxativamente: “No aborrecerás al edomita (palestinos) porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque extranjero fuiste en su tierra”.   Aún siguen siendo extranjeros, por millones, en muchos países de la tierra.  Es por eso que es legítimo preguntarles: ¿cómo puede un pueblo que ha sido y es extranjero, perseguido, martirizado, odiado y casi exterminado, no tener consideración alguna por otro que, además de ser parientes, se encuentran totalmente indefensos y a merced de la furia, odio y falta de piedad de sus torturadores?  Cisjordania y Gaza son los dos campos de concentración más grandes que haya conocido la Historia, antigua o moderna.  Y el terror que allí se impone a sus moradores, no tiene parangón alguno.  Entonces, ¿cómo es que un pueblo que ha sufrido vejámenes semejantes, puede olvidar una historia tan reciente como la de Dachau, Birkenau, Auschwitz y tantos otros campos de extermino y tortura, en donde sus congéneres fueron sometidos a algo igual a lo que ellos ahora le hacen a sus hermanos cananeos?  ¿Tan flaca es la memoria del pueblo elegido?
            Desde esta misma tierra martirizada, hace casi dos mil años, el Palestino Jesús nos dijo que el único camino hacia Dios y la felicidad, es el Amor y el Perdón y, con eso, le negó a la violencia y el odio, la posibilidad de ser la solución en los inevitables conflictos de intereses entre los hombres.
            Ese Buen Hombre que habló de Amor y Paz; de tolerancia y misericordia, NO PUDO HABER SIDO JUDÍO.  Ese Buen Hombre que aun en el momento más doloroso de su existencia clamó al Padre Eterno con una súplica que los hombres JAMÁS hemos entendido, NO PUDO SER JUDÍO.   Aquel que a la hora del  máximo dolor humano dijo en relación con sus asesinos: “PERDÓNALOS PADRE, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”, no pudo haber sido judío.  Palestino sí, porque nació en esa tierra; pero no judío, porque su corazón no era de esa naturaleza, ni estaba hecho de un material tan empedernido y malvado.
           
     
Fraternalmente
                                     RIS

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