viernes, 17 de septiembre de 2010

442 La diplomacia

442    “LA CHISPA”    

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder.”

LA DIPLOMACIA

            La diplomacia es un recurso de supervivencia política, democrática, militar, social y afectiva; pero sobre todo, ECONÓMICO.  Eso es tan real en la vida de los individuos como en la de las naciones.  Por desgracia es una posibilidad solo para personas y Estados con la suficiente madurez, frialdad, capacidad e inteligencia para ponerla en práctica de manera efectiva.  Desde luego que para los latinos esta es una opción vedada, ya que la emotividad desborda nuestros actos y somos incapaces de obrar con prudencia.  Incluso en aquellas situaciones en donde esta es necesaria, se nos sale la pasión y quedamos expuestos sentimentalmente.  Creemos que las relaciones políticas o económicas son cuestiones sagradas a las que quedamos ligados con sangre para siempre.  Nuestra vehemencia nos impide hacer las diferencias necesarias entre lo que es la amistad y la conveniencia.  La diplomacia es una herramienta de suprema utilidad cuando no se tiene la certeza de la propia fuerza o de la ajena; es el arte de retardar los hechos mientras se logran posiciones de ventaja o seguridad.  El supremo objetivo de esta es sacar ventajas del enemigo, competidor, cliente o lo que sea.  La diplomacia NO es una declaración de amor o fidelidad eterna, sino la oportunidad de ganar tiempo y posiciones mientras nos fortificamos interiormente. 
            Por desgracia, los temperamentales latinos no tenemos la menor idea de cuáles son los objetivos de la diplomacia, y creemos que firmar un tratado con alguien es una cuestión moral con responsabilidad divina y que Dios nos va a castigar si lo violamos.  Es por eso que, adheridos al carro de la política yanqui, llegamos a creer que nuestros intereses son los de ellos y viceversa; y es la razón por la que cuando nos enteramos que ese país irrespeta sus compromisos con el mayor desparpajo, nos sentimos confundidos y casi traicionados.  Cuando Rusia era el enemigo mortal de USA, los latinos (no todos) nos sentíamos en el deber de odiar a los rusos y todo lo que ellos representaban, según la óptica de los norteamericanos.  Nos sentíamos amenazados e, inclusive, en nuestra atolondrada mente, suponíamos que los rusos iban a desperdiciar decenas de bombas de hidrógeno destruyendo nuestras ciudades.  Odiábamos a China, Checoslovaquia, Polonia, Rumania, Lituania, Alemania del lado de allá y todo lo que pudiera oler a rojo y enemigo de nuestros “aliados” del norte.  Sufríamos calenturas ajenas que nos llevaron a solidarizarnos con los yanquis en contra de Cuba.  Y Cuba se convirtió en nuestra enemiga automática y gratuita solo porque USA era enemigo de aquella.
            Así entendemos esta actividad los latinos: como un COMPROMISO que nos liga en cuerpo y alma con algo o alguien hasta la muerte.  Si alguien es enemigo de nuestro “amigo” nos sentimos en el deber de ser enemigos de ese sujeto o país sin que este nos haya hecho nada.  Estamos lejos de entender que la diplomacia es, en esencia, el juego de los intereses económicos, nada más.   Jamás hemos entendido que esta solo tiene como fin, garantizar los intereses económicos cuando el recurso de la guerra no es viable o es de mucho riesgo.  Los latinos creemos que la diplomacia es un “entregarnos a una amistad”.  Si somos amigos de USA, suponemos que nuestro deber debe llegar hasta el sacrificio y, de igual manera, imaginamos que ellos lo son de nosotros y que harán algo en contra de sus intereses con tal de preservar nuestra valiosa “amistad”.  Repetir el cliché de que los tratados son para ser violados no deja de ser útil, pues la Historia nos alecciona sobre esto que los latinos no entendemos.  Hasta hace poco la China era el Leviatán Amarillo que amenazaba a occidente: eran crueles, ateos, comían niños, nos odiaban y todo el folleto; pero de repente, cuando se abrieron al comercio norteamericano, se convirtieron en “la maravillosa China” como dice un eslogan televisivo que nos invita a las olimpíadas o algo así. Ahora los gringos tienen grandes negocios con ellos, y nosotros nos quedamos “odiándolos y teniéndoles miedo”.  Ahora los norteamericanos están de “pellizco en nalga” con rusos, rumanos, búlgaros y todos los de la cortina de hierro; y nosotros seguimos asustados ante su presencia.  Todavía pensamos que los polacos “son comunistas malos” que nos quieren matar y explotar.  Estamos desconcertados porque no entendemos qué cosa en la DIPLOMACIA
            El que los Estados Unidos haya firmado un pacto íntimo con el gobierno de Colombia, eso convierte a todos los latinos en enemigos naturales de ese país, y a su gobierno, en enemigo de todos sus vecinos.  Pero si mañana cambian los intereses de USA, Venezuela podría convertirse en la “consentida” de la Casa Blanca, y los colombianos se pueden ir al infierno.  Esa es la DIPLOMACIA, cuestión que estamos muy lejos de entender los latinos.  No se trata de afectos, amor, fidelidad o coincidencia ideológica; esas son las babosadas que se invocan a la hora de firmar los tratados (públicos o secretos), pero la esencia sigue siendo la misma: ECONOMÍA.  Ya un expresidente norteamericano lo dijo: Estados Unidos NO tiene amigos en América Latina, tiene intereses.
            El más grande de los errores de la política de nuestros países es haber confundido la AMISTAD con los INTERESES.   Se puede ser amigo, pero eso no significa auto inmolación económica para preservar las utilidades de segundos o terceros.  La diplomacia es el estudio de lo que conviene.    También es el tacto necesario  para dar los pasos hacia ese objetivo sin correr riesgos ni despertar sospechas; sin demostrar afectos o antipatías, solo amabilidad.  La diplomacia es una SONRISA, UNA ACTITUD AMABLE; pero también la frialdad, la decisión, la impiedad del milano y la determinación para hundirle la daga por la espalda a quien sea cuando los INTERESES así lo reclamen.  Mientras no entendamos eso, nos seguirán jodiendo
            Amigos… ¿sucede eso en sus países?
Diplomáticamente
                                               RIS

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