jueves, 10 de febrero de 2011

400 La educación en la América Latina

400   “LA CHISPA”   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA EDUCACIÓN EN LA AMÉRICA LATINA

            La educación de alta calidad y humanista es un lujo que solo se pueden dar los países ricos, con larga historia y con una cultura general elevada.  Países en donde los niños respiran esa cultura del entorno: que ven aseo, buenas costumbres, padres educados, paz y seguridad; abundancia de comida, atención médica, medios de diversión, excelentes escuelas dotadas de todos los adelantes técnicos para la labor de enseñanza-aprendizaje. La educación de primera no solo es cuestión de planes en el papel, sino de lo que se invierta en ella.  La instrucción de alto nivel es un privilegio del que solo pueden gozar aquellos países que han invertido sin mezquindad en este proyecto; pero sobre todo, que tienen consciencia acerca de lo que quieren para sus pueblos.  La educación es asunto de una voluntad general para invertir en este “negocio” que es la base del desarrollo de cualquier país.  Sin embargo, no es cuestión de “barnizar” a la población, sino de darle una educación que pueda traducirse en desarrollo personal y colectivo.  Y para lograr esa meta, es necesario tener bien claros los objetivos de lo que se espera de esa compleja labor.  Pero cada sociedad debe ser REALISTA y PRÁCTICA en cuanto a sus posibilidades de educación.
            No solo se trata de contar con las bases materiales, sino de disponer del factor humano capaz de moldear la mente de millones de niños y jóvenes en la búsqueda de un mañana mejor.  Necesitamos infraestructura material (escuelas, colegios, universidades clásicas y politécnicas) para intentar el desarrollo; pero además, debemos contar con MAESTROS CALIFICADOS.  La educación de un pueblo no se puede lograr con maestros mediocres e improvisados; con bachilleres y otras personas que nada saben de pedagogía y todos los misterios que entraña una educación científica y bien fundamentada.  Los profesores universitarios pueden ser ignorantes de la sicología, pues ahí los muchachos ya están formados en su personalidad, bien o mal.  Pero en la escuela es vital que haya “buenos maestros” que dominen el arte de la enseñanza y que comprendan la personalidad de aquellas criaturitas que les han encargado.  Más todavía, que estén conscientes de la terrible RESPONSABILIDAD que significa escribir sobre la tabula rasa de los niños.  Tamaño compromiso NO DEBE ser encargado a empíricos ni a gente mediocre.  Pero como ante la educación debemos ser realistas, es necesario bajar el alcance de nuestras metas y dejarnos de objetivos inalcanzables, de tanto lirismo y fines teóricos o poéticos que nada tienen que ver con nuestras posibilidades. 
            Somos tercermundistas y no podemos aspirar a una educación tipo europeo o la privada norteamericana.  No tenemos buenos edificios escolares ni siquiera en las ciudades; y en los campos, la situación es terrible; en donde un maestro-a tiene que atender a todos los niños desde el primero hasta el sexto grado, ¿qué calidad puede haber ahí?  Colegios citadinos en donde los profesores tienen que atender a cuarenta alumnos por aula, es un atentado contra de cualquier aprendizaje.  Además, cuando hay hambre, ¿qué interés puede sentir un niño por aprender quién era Cristóbal Colón o en qué viaje descubrió Costa Rica?  ¿Qué diablos le puede interesar a un jovencito de la León XIII cuáles fueron las causas de la Revolución francesa?  Él tiene su propia guerra en su barrio, y sabe muy bien cuáles son los motivos de esta.  ¿Qué demonios hace la enseñanza del idioma francés en nuestros colegios públicos?  Esa lengua para nosotros es tan muerta como el latín, el sánscrito o el maya.  ¿Para qué le sirve a un niño de los Chiles o Talamanca saber decir “bon jour” o “au revoir”?  Aparte de ser motivo de risa, es una materia inútil desde el punto de vista práctico.  Si alguien me demuestra lo contrario, no dudaré en ofrecer las disculpas necesarias.  Pero no me salgan con los cuentos de la “cultura universal, la Bardot, el Moulin Rouge o el gran aporte de los galos al desarrollo de la civilización”.   Esas son paparruchas que nada significan para un chico de Golfito, La Cruz o Limón.  Pero además de estas deficiencias y disparates programáticos, está la formación de maestros y profesores que son incapaces de discernir ante las necedades de los programas oficiales, y como pájaros carpinteros, siguen repitiendo los manualitos del Ministerio y sus legiones de asesores. 
            Nuestra educación debe ser realista y práctica.  Debe prescindir de idealismos simplones que fueron concebidos por políticos y maestros “contaminados” de la ilustración francesa, y que adoptaron como modelo para nuestros programas escolares el Liceo francés, con todos los elementos oníricos de este, pero sin el contenido material para ser aplicado en nuestro medio.  Los fines expresados en la Ley Fundamental de Educación, son un ejemplo de esta equivocada manera de enfocar la educación nacional en su aspecto teórico.  Y el intento de cumplir con ellos, es lo que ha llevado a nuestros maestros y profesores a una tendencia enfermiza que ellos creen humanista.  No hay tema escolar que no lo empiecen con los griegos, sus logros y el legado cultural que le dejaron a occidente.  Que el siglo de Pericles, que lo que dijo Sócrates, que la lógica de Aristóteles, que el Partenón, la República de Platón, que la guerra del Peloponeso, que las guerras con los persas, la Termópilas y cuanta majadería se les ocurre, como preámbulo a las causas de la Revolución del 48, o de por qué la bananera abandonó las plantaciones de Golfito.  Esos son temas que pueden estudiar cuando tengan alguna relevancia o interés específico en ellos.  ¡Sí, ya sé, ya sé!  Que la cultura, quiaquí quiallá, questo y quelotro.  Pero esos conocimientos son insustanciales para niños de Puriscal, San Carlos o el altiplano de Bolivia.  ¿Qué le importa a un jovencito del Petén o de Iquitos qué dijo Protágoras acerca de lo que sea?
            Practicidad y realismo son los dos pilares sobre los que se debe apoyar la educación en la América Latina, pues mientras sigamos soñando con planes ideales, continuaremos siendo tercermundistas eternos.
            Escueleramente
                                      Ricardo Izaguirre S.          E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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