jueves, 24 de febrero de 2011

698 El camino "presidenciable"

698    “LA CHISPA”    (27 octubre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL CAMINO PRESIDENCIABLE
            Si logro una alcaldía, ya soy presidenciable; si alcanzo una diputación, entro en el círculo grande y soy presidenciable. Si salgo en la prensa todo el mundo se fija en mí y soy presidenciable.  Y si por suerte me nombran en algún ministerio, soy PRESIDENCIABLE, no importa que sea un burro, un inepto; un irresponsable patasvueltas, mañoso y cobarde.  Si aparezco en la tele, periódicos y la radio, soy presidenciable.  No importa que nada sepa de las funciones a mi cargo; puedo ser carnicero y hacerme cargo del Ministerio de Hacienda; o ser ama de casa y estar al frente del MOPT.  Se tolera que sea maestro y puedo ser Ministro de Salud.  Pueden darme cualquier ministerio para FIGURAR.  Lo único que necesito es ser diestro en el arte de “hablar paja” y ya soy presidenciable.   Para ser presidenciable solo se necesita audacia, ser temerario y contar con que puedo tener legiones de asesores que se encarguen de los detalles y minucias incómodas del ministerio a mi cargo, del cual nada entiendo.  ¿Que se cae un puente?  ¡Qué me importa!  ¿Que se congestionan los hospitales?  Hay docenas de discursos genéricos exculpatorios ya escritos para justificar lo que sea.  La cuestión es aparentar, alzar vuelo periodístico.  Que me entrevisten a cada rato, estar bajo las candilejas y ya soy presidenciable. “Suerte le pido a Dios, que saber poco me importa”.  Gran decir.  Sobre todo, en política.
            Si las pandillas de inútiles que ocupan diputaciones, ministerios y puestos públicos pensaran con responsabilidad en el lío que tienen enfrente, JAMÁS aceptarían esos cargos.  Un médico honesto y conocedor de las carencias del Ministerio de Salud, nunca aceptaría ese cargo a menos de estar convencido y dispuesto a dar su vida en semejante tarea.   Un galeno que sepa cuál es la situación burocrática interna de ese despacho, jamás se haría cargo de él, a menos que esté dispuesto a luchar de verdad en contra de todos los males internos que plagan la Administración Pública.  A denunciarlos a la prensa para ventilarlos y encontrar el respaldo popular en su gestión.  Y si la resistencia es invencible y el funcionario pusilánime, RENUNCIA DESDE EL PRINCIPIO y se va para su casa.  Pero no espera hasta las próximas elecciones para hablar mal del Gobierno y Ministerio que ha estado a su cargo por tanto tiempo, durante el cual permaneció callado, como si nada pasara.   El funcionario valiente se QUEDA, DENUNCIA, LUCHA.  Renunciar no anula su incapacidad; y hacerlo tan tardíamente solo confirma su COMPLICIDAD con un sistema inoperante y del cual solo “se dio cuenta” después de casi cuatro años de FIGURAR.                 Jingle:   “Nos preocupa la seguridad ciudadana”
            Después de cuatro años de brillar, cuando ya es presidenciable, no parece muy honesto romperse las vestiduras y despotricar contra un sistema del cual ha sido parte y encubridor.  Tampoco debe pretender que el público tenga que agradecerle por haber medio cumplido con sus OBLIGACIONES.   Un ministro puede hacer mucho, poco o nada, pero jamás debe reclamar (exigir) que le agradezcan.  Realizar bien su labor es su deber al cual se compromete desde el momento cuando acepta el cargo.  También es su obligación ética denunciar a tiempo aquellos obstáculos que le impiden realizar su trabajo.  Y si estos resultan insuperables, debe irse para su casa y no esperar cuatro años para decirlo.  Es por actitudes como esta que la función pública y los funcionarios están tan desacreditados y nadie les cree nada.  Ni su “cólera”, lágrimas, arrepentimientos o promesas de “seguir luchando desde otras trincheras”; eso es pura paja y todo el mundo sabe que son poses para mientras pasa el vendaval y se pueden recoger los frutos de la publicidad gubernamental; mientras se olvidan los entuertos (ya que el pueblo no tiene memoria) que llevaron al funcionario a la renuncia.
            Ahora que se han puesto de moda las candidaturas femeninas, nos encontramos ante una novedad política desconcertante para el votante en general y, para el género masculino en particular.   ¿Qué es lo que hace presidenciable a una mujer?  ¿Ser una buena y dócil mascota?  ¿Haber sido alcaldesa, diputada o ministra?  Haber sido una funcionaria anodina no es respaldo suficiente para aspirar a la Presidencia de la República.  ¿Es una figura bonita, simpática, risueña, dúctil y complaciente el requisito para ser presidenta del país?   ¡Quién sabe!  Pero es seguro que el haber estado figurando en la palestra hace a cualquier inepto, CAPAZ de convertirse en aspirante, en PRESIDENCIABLE.  Sin importar que sepa un carajo de administrar ni siquiera una pulpería.  Aquí es suficiente que cualquier inútil haya sido “militante” del partido durante toda su vida para que pueda ser tomado en cuenta.  Que sea obsecuente y que conozca bien a aquellos a los cuales hay que decirles: “Yes, Master”.  Lo único que tiene que saber bien es OBEDECER a los que mandan, a los dueños, a los “de arriba”.  Los demás conocimientos salen sobrando, pues para eso existen los “asesores”, “consultores”, “consejeros” y toda la lista de expertos que forman esa fauna parasitaria y privilegiada de los gobiernos; los que pueden enseñarle cómo es el asunto de las “comisiones”.
            El camino presidenciable es áspero y fácil a la vez; todo depende de la materia de la cual esté constituido el aspirante.  Si es de la clase “trepadora”, la gran dificultad solo consiste en la competencia,  pues hay cientos de miles dispuestos a someterse a las más humillantes condiciones para ser tomados en cuenta; pero eso forma parte de la ruta fácil.  Lo duro es para aquellos que quieran ser verticales, que deseen llegar a la presidencia sin compromisos para ponerse al servicio del pueblo.  Para estos la senda es de martirio, dolor, incomprensión, intolerancia, odio y envidia.  Es por eso que los ciudadanos honestos han ido abandonando la política en manos de los “otros”, de los partidarios acomodaticios a las disposiciones de los que nombran candidatos.  De los que “ungen” con el dedo.  La miasma de la política es un revulsivo para los hombres de honor, pero ya es necesario que unos cuantos patriotas de verdad, se decidan a sanear semejante chiquero para  devolverle a la política un poco de decencia.   Algo de su vocación de servicio al pueblo.
            ¿Se considera usted presidenciable?  ¿De cuál de los dos grupos?  Si es de los de la vía fácil, solo tiene que ser experto en hablar paja y tener bisagra en la espalda.  Y si es de los otros, ¡lo felicito!  Necesitamos gente como usted: presidenciables de verdad.                                        ¿Son así los políticos de su país?)
            Presidenciablemente
                                              Ricardo Izaguirre S.         E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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