martes, 8 de febrero de 2011

882 Incapacidad para ser feliz

882    “LA CHISPA      (16 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
INCAPACIDAD PARA SER FELIZ
            A pesar de lo que se dijo en “La Chispa” 881, se debe entender que lo escrito ahí no es una fórmula infalible y que, con apegarse a esos postulados, todos vamos a ser felices de manera automática.  No hay tal cosa para todos.   Claro que existe la felicidad, pero esta no es cuestión de suerte sino de conocimiento profundo de la vida, el cual no es accesible a todo hijo de vecina solo porque se le antoje.  Venimos al mundo con una determinada naturaleza y potencial para desarrollar.  Pero también nacemos con  ciertas carencias que no hay forma de rellenar con solo desearlo, y que son las que hacen la diferencia entre los hombres. También traemos a la vida un mayor o menor grado de consciencia, ética, inteligencia, sensibilidad y capacidad de amar.  Y del monto y combinación de esas características, depende la posibilidad que tenemos para ser felices.  Pero esto tampoco es absoluto, pues hay quienes son felices sin amar a nadie o tener mayor sensibilidad.  ¿Cómo es eso?  Pues depende del grado de consciencia que se tenga ante la realidad que nos rodea.  Eso significa que un salvaje puede ser absolutamente feliz debido a la inconsciencia que domina su personalidad.  Recordemos que es la consciencia del mundo la que nos produce la sensación de infelicidad… si somos sensitivos.  Son los afectos, deseos y preocupaciones los que nos hacen sentirnos mal e inconformes con la vida: las demandas de la sociedad, familia, hijos.   Y de la consciencia que tengamos de esas relaciones y apegos, dependerá la placidez. 
            Pero antes de seguir, ¿qué cosa es la felicidad?  Hace muchos años que don Teófilo, un hombre sabio, me hizo esa pregunta y, aparte de algunas simplezas, no supe qué contestar.  Todos hablamos de ella como algo tan familiar y conocido, que hemos perdido la perspectiva de su significado, y lo aplicamos a una serie de emociones pasajeras relacionadas con la obtención de objetos materiales y con manifestaciones de afecto y atención de parte de las personas que creemos amar o que nos aman.  La relacionamos con la realización de nuestros deseos, con la satisfacción de emociones.  Suponemos que esta depende del exterior, que es un ente con personalidad y que, veleidosamente, es capaz de decretar nuestra desgracia o satisfacción.  Que nos llega y se va cuando quiere…  Pero, ¿es eso la felicidad?  ¿Satisfacer deseos materiales y afectivos? 
Creemos que si logramos una profesión seremos inmensamente afortunados; sin embargo, esa emoción dura muy poco, y el ansiado título se nos empieza a antojar insuficiente, y nos damos cuenta de que no significa lo que creímos cuando no lo teníamos.  Lo mismo pasa con una casa o un carro.  O con algún “amor” con el que nos hemos encaprichado.  Una vez que los obtenemos, seguimos siendo los mismos inconformes.  Así, pues, tenemos que admitir que estas cosas que nos dan confort y estatus social NO necesariamente nos hacen dichosos.  Todo nos aburre y NO nos produce estados de satisfacción permanente; por lo tanto, están muy lejos de ser las causas de esa condición de plenitud. Y esta convicción nos lleva a plantear el asunto en otro terreno diferente a las cuestiones materiales o los afectos que podamos recibir.  De esa manera, parece ser que la felicidad es una cuestión íntima, independiente de todo lo externo.  Es algo que está en nuestra mente como facultad del espíritu, y se siente en el corazón y todo el cuerpo.  Es un don, una facultad que NO se ha desarrollado en todas las personas.  ¿Por qué?  No lo sé, pero es probable que sea un asunto de evolución y solo las personas más avanzadas son capaces de amar de verdad y, por lo tanto, de ser felices.   Claro que no es un regalo que, arbitrariamente, se les ha concedido a tales personas; es el resultado de mucho esfuerzo en la búsqueda interior de lo mejor que tenemos para ofrecer a los demás.
            Don Teófilo me dijo que la felicidad es estar conforme.  Nada más.  Y cuando se logra ese estado, toda angustia, ansiedad, miedos y dolores desaparecen.  Estar conforme es el cese de toda lucha; cuando no se quiere ser otra cosa, ni mejor ni nada, ni otra persona diferente.  Es no tener remordimientos, odios ni deseos; es la plenitud en la nada y el todo.  Es la independencia absoluta de todo lo que nos ata con el exterior y nos subordina a las pasiones, el egoísmo y la confusión de la no-realidad que nos rodea.  Es la posición que alcanzan los santos, chamanes, místicos, bramanes y todos iluminados que han trascendido el mundo de la ilusión.  Ser feliz, pues, no es asunto de simple deseo, cuestiones de azar o condiciones materiales del exterior.  Es un estado superior de consciencia al que no se llega fácilmente ni por simple antojo.  Solo cuando se ha traspasado esa frontera, se penetra en ese estado de beatitud no accesible al hombre común.  Entonces, ¿debemos conformarnos con la infelicidad?  Desde luego que no.  Pero parece que siempre la estamos tratando de localizar la felicidad en el lugar equivocado y con los métodos errados; la buscamos fuera cuando está dentro.  La hacemos dependiente de los demás, cuando solo es asunto propio e interno.    
            Estar conforme NO es entrar en el abandono y la indolencia sino que es un estado de agonía (agoné), de batalla plena, pero dentro de otro campo, en el reducto de nuestra mente.  De allí brota todo.  Esta es el portal que nos conduce a cualquier mundo que escojamos.  El problema reside en saber si tenemos la Voluntad y Conocimiento necesarios para elegir la senda adecuada; pero es allí donde reside el gran problema que nos diferencia a todos los hombres.  ¿Tenemos el potencial para hacerlo?  En esto no basta el deseo; debemos tener la capacidad para intentar el dominio de las emociones y los deseos que siempre turban nuestro juicio.  Pero eso solo está en la naturaleza de los hombres superiores, o en la de aquellos que los imitan y hacen un esfuerzo sobrehumano para imponerse a sus pasiones en el campo de batalla de la mente.  Así que estar conforme, aunque parezca fácil NO es nada sencillo, pues implica el dominio pleno de todas las grandes facultades espirituales que diferencian a los individuos ordinarios de los evolucionados.  Porque aunque no nos guste admitirlo, hay gente superior, común e inferior, y es la condición de cada uno la que determinará el grado de felicidad que puedan experimentar en la vida.  ¿En cuál grupo se clasificaría usted?   Da miedillo ¿no es así?
            Fraternalmente
                                      Ricardo Izaguirre S.       E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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