jueves, 24 de febrero de 2011

894 Los comodines políticos

894   “LA CHISPA          (13 febrero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS COMODINES POLÍTICOS
            Se dice que la política es el arte de NO resolver los problemas. O de empeorarlos.  Y esa conducta contradictoria a los ojos del ciudadano común, tiene una explicación muy sencilla: las metas de los políticos tienen muy poco que ver con las de los pueblos.  La mente de esta clase funciona en una dimensión que la gente común es incapaz de entender.  Pero ese no es el verdadero misterio, lo complejo en realidad es el comportamiento de los electores en la escogencia de esa lacra para que se haga cargo de los gobiernos.  Sin que les marquen, como manda el derecho natural y soberano, los carriles por los cuales aquellos deben maniobrar y comportarse en relación con los intereses populares.  El enigma aquí es la conducta del ciudadano y no del elegido, pues todo el mundo sabe cómo actuarán esos individuos, sin importar las promesas que hagan; TODOS sabemos qué harán cuando llegue el momento de tomar decisiones.  Entonces, ¿por qué seguimos empecinados en seguir la senda que OTROS nos han demarcado en el ejercicio de nuestra soberanía?  No hay quién en la América Latina, que NO sepa cuál será la gestión de los individuos que elige.   Y si eso es tan claro, ¿por qué nos empeñamos en esa actitud contumaz?   ¿Por qué firmamos ese cheque en blanco?
            La pobreza debe existir siempre; los problemas sanitarios, educativos, de desempleo y habitación, DEBEN ser cultivados con toda diligencia, porque de ser remediados por alguna administración o gobierno, no les quedaría nada para montar la siguiente rebatiña electoral.  En la mente astuta de nuestros gobernantes, si no hay problemas de ese tipo, no hay nada de qué hablar o prometer. Es por eso que NO existe un genuino interés  en eliminar las deficiencias que determinan nuestro bajo nivel de vida.  Tal acción equivaldría, en sus cálculos, a matar la gallina de los huevos de oro y quedarse sin argumentación con la cual hacer demagogia.  Si hay buenas, suficientes y durables carreteras, es un punto menos sobre el cual hablar y hacer promesas; si hay buenos puertos y aeropuertos, no hay sobre qué discutir.  Si la alfabetización es total y de alto nivel, es otra puerta que se les cierra para fundamentar la próxima campaña.  En fin, si se resolvieran las necesidades mediante los mecanismos normales del Estado, desaparecería ese caldo de cultivo en el cual se nutren y multiplican los partidos y sus miembros.  ¿Con qué perderían el tiempo en las Asambleas si no existieran las angustias crónicas que afligen a nuestros pueblos?  No les quedaría nada que prometer.
            Es por eso que los políticos son los más fieles custodios del statu quo, los que no quieren ni permiten que este se altere en beneficio de la gente común.  Todos nuestros pueblos tienen un ramillete típico de calamidades eternas, y es sobre estas en las que se apoya y justifica la existencia de esa clase parasitaria que forma el principal freno a todo intento de desarrollo de nuestras naciones.  ¿Y cuáles son esos problemas?   Para el pueblo, vivienda, educación, salud, trabajo bien remunerado, servicios varios, sistema de pensiones justas.  ¿Y para el país?  Obras de infraestructura general.  Organización jurídica con reglas bien claras e igualitarias.  Con poderes independientes y de pleno respeto entre ellos.  Sistemas electorales más allá de toda manipulación.  Sistema contributivo (fisco) justo, eficiente e imposible de ser sometido a los caprichos de la gente poderosa.  El fisco debe ser como el Arca de la Alianza, el que intente meter sus manos en él, debe ser fulminado. 
            Esa es la razón de las eternas carencias de la América Latina.  Aquí nada se resuelve, aunque sea lo más simple del mundo.  Todos los problemas cumplen la función de comodines políticos que son utilizados una y otra y otra vez a través del tiempo.  ¿Qué mejor tema que el de la pobreza, nuestro mal endémico?  Ese el chiste clásico de todas las parafernalias electoreras de todos los candidatos, en todos los países: la lucha contra la miseria.  Además, el combate contra las drogas, la mejora de la educación, el nuevo plan de viviendas, la oferta de agua potable en las comunidades rurales, la mejoría de los servicio de luz eléctrica y la atención médica, el cuido integral del niño huérfano y la mujer; actualización del sistema carcelario, ampliación de la red vial, las ineluctables “reformas al código tributario”, la modernización de la policía y la seguridad ciudadana.  ¿Les parece conocido?  Todas las campañas son iguales, el mismo discurso, idénticos programas y las aburridoras promesas que todos sabemos que nadie cumplirá.  Pero seguimos votando con entusiasmo de hormigas.  Con la secreta esperanza de que “este talvez cumpla”.   Seguimos sin entender el juego.
            Por dicha se están dando las convulsiones del mundo árabe, y talvez nuestros países aprendan la lección básica que se puede derivar de esas enseñanzas.  La más importante: solo el poder de la unión y la determinación, tiene la fuerza para cambiar las cosas.  Esos ciudadanos se hartaron de la sumisión y el juego de los aprovechados que, valiéndose de los comodines políticos, han adormecido la voluntad de naciones enteras para dominarlas a su antojo.  Pero ahora egipcios y tunecinos han enviado un mensaje muy claro al mundo entero: el pueblo PUEDE QUITAR A QUIEN LE DÉ LA GANA.  Ni los hombres ni los grupos pueden imponerse si no es porque las sociedades lo permiten. 
La permanencia de esos parásitos en el poder solo depende de la estulticia de la gente, pero si esta se despierta y toma su destino en sus manos, las cosas sí pueden cambiar radicalmente.  Hace tiempo llegó la hora de arrojar a los mediocres y sinvergüenzas de la palestra, y el único que puede hacerlo es el pueblo; y eso debe ser mediante un CONVENIO PÚBLICO que no pueda ser burlado o ignorado por los firmantes.  Cada aspirante DEBE firmar un documento legal (contrato de trabajo) mediante el cual se compromete a cumplir con el mínimo de sus OBLIGACIONES contractuales.  De lo contrario, deberá ser cesado en sus funciones, sin importar cuál sea el puesto que ocupe, pues solo se trata de un funcionario; de un empleado del pueblo.
La política debe ser una ocupación de aristócratas, en el mejor sentido de la palabra, y no de la chusma.  No debe ser ocupación de minusválidos morales ni de sujetos que no tengan ni la menor noción de lo que es la decencia y el honor.  Este noble oficio se ha convertido en un chiquero en donde lo peor, se revuelca en el barro y las heces de la desvergüenza.  Y esos son los que tienen el destino de nuestros países en sus manos.  ¡Qué pena!                                                                         
No fraternalmente
                         RIS                              E-mail: rhizaguirre@gmail.com
                                                                                                                                      

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