domingo, 13 de febrero de 2011

735 Organización: la clave de todo


735    “LA CHISPA       (20 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
ORGANIZACIÓN: LA CLAVE DE TODO
            ¿Qué hizo que Inglaterra, una caquita en superficie y población en los mapas, creara el más grande imperio mundial jamás conocido?  La ORGANIZACIÓN.   Cuatro gatos bien ordenados pueden manipular a capricho a millones de tontos alborotados y sin noción alguna de lo que quieren, hacia dónde van ni cuáles son sus derechos.  La historia de la América Latina y sus pueblos.  Grupúsculos de desgraciados, pero listos y bien disciplinados, han mantenido bajo la bota de la explotación a centenares de millones de personas incapaces  de llegar a definir cuál es la situación de derecho que justifica su condición socio-económica.  Ni siquiera se preguntan que cómo es posible que en naciones tan opulentas, ellos sean tan pobres.  O ¿cómo es que en sus países pueda haber gente tan rica mientras ellos se ahogan en la pobreza?  ¿Qué es lo que produce ese estado de alienación y conformidad casi criminal?  La respuesta es simple: organización de los pocos, y abandono y relajo por parte de las mayorías.   ¿Y qué nos lleva a esa situación?  La indolencia
            La indolencia es una conducta patológica de los latinos, una especie de drogadicción que nos lleva a creer en fantasías y hacer conjeturas absurdas tales como pensar que alguien de fuera pueda interesarse en nuestros problemas.  Soñamos con que los gobiernos, motu proprio, resuelvan nuestra situación y nos saquen las castañas del fuego.   Damos por un hecho que los partidos políticos son la única vía de acceso al poder y que, mediante ellos y sus líderes, podemos lograr algún tipo de progreso o influencia en las decisiones de los gobiernos.  Suponemos que mediante esta forma de gobierno conocida como democracia, vamos a lograr justicia social y reparto equitativo de la riqueza que producimos entre todos.  Tenemos la esperanza de que las cosas mejoren por obra y gracia de Dios… o del gobierno.   Siempre imaginamos la solución de nuestras angustias de la manera más infantil; seguimos confiando en que “algo va a pasar” de manera milagrosa, y que todo se pondrá bien.  O que el nuevo presidente resolverá la crisis endémica que vivimos.  O el otro… o el otro.
            Jamás hemos querido entender, porque nos da pereza pensar, que solo los pueblos pueden lograr su bienestar porque solo ellos están afanados en este.  Los grupos dominantes NO tienen el menor interés en que la clase obrera salga de esa condición; ni siquiera que tenga una buena forma de vida a partir de su salario; de ahí que siempre lo mantengan en el mínimo que apenas le permita sobrevivir.  Y eso NUNCA cambiará porque los ricos acepten que los trabajadores participen un poquito de la riqueza que producen.  Ese cambio solo se producirá cuando los ciudadanos tomen el poder e impongan las condiciones del nuevo orden.  ¿Y cómo puede generarse ese cambio?  Mediante la organización.  Esa que todo grupo puede realizar sin pedir permiso a nadie: la libre voluntad popular que está por encima de todo; de la constitución, leyes, reglamentos y todas las triquiñuelas que la oligarquía ha inventado para someter a las mayorías.   Solo se trata de un acuerdo entre los ciudadanos, y es posible dar al traste con todas las trabas legales que han inventado para mantenerlos en estado de docilidad.                                  (Chiste oficial de Año Nuevo: “Nos angustia la seguridad ciudadana”)
            Es por eso que en las “democracias” se pondera tanto a los fetiches de esta, como es el respeto que le debemos a la Constitución y el Orden Legal, lo cual significa que todo lo que quiera hacer la gente en su beneficio, está regulado por un orden jurídico en cuya formulación NUNCA se ha tomado en cuenta a esta.  Y jamás lo harán.  Todos los sistemas jurídicos son confeccionados de acuerdo con la conveniencia de esos pequeños grupos, omnipresentes en todos los gobiernos, ya sean legítimos o productos de revoluciones o golpes de estado; son como el Espíritu Santo: siempre están allí para velar por lo intereses de su clase.
            La organización debe ser apolítica (de partidos), nacida del consenso de las necesidades que afronten las comunidades y nunca deben permitir que esta se “oficialice”, es decir, que el Estado tenga la menor injerencia en ella.  No se debe buscar el reconocimiento, patrocinio ni asesoría de ningún ente gubernamental, porque si lo hace, cae bajo el control de este y, a partir de ahí, será manipulada por la oligarquía.  Lo que les pasa a la mayoría de los sindicatos y organizaciones de este tipo, los cuales están reglamentadas “oficialmente” y tienen que someterse a los controles del Estado: inscribirse, dar información, número de afiliados, domicilio, informe financiero y objetivos.   Tienen que desnudarse ante el Gobierno y así, este toma posesión de todo.   Y como tienen “jefes” (presidentes, secretarios generales etc.) a los que se puede comprar, se tornan débiles y manipulables.   La organización popular debe hacerse en la clandestinidad y el misterio, a espaldas del Estado.  Así como este tiene “secretos” para al pueblo, este tiene derecho a tener sus secretos para el Gobierno.  La organización debe ser espontánea y sin compromisos de por vida o con nombramientos por períodos formales, pues eso suele dar cabida a las diversas formas de corrupción.  Nadie debe ser el jefe de un movimiento popular.  Este solo debe tener voceros que expresen la voluntad colectiva.
            Estimados amigos: hagan una prueba organizativa en su comunidad.  En su barrio o su calle.  Conversen sobre algún problema general y lleguen a algún acuerdo.  Primero hagan cualquier petición de manera individual; luego en grupo.  Nombren un vocero y eleven la queja a cualquier dependencia del gobierno y exijan una respuesta.  Comparen la calidad y prontitud de la respuesta en ambos casos y podrán tener una idea del poder de la organización.  Y así en escala ascendente, la fuerza de cualquier movimiento cívico adquiere el poderío de un huracán.   Estas son las protestas que causan terror a los gobiernos y oligarquías, pues como no hay cabezas visibles que cortar, ni secretarios generales a quienes comprar, entran en pánico y aceptan escuchar y transigir.   Recuerden que la organización empieza por uno; luego por dos, hasta llegar a la multitud.  Es muy fácil si tenemos la voluntad para realizarla.  Si solo yo me niego a pagar el agua al SNAA, me la cortan; pero si todo el barrio me imita, aceptan dialogar.   Hagamos la prueba pero sin ser pesimistas ni rendirnos ante la indolencia.   Recuerden el viejo estribillo: “Solo el pueblo salva al pueblo”.
            Fraternalmente                                                                                 (¿Practican esto en su país?)
                                      Ricardo Izaguirre S.                                               E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:       La Chispa      http://lachispa2010.blogspot.com/   con link a        Librería en Red
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