viernes, 17 de septiembre de 2010

444 El capital no tiene amigos

444    'LACHISPA'                                      

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL CAPITAL NO TIENE AMIGOS

            Solo enamorados, servidores e instrumentos.  Y uno de estos instrumentos es la diplomacia, actividad que para los latinos es un asunto inextricable, pues nunca hemos entendido que esta es un producto, un resultado necesario del comercio. No es una religión o un compromiso de muerte.  Mientras los otros países la utilizan como debe ser, como una herramienta de trabajo al servicio de sus intereses, nuestros diplomáticos suponen dos cosas erradas acerca de este oficio.  Primero: que es un vínculo que nos liga moralmente con aquellos con los que establecemos relaciones y que quedamos comprometidos para siempre a cierta fidelidad y afecto, algo así como un matrimonio, una cuestión de HONOR y otras simplezas de orden emotivo.  Y segundo, que es una ciencia que se ocupa de cómo servir los cubiertos en los banquetes, quién  entra primero, dónde se sienta cada uno, qué clase de vinos se ponen antes del almuerzo, quién va a la cabeza de la mesa; qué himno se toca primero, quién hace el discurso final, quién presenta a quién y cuáles son los postres más adecuados después del brindis final.  La parte protocolaria es lo único que medio entendemos de la diplomacia.  Nuestros embajadores son maestros de ceremonias, organizadores de fiestas que dilapidan los fondos públicos en idioteces que nadie toma en serio ni en cuenta.
            A excepción de dos o tres honrosas excepciones, en nuestros propios países no sabemos qué hacen las embajadas de otros pueblos.  No sabemos dónde están situadas ni nada de las sociedades que representan.  Y aparte de una que otra actividad cultural que patrocinan de vez en cuando, no sabemos cuál es el propósito de su permanencia en nuestro suelo.  ¿Qué hacen los embajadores latinos, además de “estrechar los lazos de amistad” entre nosotros?  ¿Y qué diablos significa eso?  ¿Qué utilidad tiene?  ¿Se gastan tanto millones en “estrechar” unos lazos de los cuales nadie se da cuenta?  ¿Qué hace tanto embajador latino en Hungría, Polonia, Bulgaria, Rusia o Grecia?  Es evidente que nada, y que de tal actividad no se deriva beneficio alguno salvo para los “embajadores” y sus huestes de amigotes y parientes.  “Agregados”, se les dice.
            Los latinos tenemos un concepto romántico de la diplomacia, talvez derivado del estilo francés del siglo antepasado.  De los galantes embajadores de la cuna de la cultura; de esos varones que hacían derroche de conocimientos enciclopédicos y dominio de muchas lenguas.  Pero eso solo fue un estilo de vida de una sociedad que, antes de hundirse en la mediocridad,  perdió el conocimiento de cuál era la utilidad de ese oficio.  También el pueblo norteamericano era víctima de ese embrujo galo que los hacía creer en el “honor” y la integridad en las relaciones internacionales.  Pero esa aberración fue brutalmente borrada cuando, mientras el embajador japonés en Washington les daba seguridades, en la Bahía de las Perlas la aviación nipona hacía trizas a la armada yanqui.  Ese golpe despertó para siempre al Imperio, y no han vuelto a cometer el mismo error.  En cambio nosotros lo seguimos repitiendo, no importan cuántas veces nos pateen el trasero o cuántas veces nos invadan o exploten.  No entendemos la diplomacia.  Somos romos ante ella.
            Diplomacia es saber qué es lo que conviene y lo que NO se puede ni se DEBE hacer.  A qué podemos aspirar y cuáles son nuestras limitaciones y posibilidades, y con base en esos conocimientos, actuar en concordancia.  Sin caprichos, fanfarronadas ni chovinismo.  Sin resentimientos, rencores o desilusiones.  La diplomacia es la ciencia de la realidad política y del poder, y no se puede variar o alterar con discursos y palabrería hueca a lo que somos tan dados.  Si no entendemos eso, estamos fritos.  Incluso los alemanes que son tan toscos en estas cuestiones, en un momento entendieron que era necesario hacer uso de esta herramienta y firmaron un pacto de no agresión con Rusia mientras se consolidaban en el frente occidental de Europa.  Si los argentinos no fueran tan emotivos, jamás se hubieran embarcado en una guerra en contra de la tercera potencia militar mundial, respaldada por la primera.  Un terrible error de la diplomacia que solo se puede cometer bajo el efecto del patrioterismo fuera de foco.  La diplomacia es la ciencia de la realidad política.  Y si los latinos tuviéramos un gramo de sesos dentro del coco, deberíamos entender que cualquier tratado, pacto o declaración de amistad y “coincidencia ideológica” que firmemos con quien sea, no es más que una manera de “amansarnos” mientras nos joden con algo.  Eso es la diplomacia, estar de acuerdo en las sonrisas, abrazos y celebraciones; pero cada uno debe saber que está jugando su propio juego y sus propios intereses, sin creer que detrás de estas mascaradas existe eso que llamamos amistad. 
            Vean lo que es entender correctamente este fenómeno social: cuando Taiwán dejó de ser útil política y comercialmente para Estados Unidos e Inglaterra, los echaron del Consejo de Seguridad de la ONU e incorporaron a la China continental. Así de simple. Esto nos dolió a muchos latinos porque no entendemos qué es la diplomacia; incluso nos sentimos traicionados porque nos pusimos en lugar de los taiwaneses y consideramos que después de “ser tan amigos” de los Estados Unidos, no era justo que les hicieran eso; pero ellos entendieron bien porque saben lo que es la diplomacia.  Conocen sus posibilidades.  Nada de berrinches ni de protestas.  Se acomodaron donde les corresponde, con dignidad y en forma tranquila; pero sobre todo, con conocimiento cabal de la situación.  El día que los latinos aprendamos eso, estaremos en la senda del desarrollo verdadero.  La diplomacia no es cuestión de lirismo sino de realidades prácticas, de INTERESES, aunque esto no concuerde con las ideas románticas que tenemos al respecto.  En eso, tenemos que aprender a ser taiwaneses, gringos o ingleses.  Adoptemos de ellos las cosas verdaderamente útiles para la supervivencia de nuestros pueblos.                                                      Amigos, ¿sucede algo parecido a esto en sus países?
            Fraternalmente
                                   RIS

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