domingo, 19 de septiembre de 2010

829 Día de la "Independencia"

829    “LA CHISPA                       (15 septiembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DÍA DE LA INDEPENDENCIA
            El diccionario dice de INDEPENDENCIA: “Libertad, especialmente la de un Estado que no es tributario ni depende de otro”.  De acuerdo con ese significado no existe país alguno que sea independiente, ninguno, pues la interdependencia se hace más notoria cada día, y la autarquía de tiempos pasados se ha convertido en una auténtica esclavitud económica.  Incluso las grandes potencias tienen una dependencia insuperable de recursos naturales, mercados, tecnología y de otros bienes escasos.  En ese sentido, todos estamos metidos en el mismo canasto de la globalización.  Pero el asunto es cómo.  Eso es lo que cuenta.  ¿De qué manera somos dependientes y qué ventajas, como pueblos, recibimos de tal relación?   Claro que si con Independencia nos referimos a una efeméride, la cosa cambia; este último concepto es poético, “histórico”, casi chovinista.  En la América Latina abundan los “días de la independencia”, la celebración de batallas cruciales y gloriosas, infinidad de revoluciones salvadoras y finales; sobran los libertadores y sus gestas insignes: la expulsión de los españoles, franceses, ingleses, italianos o lo que sea.  Los “gritos de esto o de lo otro”.  La guerra de esto o de aquello.  En ese campo somos de lo más folclórico que se pueda imaginar.  Tenemos poesía, música, teatro e infinidad de obras literarias en donde se narra toda la épica que nos condujo a la “Independencia”.  No hay un solo país latino que no tenga su santoral criollo de héroes independentistas a los que toda la América Latina les debe su “libertad”… o parte de ella.  O la idea de la libertad.
            La liturgia independentista es de lo más rica y variada, aunque casi nadie sabe cuál es la esencia de eso ni su verdadero significado social.  Porque la verdad de los hechos difiere bastante de la narrativa cívica de los “historiadores” americanos.  El dominio español ya era casi inexistente en América, y este habría colapsado por consunción en unos pocos años; no había que hacerle mucho, porque el ocaso de la Madre Patria ya se había iniciado mucho tiempo atrás en Europa.  Para España fue un gran alivio desembarazarse de un montón de países a los que ya nada se les podía sacar en aquello que fue su objetivo primordial: el oro.  Así que el clamor libertario de los americanos, resultó ser una bendición para un reino que ya se encontraba en el despeñadero y que no tenía intención alguna de enredarse en trifulcas interminables con los “indios” de esta parte del mundo.  En ese sentido, les hicimos un gran favor.  Y los gringos los terminaron de liquidar con la famosa guerra del USS Maine (truco semejante al de las torres Mellizas), y en la cual España perdió Cuba, Guam, Puerto Rico y Filipinas.  El reino ibérico estaba moribundo; así que las guerras de independencia en realidad no fueron tan grandiosas como las leyendas nativas nos han hecho creer.  Los españoles solo querían irse, y las revueltas americanas fueron el mejor pretexto que les dimos. 
            Ahora bien, ¿qué logramos con la independencia de España?  ¿Estábamos preparados para ese tipo de vida, lo estamos en el siglo XXI?  Ahora nos hacemos llamar con el pomposo nombre de “República Soberana e Independiente de Cucurucú.”   Pero, ¿qué logramos con esa hazaña?  ¿Ganaron algo nuestros pueblos, o solo cambiaron de dueños?  Se supone que las guerras y revoluciones se hacen para mejorar el estatus social y económico de la gente, en general.  Pero ¿qué ventajas derivaron de sus innumerables revoluciones los mejicanos, guatemaltecos, bolivianos, nicas, salvadoreños, dominicanos, cubanos y demás pueblos latinos que no han corrido con una suerte tan negra como los anteriores?  ¿Qué se sacó de tanta sangre inútilmente derramada?  Se puede decir que los pueblos de esta parte del mundo ni siquiera se dieron cuenta de lo que pasó; es más, algunos no estaban de acuerdo con la separación de España, y recibieron la “independencia” a regañadientes y con serias disensiones internas entre grupos que la rechazaban, y otros que estaban de acuerdo con ella.   España nunca tuvo la capacidad militar para controlar semejante imperio.
            ¿Qué es, pues, lo que celebramos el 15 de septiembre los centroamericanos?  ¿El advenimiento de una era de progreso, libertaria y de felicidad?  ¿O solo fue un cambio de manos en la jáquima que siempre han llevado nuestros pueblos?  Es posible que a los indios de Guatemala les iría mejor con una administración española, que con el trato que reciben bajo el terrible y maligno APARTHEID  que les aplican sus “paisanos” mestizos y la minoría blanca (¿5%?) que es dueña de todo lo que vale la pena en ese país.  Lo mismo aplica para los mejicanos, bolivianos, peruanos y todos los indígenas de América (incluidos los de E.U.).  Y la situación no es mejor para los mestizos; ni siquiera para los blancos, aunque estos superan a los demás en posición económica.   Después de más de QUINIENTOS AÑOS DE “INDEPENDENCIA” seguimos casi en el mismo punto.  Con recursos casi infinitos, solo somos exportadores de materia prima a precio de guate mojado.  Entonces, ¿qué es lo que celebramos en nuestros folclóricos “Días de la Independencia”?  ¿La ocasión de demostrar nuestro patriotismo pegando gritos, bebiendo guaro y embanderando nuestras casas? 
            Tenemos la obligación de meditar acerca de lo que debería significar el concepto de Independencia, y hasta qué punto esta es una posibilidad de mejorar y convertirnos en países si no independientes, al menos de mejor estatus social y económico.  La soberanía debe aparejar un bienestar generalizado en donde la riqueza se reparta de la manera más equitativa posible entre TODOS los ciudadanos.  Con el bienestar económico empieza la independencia individual y colectiva.   Y mientras eso no se dé, toda la algarabía que podamos hacer en estas efemérides no pasan de ser más que uno de los tantos circos y farsas que se organizan oficialmente con el propósito de adormilar a los pueblos, de hacerlos creer que todo marcha bien para todos.  Que somos libres, independientes y demócratas. 
            Estimados amigos: tómense unos minutos para reflexionar acerca del significado de esta celebración, y luego háganse algunas preguntas acerca de su legitimidad y el valor cívico que tiene recordar gestas, esfuerzos y sacrificios que, en realidad, muy poco o nada cambiaron nuestras vidas como pueblos. 
            Cívicamente                                (¿Qué piensan de esto en sus países?)
                                   RIS

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